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Opinión

Columna Lecturas de papel por Juan Guerrero: De Bolívar a Wilexis

Bancamiga

Cuando huían de isla en isla por la persecución de las fuerzas navales españolas, Brión, Bolívar y su amante Pepita Machado, fueron a refugiarse a un casi desolado islote en el Caribe, allí tuvieron que asaltar una pequeña hacienda, hacer prisionero a su dueño y robarle sus gallinas. Es también esta, parte de la vida de nuestros héroes. Luis Brión, por ejemplo, también fue un corsario de siete mares, aventurero, comerciante y prócer. Ocurre también con Ezequiel Zamora, dudoso comerciante y hasta forajido cuatrero. Ni hablar del coronel Jacinto Lara, quien con su propio sable degolló en las orillas del Caroní a 29 indefensos sacerdotes, antes les mando desnudar, los arrodilló, degolló uno a uno, los mandó incinerar y los lanzó al río. 

En su obra, La provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela, Tomás Surroca y de Montó narra el enfrentamiento, entre manotazos y empujones, que protagonizaron Bolívar y Piar por el alijo de joyas y demás objetos de oro y plata que habían “expropiado” a las familias pudientes de Angostura. -Ambos querían quedarse con el botín, dice Surroca.

Esto de la pulcritud, de la moralidad químicamente pura en los prohombres es una fantasía que construye la imaginería de beatos trasnochados. No resta en nada, sin embargo, el aporte que dieron en su momento a la causa de la libertad nacional.

  El glorioso ejército libertador venezolano estuvo formado por brillantes oficiales de principios y valores con alta moral, pero también hubo sus dudosos integrantes. Las montoneras de Boves arrasaron y diezmaron medio país. Una vez muerto el taita, los bandoleros del jefe quedaron desamparados hasta que surgió otro taita que los fue recuperando y formando como miembros de un ejército regular. Antes, por pueblo que pasaban pueblo que arrasaban, violando mujeres, empalando hombres y descuartizando niños.

  Los procesos de liberación de las sociedades en muchos momentos han estado protagonizados por hombres que inicialmente no fueron tan santos ni éticos, mucho menos moralistas. La historia del bandolerismo está plagada de nombres que, como el emblemático Robin Hood de los bosques, se convierten en salvadores sociales y la historia popular les ampara porque ellos les protegen.

Si se revisa este tema se verá que los bandoleros, llamados también bandidos, brigantes, forajidos, salteadores, gauchos, cangaceiros, guerrilleros, chusmeros y en la Venezuela del siglo XXI, pran (Preso Reincidente Asesino Nato) es heredero de esa tradición milenaria de quien actúa al margen de las leyes legítimamente constituidas por el Estado y se aparta para establecer su propio sistema de relaciones, quitándole a unos (generalmente bienes materiales) para provecho propio y colectivo.

Posiblemente el primer bandolero de la historia de Venezuela fue el zambo Juan Andrés López del Rosario, conocido en la historia por el remoquete de cimarrón Andresote, quien en el siglo XVIII (1730) contrabandeaba con los holandeses burlando las leyes del imperio español, conjuntamente con otros comerciantes blancos criollos.

  El bandolerismo, como lo han explicado los especialistas, se encuentra en el “límite entre la delincuencia y la rebelión social” porque al desafiar la autoridad del Estado necesariamente se apartan de lo socialmente aceptado y se refugian en zonas (originalmente en las montañas, desiertos y lugares apartados) donde encuentran apoyo de las poblaciones menos favorecidas socialmente, generalmente empobrecidas y desvalidas.

  Al dar una somera explicación sobre el origen y presencia histórica del bandolerismo no estoy, en modo alguno, avalando ni defendiendo estas prácticas, en todo caso, indicando que no es un fenómeno único en Venezuela. Desde los griegos, el medioriente, Roma, la Hispania antigua y el resto de Europa y hasta los ninjas del Japón, hay toda una tradición de esta realidad que no puede obviarse, ni mucho menos entender como resultado de la descomposición social de una nación. Es algo mucho más complejo.

Es tan ancestral este fenómeno del bandolerismo que ha sido reflejado en la cultura de casi todas las sociedades. Poesía, música, canciones, (la picaresca hispánica se nutre de estas historias), representaciones teatrales y hasta advocaciones para identificar a sus líderes, más allá de su heroísmo, en su santificación. Esto se observa en la veneración que a muchos de ellos se les tiene, en Argentina, Colombia, México y en nuestro mismo país (ver mi artículo En capilla ardiente, https://www.reportero24.com/2012/12/06/juan-guerrero-en-capilla-ardiente/ ).

Es tan complejo este fenómeno del bandolerismo que, por la utilización de códigos en el uso idiomático y demás expresiones, han terminado convirtiéndose en neologismos y con ello, enriqueciendo las lenguas nacionales. Por sólo mencionar un caso, todo el vocabulario construido por la experiencia del narcotráfico. Toda la experiencia que en materia militar han aportado las prácticas guerrilleras y la vida del guerrillero. En fin, que si bien este tema es sumamente delicado para su comprensión es necesario tener amplitud de mente para entender que en los procesos sociales de extrema sobrevivencia, la presencia del bandolerismo generalmente, por la experiencia, sagacidad y capacidad de resistencia para sobrevivir de sus integrantes, han terminado por imponerse frente a la extrema barbarie de grupos y sistemas terroríficos. Caso los grupos de la cosa nostrala camorramafia italiana, norteamericana, francesa que colaboraron con los aliados para la liberación de gran parte de Europa en la II Guerra Mundial.

 La historia reciente de Wilexis Alexander Acevedo Monasterios, conocido como el Wilexis, nombrado por el régimen socialista “juez de paz” para los barrios de Petare ya había sido alertada, en sus artículos, por el investigador social y pedagogo, Alejandro Moreno Olmedo, sacerdote quien vivió poco más de 30 años en los barrios de Petare. Sus estudios sobre la violencia y el desmembramiento familiar (familia matricéntrica) son un alerta para el Estado y su liderazgo político que nunca le tomaron en cuenta. Ahora vivimos las consecuencias de este fenómeno que fue estudiado y advertido por Olmedo en sus numerosos trabajos y artículos.

  La evidencia histórica nos indica que estos personajes (como el Wilexis) y sus grupos y bandas, surgen en épocas extremas de padecimientos sociales, políticos, económicos, por guerras, catástrofes naturales, revoluciones o pandemias. 

  No sabemos si mañana, por aquello de la “consciencia en sí, para sí y para con el otro”, encontremos en esos venezolanos “de orilla” a nuestros primeros aliados.

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   @camilodeasis1

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