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Opinión

El liderazgo a la vanguardia en tiempo de guerra Por Antonio José Monagas

Aunque la guerra se considera como uno de los hechos más comunes en la historia del hombre, no así son calificadas las tácticas y estrategias bélicas. Tampoco, las capacidades de combate propias de todo ejército. Sus variaciones tienen una razón y explicación que remite al discurrir de las confrontaciones militares. Cada evento producido a consecuencia de cualquier contingencia que llame a la guerra, convoca cambios que son analizados como prelaciones de próximos reacomodos o nuevos comportamientos tácticos o estratégicos.

Las dinámicas social, tecnológica, científica, organizacional y cultural que movilizan al mundo, han provocado significativos cambios que terminan fortaleciendo los factores que determinan el éxito de toda guerra. Sin embargo, cabe reconocer que cualquier confrontación entre actores militares en representación de las correspondientes doctrinas políticas, depende indiscutiblemente del liderazgo que precede y preside la operación guerrera respectiva.

Este exordio vale a manera de contexto teorético para abordar el problema que recién ha conmocionado al mundo libre. Es el caso que expone la guerra entre Ucrania y Rusia la cual se remonta a décadas atrás. Además, motivada por razones que rayan con el oprobio, la desfachatez y la codicia del régimen ruso. Sin que por ello, deban absolverse de pecados tan perversos como el egoísmo, el resentimiento, el odio y el endiosamiento de los jerarcas confesos. Además, arrimados al soviet supremo.

Desde la madrugada del jueves 26 de febrero de 2022, el presidente ruso ordenó a sus tropas lanzarse sobre Ucrania con la premeditada intención de someterlo. Su capital Kiev, se convirtió en el foco de una innegable tragedia: la guerra de Ucrania. Así, el continente europeo pudo estar (sigue estando) a la entrada de una contienda cuyos riesgos bélicos son impredecibles. En escasos días, Ucrania se ha visto envuelta en serios problemas. De hecho, ha comenzado a verse como una nueva tierra de sangre.

La bruma bajo la cual se produce esta guerra, a todas luces injustificada, da para narrar cientos de cuartillas. Sus implicaciones, tanto como sus fuentes, son reveladoras de catastróficas contradicciones. 

Razones omitidas de una guerra repudiada

Cabe decir que las tensiones que avivaron el referido conflicto, no son recientes. Datan de 2014. Incluso, llevan a mediados del siglo XX cuando Ucrania se desliga del imperio ruso aglomerado para entonces alrededor de la URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Desde entonces, el régimen ruso considera a Ucrania cual país ficticio, toda vez que es “fruto de costurones históricos y diplomáticos”.

En principio hay que reconocer que esta guerra no tiene parangón, por cuanto se suscita en medio de situaciones que la hacen diferente de cualquier contienda anterior. Sin embargo, se tiene que entre sus razones deben contarse aquellas de contenido político y económico lo cual pone al descubierto no sólo el agotamiento y debilidad expuesta de ideologías. Algunas derivaron en la construcción de doctrinas políticas que sirvieron para la fundación política de naciones que lucieron apegadas al socialismo, al cooperativismo o al capitalismo.

Al mismo tiempo, esto hace que se evidencien conceptos que igualmente han avalado la consolidación de países en el terreno político y en lo económico, particularmente. Nociones de geopolítica, planificación, comunicación y gerencia política, autonomía y de soberanía territorial y popular, parecieran verse traicionadas por las coyunturas que buscan modificar estructuras, procesos y condiciones políticas, sociales y económicas. Además que sobre las mismas, se han erigido dinámicas que movilizan las actuales realidades. Así como ciertas verdades (amañadas) y teorías políticas, económicas y sociales (complacientes o serviles).

No obstante en el centro de lo que todo ello compromete, se halla el concepto de liderazgo cuya praxis es profundamente determinante al momento de tomar parte de las conflagraciones que se dan alrededor de tan críticas situaciones. Y cuya incidencia, tiene la capacidad de transformar realidades con base en la motivación al logro que su ejercicio es capaz de despertar. Tan es así, que según el académico Fushan Yuan, “nada es más esencial para el liderazgo que discernir cuidadosamente qué tomar y qué dejar de lado” Igualmente, cómo hacia qué lado el liderazgo debe equilibrar la balanza en cuyos platos reposan valores que exhortan libertades y derechos.

No hay duda que una guerra tienda a verse manipulada por el miedo que causa no sólo el silbido de las balas, el rugido de los cañones y la explosión de obuses, morteros y misiles induciendo muerte y terror. Igualmente, por las persistentes amenazas de los “perros de la guerra”, sanguinarios mercenarios y politiqueros envilecidos por la corrupción. Coacciones e intimidaciones, que apuntan al corazón del adversario mediante frases degradantes, crueles y capciosas. Todas, catalizadoras de reacciones que fácilmente afectan el sentido común de la gente. 

No habría otra forma de justificar tan aberrantes formas de manipulación, que la de pensar que ese género de “guerreristas” e instigadores está fuertemente alentado por retorcidas motivaciones que rayan con el sadismo, el fascismo y el nazismo. Tanto así que el régimen ruso ha comenzado a perder la guerra de la información, de la opinión. Asimismo, el poder de convencimiento ante la ciudadanía del mundo. 

El rechazo del mundo libre

Hoy, el mundo unido está contra Rusia. En consecuencia, la Unión Europea se ha visto revestida de un liderazgo político jamás imaginado. Importantes sanciones decididas por Europa en asociación con EE.UU., inician una contundente arremetida contra Rusia. Así, han impuesto mecanismos de retención y paralización financiera dirigidos a frenar la ofensiva rusa sobre Ucrania. Al lado de esta decisión de la Unión Europea, se determinó el envío de material militar a Ucrania, pese a saber que se tendría un combate desigual toda vez que el apresto operacional de Rusia es poderosamente superior.   

La guerra desde la perspectiva del liderazgo 

Vale reconocer que el éxito de una guerra no lo define la fuerza o la capacidad de terror que pueda ponerse en juego. Lo determina el poder de las ideas, el poder de la inteligencia. En resumen, el poder de motivación cuya fuerza “mueve montañas”. Es la voluntad aupada por la fuerza del verbo inspirado en ejemplos de dignidad, solidaridad y honestidad, por encima de la disposición armamentística.

A decir por la férrea perseverancia del presidente de Ucrania, quien ha demostrado el arrojo y el tesón propio de un líder nato, podría decirse como bien lo expresó John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura 1962, “la guerra es un síntoma del fracaso del hombre como animal pensante”. Igual cabe asentir, como animal político capaz de sorprender con la sagacidad que puede llevarlo a ganar el espacio necesario sin siquiera arrimar una bala contra el antagonista. Y es lo que define al liderazgo, en un sentido mejor accedido.  

Para Sun Tsu, considerado como experto en estrategia militar, quien vivió hace 2.500 años aproximadamente, las guerras se ganan con base en la organización. O en la exaltación del guerrero que cuente con una ventaja competitiva mayor. O sea, el recurso humano más informado en torno a  la perspectiva mejor visualizada, la actuación mejor cumplida y la formación de respuestas eficientes, rápidas y adaptables. 

Aunque igual vale, estar convencido del papel que confiere el liderazgo en el fragor de toda guerra. Aparte de manejar estrategias que permitan antelar los visos que puede tomar la guerra ante que recrudezca la batalla. Y es lo que le brinda el carácter de líder a quien se maneja con la claridad que exige la confusión y la incertidumbre.

El liderazgo como inminente premisa en toda conflagración 

Es precisamente lo que ha investido al presidente de Ucrania. O sea, la motivación que transmite dada su condición de líder militar para quien todas las funciones organizacionales exigidas por las circunstancias, son impulsadas por la actuación que asume. No sólo con valentía y arrojo, sino además, ejerciendo un liderazgo procurado con base, primeramente, en el propósito debidamente definido. De ese modo, obtiene la información necesaria que requiere la  confrontación. 

Es acá cuando determinaciones construidas con el uso eficaz de las armas de la información y la comunicación, consiguen estructurar una organización ejemplarizante. Capaz de inducir la suficiente emoción y compromiso en los soldados y civiles combativos. Es la manera de actuar de la mano de un liderazgo valiente. Y al mismo tiempo, heroico. Es lo que está demostrando el presidente ucraniano, cuando amalgama su valor con el coraje de un ejército que busca mostrarse irreductible. Ahí está el poder arrollador propio de un liderazgo ejercido a conciencia ante la crisis por la que la nación atraviesa. 

Y aunque Rusia tenga un ejército superior en cantidad ¿de qué sirve eso para vencer? Si la fuerza radica en la capacidad emocional que la población ucraniana organizada para la lucha armada, puede demostrar. Sobre todo, a la hora de apegarse al sentimiento de patriotismo que su historia de lucha ha revelado a lo largo del tiempo. Ahí está el secreto mejor guardado de Ucrania: que lo difícil parezca fácil y lo fácil parezca complicado. 

Es la forma de manejar todo problema, mediante estrategias que sólo un liderazgo compenetrado con el poder de las emociones, sabe brindar. Por eso se tiene y así debe estimarse, el liderazgo a la vanguardia en tiempo de guerra.

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