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Detrás de la caída de Kabul: Opio, minerales y litio, los intereses ocultos de Afganistán

El valor enterrado en el subsuelo del país del litio, básico para fabricar baterías y otras tecnologías avanzadas, asciende a entre uno y tres trillones de dólares. Esto demuestra que lo religioso y lo ideológico es solo un instrumento para otros fines

No son sólo los afganos. El otro gran tesoro de Afganistán son el trillón de dólares que, según algunas estimaciones, albergan las entrañas de un país que, paradójicamente, sigue estando entre los más paupérrimos del planeta. Eso y la droga. La producción de opio, una planta de la que puede extraerse un potente estupefaciente, no ha dejado de crecer desde que los estadounidenses irrumpieron en el país. Sin embargo, los talibán, que redujeron casi a cero su cultivo, ahora están acusados de lucrarse con él.

“Los talibán se han aprovechado mucho menos de la industria de los narcóticos que sus enemigos del anterior Gobierno afgano -han ganado mucho más del comercio fronterizo de material legal, como combustible y bienes de consumo”, escribe el investigador David Mansfield en el diario The Telegraph. La superficie sembrada superó en 2017 las 240 mil hectáreas. Las rutas de llegada a Europa del opio, de donde se extrae el principio activo para producir heroína, llevan décadas arraigadas.

Durante su régimen anterior, la agresiva política antidrogas de los fundamentalistas -cuya ideología censura su consumo-, arrasando los cultivos, cosechó hasta los elogios de la ONU. Ahora, cree Mansfield, todavía es pronto para presentar un Afganistán talibán como un futuro narcoestado. Eso sí, matiza, las también políticas antidroga de la administración derrocada empujaron a los campesinos a los brazos de los talibán, quienes se presentaron como defensores del pueblo frente a un Gobierno corrupto.

Pero el potencial de riqueza que puede amasarse a partir de la amapola palidece ante las posibilidades de los minerales que, en 2010, una prospección geológica estadounidense permitió estimar: hierro, cobre y oro repartidos por todas las provincias afganas y los mayores depósitos del mundo de litio, un material básico en la fabricación de baterías recargables y otras tecnologías avanzadas. El valor enterrado en el subsuelo afgano asciende a entre uno y tres trillones de dólares, de acuerdo con cálculos de EEUU.

Tal escenario lleva a muchos observadores a no extrañarse ante los coqueteos de países como China, centro de la producción mundial de componentes electrónicos, con unos talibán deseosos de obtener reconocimiento internacional. “En base al pleno respeto de la soberanía de Afganistán y la voluntad de todas las facciones en el país, China ha mantenido contactos y comunicación con los talibán afganos, y ha jugado un rol constructivo en promover un asentamiento político”, ha reconocido la República Popular.

Las reservas de litio afganas pueden rivalizar con las de Bolivia, que tiene una de las mayores del mundo. La paradoja del caso de países con enormes yacimientos de minerales y metales preciosos como el Congo, y posiblemente Afganistán es que, al mismo tiempo, adolecen de Gobiernos inestables y de altos niveles de pobreza. Síntoma, no cabe duda, del interés de las multinacionales de poder explotar esos recursos garantizando el máximo beneficio y las menores trabas posibles.

El año pasado se estimó que el 90% de los afganos vivían bajo el umbral de lo que su Gobierno determinaba que era pobreza -dos dólares al día para subsistir-, de acuerdo con un informe en manos del Congreso estadounidense. “Modelado con dependencia y fragilidad”, señala el Banco Mundial en su ficha del país, apuntando a una de las razones que han permitido a los talibán ganarse el favor y la popularidad en muchas comunidades rurales, antes de lanzarse recientemente a por las ciudades.

Una vez en el poder, sigue siendo una incógnita qué tipo de propuesta de gobierno van a establecer los talibán, pero las muestras están en la calle: muchas mujeres recluidas en casa forzosamente, sobre todo en las ciudades de provincia, prohibición de que ellas trabajen o estudien más allá de la primaria y una persecución cada vez más agresiva a quienes han sido funcionarios, activistas o periodistas. Siguen queriendo abrirse al mundo pero, ante un dubitativo occidente, los talibán marcaron ayer una línea roja.

Horas antes de que los fundamentalistas hablasen, Joe Biden, fuertemente presionado por el resto de socios de la OTAN, abrió la puerta a extender la permanencia de sus tropas más allá de la fecha anunciada meses antes, el 31 de agosto. La razón no es otra que el caos persistente en la terminal y en los alrededores del aeropuerto internacional Hamid Karzai, donde miles de personas siguen tratando de lograr un permiso para viajar en uno de los vuelos de evacuación y dejar atrás el horror que se avecina.

“Nuestra esperanza es que no tengan que extenderse, pero habrá discusiones, sospecho, sobre cuán lejos estamos en el proceso”, dijo Biden. A lo que Suhail Shaheen, portavoz de los talibán, respondió en una entrevista con la cadena Sky News: “Si lo extendiesen, significaría que extienden una ocupación. Si bien no hay necesidad de ello […] creo que crearía desconfianza entre nosotros. Si están planteando extender la ocupación, esto va a provocar una reacción“, advirtió Shaheen. De qué tipo, no lo precisó.

Uno de los temas que estarán sobre la mesa de la cumbre del G7 de este martes, convocada de emergencia para abordar la crisis de Afganistán, será la prolongación de esta actividad. Francia se ha unido, junto con el Reino Unido, al grupo de países que piden más tiempo. “Estamos preocupados por el límite establecido por EEUU del 31 de agosto. Necesitamos tiempo adicional para completar las operaciones actuales”, dijo ayer el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian.

Con información de Elmundo.com.es

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