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¿Desmantenlan presunto legado?: Los ojos del ex presidente venezolano dejan de vigilar Caracas al imponer Nicolás Maduro su propia versión del chavismo

Los ojos del ex presidente venezolano dejan de vigilar Caracas al imponer Nicolás Maduro su propia versión del chavismo

Foto: La capilla de Santo Hugo Cháves del 23, en Caracas (Venezuela).DANIEL LOZANO

Tomado del Diario ElMundo.es

“Verga, ¿viste ese beta (chisme de interés)? Borraron los ojos de la Asamblea Nacional ¡Ya Chávez no echa vista!”, exclama vehemente Rubén Reinoza, de 23 años, al ser cuestionado por los murales que ya no están. Como si fuera la primera noticia al respecto. “Ya no está pintado por todos lados como antes, ni siquiera en la sede principal del Banco Venezuela”, precisa su tío Óscar, mecánico de origen catalán que trabaja en las inmediaciones.

Estamos en el centro de Caracas, tan disparatado como siempre, donde ya no se siente el orwelliano 1984 de la revolución, esos carteles y grafitis con los ojos de Hugo Chávez que parecían vigilar el buen camino del chavismo tras su muerte. La transición desde la omnipresencia del ex presidente a su paulatina desaparición no ha pasado desapercibida, sobre todo para quienes consideran que con Chávez “no hubiera pasado esta cosa”. Y también para quienes le consideran el principal culpable.

Ni siquiera el Cuartel de la Montaña, el mausoleo del comandante supremo, ha permanecido abierto en los últimos días para los peregrinos y nostálgicos de su causa. Sí se espera una gran reapertura de cara al domingo, cuando se cumplen 10 años de la muerte del gran líder (la “siembra” del comandante en versión oficial) de la revolución bolivariana, el militar que intentó emular a Simón Bolívar para exportar su socialismo del siglo XXI al resto de la región y que acabó abriendo la puerta para el mayor descalabro social y económico de la Historia continental. La exposición que abrirá sus puertas el domingo se titula Hugo Chávez: hombre, soldado y luchador venezolano.

A 200 metros del antiguo cuartel militar resiste la humilde capilla del Santo Hugo Chávez del 23, en el corazón del bastión revolucionario del barrio 23 de Enero. El mural titulado “Dios con nosotros, quién contra nosotros” preside el interior de la vetusta estancia, decorada con unas plantas famélicas que ni siquiera parecen de la tierra. Poco más, apenas un retrato arrinconado de Juan Pablo I y una leyenda escrita a mano sobre una madera descolorida que pretende recordar glorias pasadas: “Chávez vive, la lucha sigue. El gigante es nuestro líder mundial”.

El paseo por Caracas constata la nueva realidad del “Venezuela se arregló” impuesto por Nicolás Maduro, el elegido de Chávez. Una especie de capitalismo salvaje y opulento, exclusivo para chavistas y enchufados, se ha tomado la burbuja donde el derecho de admisión son los dólares, muchos dólares, con precios que superan con creces los de Madrid. Muy poco queda del desvarío socioeconómico que impuso el “mesías de los pobres”, que aguantó mientras el barril de petróleo se mantuvo a 200 dólares y que reventó poco después de su muerte.

Se cumplen 10 años que parecen cien. Pero por la intensidad parece que fue ayer cuando le dimos el último saludo. La mejor forma de recordar a Chávez es como reto de futuro, una sonrisa y la cara puesta al horizonte”, subrayó Maduro el miércoles durante una jornada agraria en el estado llanero de Portuguesa. El hijo de Chávez asumió desde su llegada al poder el culto semirreligioso a la figura de su padrino político, incluso inventó aquel estrambótico capítulo del pajarito que le pió sus mensajes desde el más allá.

El tiempo, y los asesores cubanos, han transformado el culto a Chávez por el culto a Maduro para fortalecerle, incluso con los cómics de Superbigote para parecer un superhéroe en medio de la decadencia revolucionaria. No obstante, el nombre de Chávez se sigue utilizando en vano, pero de una forma mucho más comedida.

“El culto a Chávez seguirá siendo religión de Estado en Venezuela mientras la revolución siga en el poder. La relación de Maduro con su jefe permanecerá con ese movimiento pendular que lo invoca cuando necesita confrontar a sus adversarios dentro de la revolución y al momento de convocar a los chavistas a las urnas”, desvela para EL MUNDO el sociólogo Gianni Finco, uno de los grandes estudiosos de la propaganda bolivariana.

Los adversarios dentro de la revolución tienen nombre: el chavismo disidente. “En la Venezuela de Maduro no existe Chávez, es la antítesis de su proyecto. Maduro ha desmantelado el proyecto de Chávez, un opositor no lo hubiera hecho mejor. Todo lo que formaba parte de su discurso está siendo demolido. No basta con borrar los murales o las pintadas, el espíritu de Chávez está vivo y la rebeldía del pueblo venezolano está emergiendo de nuevo”, protesta a EL MUNDO desde su exilio en España Gabriela del Mar, quien fuera Defensora del Pueblo en el Gobierno de Chávez y en la primera etapa de Maduro y hoy militante del chavismo disidente.

En un sorprendente sondeo de More Consulting, el 48,4% de los encuestados votarían por Chávez en la actualidad, frente al 48,2% que no lo haría. “Para un porcentaje importante de los venezolanos, Chávez es una especie de deidad. Querámoslo o no, estará presente en el imaginario social venezolano por muchísimo tiempo. Hablar del chavismo es como hacerlo del castrismo en Cuba o del peronismo en Argentina”, explica el analista Andrés González.

Ya sea supervivencia, ruptura o adaptación, Maduro se ha distanciado del legado de su antecesor. O lo ha traicionado, como asegura el chavismo disidente. Para los ojos de la mayoría, el presidente pueblo es el responsable de la tragedia que ha expulsado de su país a 7,5 millones de criollos, que ha reducido su salario mínimo a siete dólares o que ha destruido los servicios públicos. Que ha impuesto la pobreza y el hambre en buena parte del país.

Pese al resquebrajamiento de la oposición y pese a las proclamas de la victoria económica revolucionaria, Maduro sigue siendo el presidente peor valorado en América Latina (73% en contra, según DatinCorp), frente al salvadoreño Nayib Bukele, que encabeza el ranking regional con un apoyo que supera el 90%. Incluso dentro del apoyo al chavismo que todavía persiste en Venezuela, en torno al 25%, se distinguen dos grandes grupos de parecidas proporciones: los descontentos con Maduro y quienes le apoyan.

“Paradójicamente el haber intentado convertir a Chávez en un ícono político y religioso como lo es Simón Bolívar desde finales del siglo XIX ha impedido que Maduro afronte de manera crítica la gestión de su predecesor: parte de la crisis económica, la corrupción y el desmontaje de las instituciones se originó con Chávez y las trabas, demoras y dudas para aplicar correctivos se debió, en parte, a un respeto a los compromisos adquiridos por su antecesor”, profundiza el sociólogo Finco.

“Chávez es el responsable y Maduro, el ejecutor”, resume para este periódico Luis Salamanca, ex rector del Consejo Nacional Electoral (CNE).

“Lo que queda de Chávez son los efectos de su visión nefasta del país, de sus políticas destructivas y la memoria de la población que lo seguía, que hay que ponerlo en la lista de los recuerdos. Una simpatía y recuerdo residual por alguien que murió antes de que hiciera eclosión este cóctel de bombas explosivas que fueron sus políticas junto a la corrupción, que acabaron de los recursos que habían entrado en Venezuela como nunca”, dispara Salamanca.

“Tengo la seguridad de que lo que falta por hacer lo vamos a hacer”, concluyó Maduro en su última alocución televisiva. La revolución ya se prepara para las elecciones presidenciales del año que viene, con las que el hijo de Chávez pretende legitimizarse hasta 2030 ante los ojos de su país y del mundo.

Fuente Elmundo.es

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