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Opinión

En las calles de Bucha caminó el propio diablo Por José Aranguibel Carrasco

“El derecho internacional, el diálogo leal, la solidaridad entre los Estados, el ejercicio tan noble de la diplomacia, son los medios dignos del hombre y las naciones para solucionar sus contiendas”

Juan Pablo II

Somos cientos, miles y millones de personas alrededor del mundo quienes a través de las redes sociales y televisoras nos hemos enterado de la barbarie impactante, dolorosa y brutal que llevó a un macabro exterminio en la población de Bucha, Ucrania, donde el demonio en uniforme militar de la guerra cruel caminó por sus calles eliminando cualquier vestigio de vida humana que califica, sin dudas en tiempos modernos, en ser un crímen de “lesa humanidad” llevado a cabo por soldados rusos que siguieron órdenes del genuflexo generalato y éstos del propio demonio, Vladímir Puntin, consumando la negación del derecho a la vida de inocentes sin el menor desparpajo.

Lesa humanidad, —crímenes contra la humanidad—, se consideran aquellos delitos atroces, despreciables y de carácter inhumano que forman parte de un ataque de exterminio, generalizado o sistemático contra una población civil, indefensa, cometidos para aplicar e imponer las políticas de un Estado o una organización. No quedan dudas. Son hasta ahora más de 400 personas entre hombres y mujeres asesinados cobardemente, muchos de ellos, encontrados con sus manos atadas a la espalda y con un disparo de gracia en la espalda o cabeza. Ver imágenes de cuerpos tirados en plena calle, terrenos, fosas comunes, vehículos y en cualquier espacio de la ciudad de Bucha, más que sorprender ha sido algo así como la confirmación de las dudas que tenían algunos dirigentes de la OTAN, Unión Europea y jefes de gobiernos del mundo, entre ellos, el presidente norteamericano, Joe Biden. Sus palabras de hace menos de dos semanas acerca de que Vladímir Putín era un “asesino” y que la Casa Blanca trató de matizar, suavizar, en términos de la diplomacia no ha dejado de darle razón. En que mente normal, sana, limpia de odios o saludablemente comprensible en un escenario de guerra donde de parte y parte se infringen bajas dos ejércitos, —en este caso el de David y Goliá— puede entenderse y sean aceptadas las muertes por dolorosas que sean, pero es comprensible que lo sucedido en Bucha es de un cerebro enfermo, carcomido por el odio racial, étnico, territorial y de una maldad humana llevada a su máxima expresión, sólo comparada con el amargo recuerdo del nazismo cuando exterminó a seis millones de judios durante la II Guerra Mundial.

Sin embargo, el cinismo intolerante ruso es la comidilla a los ojos de millones de personas en cualquier rincón del mundo, cuando, —cínicamente—, han tenido el atrevimiento de asegurar que Rusia o sus tropas nada tienen que ver con esas muertes, llegando al sarcasmo de decir que las imágenes que los condenan forman parte de montajes falsos y de la manipulación del gobierno de Ucrania. Las evidencias sí los condenan, porque eran y son rusos, mercenarios chechenos o contratistas de la muerte, las tropas que tenían la ocupación de la ciudad de Bucha. A la par de esta tragedia ya bien documentadas están denuncias contra tropas rusas por violaciones de mujeres y niñas ucranianas. El aborrecimiento al derecho de la vida tiene en los rusos otros testimonios recientes con la destrucción inmisericorde de colegios, guarderías, áreas residenciales, centros médicos y hospitales. Todavía están frescas las imágenes de una madre ucraniana —nunca trascendió su nombre— en la ciudad de Mariúpol que en tiempos de parto tuvo que ser desalojada de un hospital devastado por el poderío bélico ruso a otro centro asistencial, donde finalmente el bebé que traía al mundo fue sacado muerto y ella también murió finalmente por las heridas, a pesar del esfuerzo del personal médico que durante media hora trató de reanimarla. Son evidencias que los condenan en esta y la otra vida. Qué decir del destino corrido por Olha Sukhenko, alcaldesa del pueblo de Motyzhyn, a las afueras de Kiev. Ella, su esposo y su hijo fueron encontrados en una fosa común.

Anton Herashchenko, funcionario del gobierno ucraniano aseguró que en el pueblo hubo «ocupantes rusos», que «torturaron y mataron a toda la familia de la jefa de la aldea», ubicada al oeste de Kiev.

A todas estas, la revelación de estos crímenes de guerra y de lesa humanidad han traído pronunciamientos de todas las naciones del mundo. Unas más que otras. Otras han preferido callar y pasar agachados, casi inadvertidos. Venezuela, esperamos que se pronuncie. En esta hora de la humanidad no vale, no tiene cabida, sería deplorable, que en el péndulo, entre la vida y la muerte, la balanza sea inclinada por compromisos económicos o ideológicos. La ONU, su agencia de los Derechos Humanos y demás organismos internacionales han hablado. Su santidad el Papa Francisco ha dicho “Hay llorar sobre las tumbas. ¿No nos importa la juventud? Me adolora lo que sucede hoy. No aprendemos. Que el Señor tenga piedad de nosotros, de todos nosotros. ¡Todos somos culpables! #Paz #Ucrania.

En tanto Michelle Bachelet, encargada de supervisar el cumplimiento de los derechos humanos en el mundo, ha dicho que la experticia forense es esencial para identificar a los cuerpos para informar a las familias de las víctimas.

La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha pedido una investigación independiente sobre lo ocurrido en la ciudad de Bucha, donde han aparecido cadáveres de civiles asesinados.

“Estoy horrorizada por las imágenes de civiles que yacen muertos en las calles y en fosas improvisadas en la ciudad de Bucha en Ucrania”.
Ella cree que “deben tomarse todas las medidas para preservar las pruebas” y “es vital que se hagan todos los esfuerzos posibles para garantizar que se lleve a cabo una investigación independiente y efectiva sobre lo ocurrido a fin de garantizar la verdad, la justicia y la rendición de cuentas, así como la reparación y el remedio para las víctimas”.

Por su parte, el jefe de la ONU, el portugués Antonio Guterres, dijo que ese organismo “sigue presionando para que se ponga fin a la guerra que ha calificado de imposible de ganar”. Es un hecho cierto que el esfuerzo mundial para tratar de apagar y desactivar los cañones, misiles y balas asesinas no tiene precedentes y a la ONU, ONG independientes y gobiernos les ha correspondido atender a millones de desplazados que en palabras de Guterres la ONU “está haciendo todo lo posible para apoyar a las personas cuyas vidas han sido trastornadas por la guerra”. Los trabajadores humanitarios han llegado a más de 1,4 millones de personas, principalmente en el este, “pero esto no es suficiente”, dijo. “Necesitamos un acceso seguro y sin obstáculos a todas las zonas”.

Con este fin de facilitar el acceso para la ayuda de emergencia, el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, ha viajado a Moscú donde ha mantenido reuniones de alto nivel con funcionarios del Gobierno ruso, entre ellos, el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, el viceministro de Asuntos Exteriores, Sergey Vershinin, y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu”.

Las reuniones de Griffiths tienen por objeto explorar los posibles acuerdos y arreglos para un alto el fuego humanitario en Ucrania con las partes del conflicto.

Los combates han desplazado a más de 10 millones de personas, tanto dentro del país como fuera de sus fronteras como refugiados.

“La velocidad del desplazamiento, junto con el enorme número de personas afectadas, no tiene precedentes en Europa en los últimos tiempos”, declaró Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Entre cielo y tierra no hay nada oculto dice un adagio muy propio en este escenario de la agresión Rusa al pueblo ucraniano.

A Dios pido como creyente y amante de la vida que sea su mano la que toque el corazón de Putin y sus generales para que cese esta absurda conflagración rusa precedida de bastardos intereses expansionistas.

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