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Opinión

Algo más sobre las elecciones del 21 de noviembre Por el sociólogo Ender Arenas Barrios

Ya se ha dicho casi todo, los analistas ya han hecho sus sesudos análisis, la gran mayoría, o por lo menos un número significativo de ellos, se inclina por la enorme fragmentación de la oposición y que no ha logrado entender que sin unidad no hay posibilidad de derrotar al chavismo. Este argumento encierra una de las verdades que dan cuenta de los resultados del 21 de noviembre. Efectivamente la característica fundamental de la oposición ha sido su división, producida primero, por la prexistencia de intereses particulares que ha impedido la construcción de un proyecto de orden sobre una plataforma unitaria concebida para gobernar y construir un orden duradero tal como se fraguo el proyecto democrático que nació en el 58 con el llamado Pacto de Punto Fijo que dio lugar a lo que podría llamarse una “Democracia de acuerdos”.

En segundo lugar, porque el régimen ha colocado a los partidos políticos en una situación institucional precaria, por ejemplo, la MUD estuvo cinco años inhabilitada y solo se habilitó de nuevo cinco meses antes de estas elecciones, ha defenestrado de su dirección a su liderazgo natural y lo ha reemplazado por “opositores” que se han vendido al régimen. Y, en tercer lugar, porque el partido político ha sido objeto de una guerra feroz por sectores mismos de la oposición que han hecho hasta lo indecible por liquidar lo que alguna vez fue su fortaleza electoral, recuérdese el 2015.

Los análisis también han dicho que el pueblo esta fatigado de promesas incumplidas por la oposición que enarbolo las banderas de cese de la usurpación, elecciones libres y justas y gobierno de transición. Que la oposición ha perdido sintonía con el pueblo, porque no toma en cuenta sus necesidades y urgencias, sino que se ha enfrascado en crear un discurso ajeno a esas necesidades. Y se ha alejado de este por su incoherencia llamando durante cinco años a la abstención y luego presentarse como “frescolita” (esto de frescolita lo ha dicho Luis Vicente León el analista por excelencia de los últimos años de la situación venezolana y que es escuchado como un oráculo. Así que ha introducido un nuevo termino “frescolita”, muy mal para mí que siempre creí que este era una gaseosa) y que en fin la gente que tiene todo el derecho a elegir ha decidido no votar y ha abandonado a la oposición y ese es un derecho.

Todos los análisis coinciden en el desgaste de la narrativa partidaria y del liderazgo opositor. Crisis de representación partidaria, cuyas estructuras fueron reemplazadas por un liderazgo cortoplacista y adolescente (Capriles Leopoldo López, la totalidad de esa generación universitaria que creyó que el ruido comunicacional es lo que cuenta). Por supuesto el chavismo la vive con mayor profundidad porque es incapaz de reinventarse o no puede reinventarse.

La crisis vivida en el seno de la oposición es igualmente producida por falta de una lectura adecuada de la situación del país y que ahogó la reactivación opositora expresada en las elecciones de 2015. Se negó hacer política y liquidó todo ensayo de una salida negociada reconociendo la nueva realidad política que emergió de dicho proceso y el gobierno hizo lo que toda dictadura hace: se adelantó en cambiar de facto los resultados electorales, liquidando la mayoría absoluta de la oposición conseguida en ese proceso electoral y después dejó sin efecto judicialmente su efectividad legislativa y finalmente creo un parlamento paralelo con la Asamblea Constituyente. Todo esto, sin que la oposición hiciese valer sus derechos mediante la movilización y recuperación de la calle que el proceso electoral le había conferido.

Todos estos analistas revelan un diagnóstico aproximado de la realidad opositora. Sin embargo en todos ellos se ha librado a eso que llamamos “pueblo” de la responsabilidad política que deberían asumir en la situación política que se vive y que más allá de la cancelación de la democracia se enfrenta a las mas grandes fallas de gobernabilidad vivida en la historia del país, el mas bajo rendimiento gubernamental produciendo una profunda crisis de legitimidad por rendimiento que ligada a su crisis de legitimidad por origen ha dado lugar a la quiebra del país con todas las consecuencias que ya conocemos.

Creo que estos análisis, algunos muy buenos, sesudos, inteligentes, independientemente de la introducción del término “frescolita” deberían tomar en consideración la situación del Zulia y el resultado electoral que allí se produjo.

Y es que más allá del liderazgo de Rosales, quien ha sido históricamente el gran elector en el Zulia, al zuliano le sobró algo que le faltó al resto de los venezolanos: Disposición pasional. Pasión le sobró al zuliano, se movilizó, asumió la calle, asumió la plaza como su espacio para hablar políticamente, mientras que en el resto del país el venezolano ha ido normalizando la precaria situación del país y no se movió, argumentando cansancio del discurso opositor, cansancio de Guaido y de su ambivalencia, harto de que no se haga nada, cansado y decepcionado de los partidos políticos, etc.

Entonces, una vez mas, los analistas muy finos en sus análisis siguen justificando esa inacción de la gente, cuando no es otra cosa que esa especie de cinismo que la narrativa chavista ha ido consolidando como manera de encarar la política.  Porque al final de todo qué hace diferente la situación del Zulia y lo vivido por los zulianos con lo que se vive el resto del país.

 El Zulia demostró que con participación puede recuperarse espacios y la verdad es que no hay manera de recuperar la democracia si la gente no participa.

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