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Opinión

Abdalá: ¿Cuál es el apuro? Por José Aranguibel

“El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.”

Juan Miguel Ávalos

Dice el refranero popular que de la carrera lo que queda es el cansancio, pero más que el agotamiento corporal de cualquier venezolano lo peligroso, arriesgado y temerario es el apuro que tienen desde el Gobierno revolucionario de colocar o inocular, —a trocha y mocha— un producto sanitario contra el Covid-19 llamado Abdalá —traducido en árabe Servidor de Dios—, cuando, “por ahora”, ningún vocero oficial de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), Organización Panamericana de la Salud, (OPS), Agencia Europea de Medicamentos, (EMA), o reconocidas revistas médicas de la sociedad científica mundial han dado su aval a otra vacuna milagrosa proveniente esta vez de la isla de Cuba como se ha hecho con las producidas por gobiernos o farmacéuticas en Rusia, China, EE UU, India, Reino Unido o cualquier otro país que contribuya con el arsenal en defensa de la vida con otra arma que destruya un potentísimo y mortal virus que le declaró la guerra a la humanidad que ya ha cobrado la vida de millones de personas en cada uno de los continentes.

La suspicacia salta a la vista de muchos venezolanos —en los que me incluyo— por esa insólita noticia en la que nuestro país recién acaba de escuchar de voceros de Miraflores con la “negociación” cerrada entre el gobierno y su similar cubano para traer a tierras venezolanas 12 millones del producto Abdalá —no ha pasado las fases correspondientes para llamarse vacuna— dándose casi de inmediato el siguiente paso del arribo de las primeras muestras para ser inoculadas a la población contra la opinión científica que muy poco parece importarle a algunos dirigentes de la burocratizada Revolución Bonita. Como era de esperarse las alarmas se encendieron en lo inmediato de parte de miembros de la Academia Nacional de la Medicina, sociedades médicas y científicas y de especialistas en virología y profesionales de grupos de investigación como algunas figuras del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, (IVIC), entre otros. Todos profesionales serios que más que entorpecer o crear obstáculos a soluciones de emergencia para afrontar el Covid-19, que ya se ha llevado a más de tres mil venezolanos. Buena parte de esos muertos los han puesto sanitaristas de uno y otro sexo que han enfrentado a un enemigo invisible. En las redes sociales leemos a diario que en muchos centros de salud abnegados hombres y mujeres de blanco trabajan con las uñas y sin poca o ninguna protección, están en primera línea de contagiarse tal como claramente lo han denunciado desde la Federación​ Médica de Venezuela, (FM) y Colegio Médico del estado Zulia, (Comezul), entidad que registra el mayor número de decesos entre los médicos de nuestro país. Si bien, poca o nada ha sido la respuesta gubernamental para atender esta advertencia y exhortación, los denunciantes que han hecho sonar las alarmas de consecuencias no conocidas que podría causar el producto Abdalá, seguro es que ellos quizás podrán dormir tranquilos, pero ay de aquellos que no escuchan ni siquiera posponer la aplicación de la Abdalá hasta que por lo menos conozcamos el pronunciamiento de los especialistas y sanitaristas adscritos a la OMS y OPS. Sería lo prudente, pertinente, para salir de dudas. A partir de esta acelerada carrera es que uno se pregunta. ¿Cuál es el apuro?

Es bueno recordar que en diciembre de 2020 el presidente Nicolás Maduro Moros, anunció que había negociado con su homólogo ruso Vladimir Putín la adquisición de 10 millones de dosis de la certificada vacuna Spunik-5, pero de esa cifra y otro tanto de las dos vacunas Chinas, Venezuela con 28 millones de habitantes, “ha recibido desde febrero a la fecha unas 3,5 millones de vacunas rusas y chinas, por lo cual el plan de vacunación ha sido lento y confuso de acuerdo con especialistas”.


¿Cuántas Abdalá llegaron? No se sabe y el ojo de la cara que le costará a nuestro país cancelarle al gobierno de Cuba, es otro misterio bien guardado para los venezolanos, pero lo cierto es que la segunda al mando del gobierno revolucionario, Delcy Rodríguez, aseguró que son 12 millones de tres dosis que “llegarán al país en los próximos meses y cuya efectividad de 92,28% en los ensayos clínicos de etapas finales fue anunciada esta semana por el gobierno cubano.


“Hace apenas dos días se presentaba a la humanidad con una eficacia de 92%”, dijo la vicepresidenta Rodríguez en una transmisión de la televisión estatal la semana pasada.

Por su parte la Academia Nacional de la Medicina reaccionó mediante un comunicado en el que expresa dudas y preocupación ante la posibilidad de que “por razones eminentemente políticas se trate de introducir dos biológicos —Abdalá y Soberana 02— en Venezuela”.


Advierte que se trata de candidatos a vacunas cuya eficacia no ha sido comprobada.


Precisan que el “resultado de las investigaciones en este caso no fue publicado en revistas científicas como funciona regularmente el protocolo, sino en el periódico Granma, —órgano oficial del Partido Comunista Cubano— que refiere que el producto fue evaluado por comités independientes de ese país”.

Señalan, además, los especialistas venezolanos que dicho fármaco no cuenta con la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, (FDA), ni de la Agencia Europea de Medicamentos, (EMA), y considera que esos organismos no serán consultados en este caso. “Por tanto”, destacan, “sería muy importante tener la opinión de la OMS o de la Organización Panamericana de la Salud. En este sentido se pusieron a disposición del Gobierno venezolano para la selección de vacunas cuya eficacia ya haya sido probada”.

Ojalá y no sea como muchos piensan que tanto apuro por comprar ese producto cubano —mientras en el mercado hay 11 marcas de vacunas— no resulte en otra burla, mentira y mamadera de gallo y los dineros destinados para esa “compra” no vayan a parar en la cuenta bancaria de algunos vivos que gustan sentarse a comer en cualquier guiso, conocida la historia de lo sucedido en PDVSA y otras empresas estatales, donde a la gallina de los huevos de oro la desplumaron, sancocharon y se la comieron. Hoy la estatal petrolera no produce suficiente gasolina, gas-oil y otros productos para surtir la demanda interna, obligando a miles y miles de conductores a pasar horas y días de trasnochos en colas sin fin y a envejecer prematuramente por el estrés y la angustia permanente. Eso no es vida en ningún rincón del mundo moderno. Eso es lo que no puede taparse con un dedo. En Venezuela hemos retrocedido en aras de una revolución que prometió una mejor calidad de vida, pero no cumplió pasadas ya dos décadas de fracasos tras fracasos a pesar de haber tenido una de las mejores rentas originadas por vía del negocio petrolero. La verdad es que no tenemos vacunas, tampoco agua potable, gasolina no hay, buenos sueldos menos, servicios médicos en UCI, alimentación demasiada precaria, inseguro servicio eléctrico y otros males propios de la destrucción de la economía de un país rico pobre, pero sin embargo alguno gritará que nos sobra patria.

José Aranguibel Carrasco
CNP-5003

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