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Ecuador: NO a la Xenofobia 

Bancamiga

El sábado 1 de febrero de 2020, la señora Mariana Granja, de 68 años, fue asesinada en las afueras de un centro comercial del norte de Quito. Su muerte fue el resultado de un asalto a mano armada perpetrada por un ciudadano extranjero de 19 años. Este violento suceso es condenable y su perpetrador debe ser juzgado de acuerdo con la legislación penal ecuatoriana. No obstante, quienes firmamos este pronunciamiento, hacemos un llamado público ante la alarmante escalada de xenofobia en el país y ante el desvío de atención sobre las causas estructurales que tornan la convivencia cotidiana en Ecuador menos segura y más violenta. A 48 horas de esta repudiable muerte, la única medida gubernamental que se ha tomado son los controles migratorios con el afán de expulsar a migrantes que estén en condición irregularizada en el país. Resulta sorprendente y preocupante que la única medida tomada tenga como blanco la criminalización de los extranjeros que viven en Ecuador responsabilizándolos de la violencia e inseguridad existente. Las mismas cifras oficiales indican que, a 2019, de las 41.200 personas que se encontraban privadas de la libertad, sólo 2.802 personas, es decir, el 6.8%, eran extranjeras, la mayoría detenidas por tráfico de drogas.1 Es decir, la gran parte de delitos son cometidos por personas ecuatorianas. Para adoptar políticas estatales sobre un tema tan complejo como la violencia es necesario ir más allá de la nacionalidad del perpetrador y reconocer que existen otros factores, que al parecer el gobierno nacional hace caso omiso: la desigualdad sistémica, la falta de oportunidades para ganarse la vida en actividades formales, la precarización del trabajo, la violación de derechos humanos básicos, y la violencia que desencadena la pobreza y la xenofobia. ¿Acaso el control migratorio, las notificaciones, expulsiones y deportaciones van a resolver esas complejas causas que detonan múltiples formas de violencia? Claramente NO. Hacemos un llamado a nuestra sociedad a recordar nuestra propia historia y nuestro presente como país emigrante. La desmemoria social muy a menudo legitima la violencia, y junto con la xenofobia, atentan en contra de la convivencia democrática y pacífica. Es hora de exigir al gobierno nacional respuestas mucho más creativas, integrales y a la altura de la conflictividad contemporánea. De lo contrario la escalada de violencia será nuestro único tiempo presente.

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