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Opinión

Algo de economía, pero al revés Por Antonio José Monagas

Las circunstancias políticas en Venezuela, desvirtuaron no sólo propuestas y axiomas propios de la teoría política, razón por la cual el ejercicio de la política nacional, luego de 18 años, se tornó un embrollo de difícil escapatoria. También, deformaron la teoría económica, sus postulados y consideraciones.

Con el ambiguo cuento del “Socialismo del Siglo XXI” en el contexto arbitrario de una revolución extrañamente “pacífica pero armada”, el alto gobierno casi terminó por desarreglar los mecanismos y elementos sobre los cuales descansa la funcionalidad del “mercado”, tal como lo concibe la economía. Pensó que subvencionando el fracaso, la pobreza y la violencia, habría de asegurarse el poder. No tanto por aquello de que “divide y vencerás”. Sino por aquello otro de “debilita y dominarás”.

El pésimo manejo y comprensión de la economía en manos y pensamientos de estos gobernantes, encajados en un populismo de perverso cuño, provocó el mayor desastre que haya podido registrar la historia contemporánea venezolana.

La concepción de la dinámica económica esgrimida por estos personajes de marras, no pasó de ser una tosca trascripción o remembranza sacada de apuntes localizados en una añosa estantería de algún frustrado politiquero. 

Desde un principio, actuaron conforme a estar convencidos de que la razón de toda riqueza en el mundo era “la tierra”, entendida como factor de producción según la teoría económica. Y que los restantes sectores de la economía, no eran más que burdas manipulaciones estériles de la susodicha riqueza.

Estos mismos interlocutores, no reconocieron, ni por el apoyo brindado por factores de la vida nacional, que la verdadera fuente de toda la riqueza es el trabajo. O más aún los recursos naturales, dado el valor agregado que brindan a los procesos de industrialización en correspondencia con las complejidades que emergen de las nuevas realidades a partir de las cuales busca ordenarse la sociedad con el propósito de ampliar y consolidar su calidad de vida. 

Así, se dedicaron a desdibujar la economía con excusas que se tradujeron en inconmensurables gastos, sin sentido alguno del significado de lo que representa la inversión o el ahorro. Incluso, porque pretendió manejarse la teoría económica sin comprender exactamente las implicaciones de la política. O viceversa, lo cual permitió que se endosara una crisis. Crisis ésta de tal envergadura, que hizo desfallecer, tal como lo logró, la institucionalidad y funcionalidad del país en todas sus manifestaciones. 

Ante el maniqueo de realidades realizado con la mayor alevosía posible, se sacrificó la noción de “política” lo cual arrastró la comprensión de “economía”. Y por supuesto, su praxis. Esto hizo que en casi cuatro quinquenios, la gestión de gobierno se redujera simplemente a un obstinado, agobiante y opresivo proceso electoral.

Con tan ociosa actitud, se desvanecieron los ingresos que por renta petrolera, representaron la mayor fortuna jamás estimada para que engrosara las arcas del fisco nacional. Sin embargo, tan rápido fue su ingreso, como igualmente fue su egreso o malversación.

La ausencia de seguimientos de tendencias económicas y de previsiones sobre una amplia variedad de proyecciones, dio lugar a que tan necesarios espacios fueran ocupados por la codicia, la desvergüenza, la impunidad y la corrupción. 

El régimen no se interesó por comprender flujos financieros, prever tendencias de mercado y administrar inversiones de forma precisa y pertinente.

No se preparó para el análisis de contingencias económicas que comprometieran a corto, mediano y largo plazo, importantes costos y beneficios.

La indebida acumulación y peor administración de dicha riqueza, produjo un efecto de negativo balance. Sus operadores no tuvieron la menor idea de los cambios de códigos morales, sociales y culturales que sus equivocaciones rendirían al país en términos del derrumbe de oportunidades y posibilidades que ello generó.

No haber contado con cuadros de economistas con la autonomía necesaria para aportar ideas y proponer proyectos, trajo como consecuencia enormes costos económicos y políticos, financieros y sociales, administrativos e institucionales.

Así que lejos de asentir que ello haría ganarle la posibilidad de educar al país en materia de economía y política, hizo que se perdiera también otra posibilidad de adosar al perfil de la nación nuevas necesidades culturales, sociales, educacionales éticas y hasta de moralidad.

Ilustrar al país bajo tales consideraciones, habría sido un modo de impedir la entrada a doctrinas políticas despóticas, autocráticas, autoritarias y militaristas. O sea, gobiernos de tendencias dictatoriales. 

Haberle restado pertinencia a la economía, como recurso de eficacia de gobierno, llevó el país a su postración que hoy es la condición que lo caracteriza entre naciones a las que en otrora aventajó significativamente.

De decidir a darse respuesta a la crisis de la economía, el régimen deberá asegurar las bases sobre las cuales podrá estructurarse el país del que tanto exaltan sus floridos discursos.

Así, podrá saberse cuánto debe sacrificarse de un bien a fin de obtener un cierto aumento de otro bien, lo cual es propio del análisis que dictamina la teoría económica. No como viene haciéndose. Es decir, utilizando algo de economía, pero al revés.

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