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Opinión

Del despecho Por el sociólogo Ender Arenas Barrios

Confieso que he estado, en un sinnúmero de veces, despechado. Despechos de varios tipos: yo amaba, de la forma en que uno pone su vida en las manos del otro, pero, ella no. Ese es un tipo de despecho desgarrador, es un desencuentro que nos da cuenta de la enorme fragilidad de lazos que no logran materializarse.

Ese tipo de despechos lo heredé de mi padre quien vivió, durante toda su vida, numerosos despechos. Él, encontró en la música el mejor vehículo para expresar su dolor, su tristeza y su pesar. Era un cultor del bolero y el tango y ahora que no está, recuerdo con tristeza y pesar, el tango que más le gustaba y cantaba: “El amor desolado”, cuyas ultimas estrofas son de rasgarse las venas. Mas de una vez lo vi llorar frente a una cerveza y cantando:

“Una noche oscura/ Se fue de mi casa/ Cegaron mis ojos/ Para no mirarla. /Para no seguirla/ Cerré las ventanas/ Clausuré las puertas/ Para no llamarla. /Puse rosas negras/ Sobre nuestra cama/ Sobre su memoria/ Puse rosas blancas. /Y a la luz difusa/ De la madrugada/ Me quité la vida/Para no matarla. /Yo lo puse todo /Vida, cuerpo y alma/ Ella, Dios lo sabe…Nunca puso nada”.

Obviamente, yo he sido objeto del despecho de las que me han querido, pero yo no he podido quererlas del mismo modo y ese es igualmente un desencuentro y es que como dice Zygmunt Bauman no es posible aprender a amar como tampoco es posible aprender a morir.

Afortunadamente no he vivido el peor de los despechos, aquel en el que uno ama y es amado, pero uno de los dos…. Se muere. Ese es un despecho terrible y, cuando ocurre, uno se hace aficionado a las rancheras y se va cantando, también con indescriptible dolor y tristeza, el clásico de José Alfredo Jiménez, “El Jinete”: “Lleva en su pecho una herida/ va con su alma destrozada/ Quisiera perder la vida/ y reunirse con su amada”.

Todo esto viene a cuento por el impacto producido por la canción de Shakira, que creo que tiene un nombre difícil de memorizar: “BZRP Music Sessions # 53, les confieso que no sé qué clase de nombre es ese.

 La canción ha provocado un insólito debate donde la cantante ha salido favorecida porque hombres y mujeres le han caído a patadas al futbolista, caso curioso, porque aquí el que ha sido cocido a patadas se ha llevado las tarjetas amarillas y rojas.

Como todos saben, el amor y su contraparte el desamor, y por supuesto el despecho, ha estado presente, por supuesto, en la música, pero, también de manera más que significativa en la poesía, el cuento, el teatro y la novela, podemos agregar un etc.

Nombres como Eurípides, Shakespeare, Emily Brönte, Toni Morrison, Javier Marías, Ernesto Sábato son solo algunos que han elevado el desamor a categoría literaria exquisita. Por cierto, en todo este debate, hay quienes, en un arranque de fanatismo para elevar la calidad de la composición de Shakira, han planteado la presencia de Otelo de Shakespeare en dicha canción, puesto que, Otelo termina asesinando a Desdémona, su esposa, por creer en la cizaña de Yago quien le hace creer que su mujer se acuesta, ¿adivinen con quién? Con Casio. Ya como que es demasiado. Parece una verdadera joda.

El caso es que hay historias de dolor, tristeza, despecho es la palabra, no solo en la canción de Shakira sino en muchas otras donde el abandono y el desamor hace destilar en las canciones palabras no tan poéticas, tales como: Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho (Paquita la del Barrio). Necio, estúpido, engreído, egoísta, caprichoso, payaso, presumido, falso, rencoroso, etc. (Rocío Jurado).

Por supuesto la batería masculina, más común en eso del despecho, por prejuicios machistas, tiene igual calibre, por ejemplo, está la de Alejandro Fernández: “Mátalas”, en la que el ídolo de las mujeres canta:

“Amigo, voy a darte un consejo/ Si quieres disfrutar de sus placeres/ consigue una pistola, si quieres/ o cómprate una daga si prefieres/ y vuélvete asesino de mujeres.

Es verdad que “los artistas, los creadores, se nutren de todas sus vivencias físicas, emocionales, sensoriales, intelectuales y luego las metamorfosean o enmascaran, o no. Y las experiencias amorosas ocupan un lugar privilegiado porque el ser humano pasa por situaciones parecidas, el público reconoce esas emociones y se identifica en ellas porque funcionan como espejos”. 

Imagínense Uds. el cuento de Vargas Llosa: “Los Vientos”, leído en clave rosa, por una cantidad nada despreciable de lectores donde el personaje central confiesa arrepentimiento de haber dejado a su esposa y haberla cambiado por una mujer que no valía nada (En otras palabras: el Ferrari por el Twingo, el Rolex por el Casio) y que solo fue un enamoramiento de “pichula” que ahora solo le servía para orinar. Cualquier lectura, en este caso, pudiera ser legitima, aunque yo me quedo con otra lectura, pero este no es espacio para ello.

Volviendo a la canción de Shakira, es que se puede entender su rabia, su tristeza, su dolor, su pesar, en fin su despecho y se puede ser solidario con ella y reprochar la conducta de Gerard Piqué (Despechados del mundo uníos, es la nueva categoría social después de la canción de Shakira) el problema es la baja calidad con la que se expone los sentimientos, es ese coqueteo permanente con el mercado, un verdadero retroceso desde el punto de vista de la música que había producido en sus inicios. Es lo que nos hace pensar que la sociedad y la civilización del espectáculo se ha impuesto definitivamente. Pero esta es una simple opinión de un despechado histórico que en este tema prefiere al viejo Felipe Pirela y su “Mal querido”.

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