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Feminismos: asignatura pendiente del periodismo

Periodistas que trabajan a diario con informaciones sobre violencia machista realizan un diagnóstico y proponen medidas para corregir lo que todavía hacemos mal.

El mensaje de la violencia machista, que puedes adquirir completo aquí. Entre las periodistas que participaron, recordamos con especial cariño a Alicia Gómez Montano.

Explicaba la periodista Alicia Gómez Montano –fallecida recientemente–, editora de Igualdad en TVE desde octubre de 2018, que durante muchos años el principal problema a la hora de abordar los asesinatos machistas fue la indiferencia. Y lo subrayaba: la indiferencia. “Solo se informaba si tenía los elementos de una gran crónica de sucesos (Alcàsser, Ana Orantes…) Y en la televisión había otro factor más: si no teníamos testimonios de las víctimas (mujeres en casas de acogida, mujeres que salvaron la vida de milagro…), no teníamos nada. Las representantes de asociaciones de mujeres por sí solas o los jueces, no ‘servían’. Parecerá raro, pero era así. Hablo de los años 90 y más”, explicaba el pasado noviembre en conversación con La Marea. La ley integral contra la violencia de género de 2004 –proseguía–, supuso un mazazo en las conciencias de mucha gente: «Todavía recuerdo, cuando mataron a Ana Orantes, el comentario de un compañero que dijo: ‘Las mujeres no pegáis pero nos ponéis muy nerviosos con vuestra violencia verbal y luego pasa lo que pasa’. En fin…».

Que los medios ya no muestran indiferencia ante los feminicidios es poco discutible. Pero, ¿cómo se abordan actualmente? ¿Cuáles son los principales problemas a los que nos seguimos enfrentando desde el periodismo hoy en día? ¿Qué hemos aprendido y qué nos falta por aprender en el tratamiento de esta violencia patriarcal de la que hubo muchos especiales al llegar a las 1.000 mujeres asesinadas desde que hay recuentos oficiales? ¿Por que no cumplimos con las leyes nacionales y convenios internacionales? Varias periodistas que trabajan a diario en la información sobre violencias machistas realizan un diagnóstico de la situación y aportan claves para poder hacer bien lo que todavía hacemos mal. Y no toda la culpa es de Vox.

Los feminicidios, como sucesos
Hoy, el principal problema –coincide la mayoría de entrevistadas– es que en general los medios siguen tratando los asesinatos machistas como si fueran sucesos. “Les cuesta aún situarlo dentro del sistema machista y de la estructura patriarcal. Con lo cual, se deja fuera de análisis todas las circunstancias que rodean a esa violencia, se trata como un crimen, y como algo aislado. Pensemos en los crímenes de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes: nunca se enfocaron desde una perspectiva de género, sino como unos crímenes más”, explica Ana Bernal-Triviño, colaboradora, entre otros medios, de Publico.es y El Periódico. Más cerca quedan Marta del Castillo y Diana Quer.

«Me parece que una forma de evitar estos vaivenes sería acostumbrarnos a acompañar las piezas de actualidad con otras de contextualización. Creo que esto ayudaría a diferenciar la violencia machista de otros crímenes. Y evitaría caer en el simple conteo, que es absolutamente contraproducente”, afirma Miriam Márquez, redactora de Sociedad de La Sexta. Y para ello, Márquez incide en la importancia del modo de narrar, cómo llegar a la opinión pública sin caer en el sensacionalismo: “Creo que hay que evitar el tratamiento obvio de la cuestión, informar de asesinatos sin más, conformarnos con una mirada acrítica y fría. Creo que los nuevos enfoques son imprescindibles y ahí está el reto de los periodistas. En esta cuestión nos encontramos con otro escollo: personalizar y humanizar no debe nunca servir de excusa para caer en el amarillismo y el morbo. Y en esta frontera sobre lo que conciencia y lo que cosifica creo que el periodista se debe regir por la sensibilidad y el criterio profesional. Sin narración no hay sentimiento pero hay que saber hasta dónde llegar y el respeto es lo primero”.

Fotografía de la historia de Hannan, asesinada por su pareja en 2014 en Melilla, incluida en el proyecto #PorTodas. ÁLVARO MINGUITO

No es fácil tampoco acceder –o saber cómo acceder– a unas familias que acaban de pasar por un hecho tan traumático, porque que alguien mate a tu madre es doloroso, pero ¿qué se puede sentir al saber que quien ha matado a tu madre es tu padre?: «Son casos complicados de cubrir, que te interpelan también como mujer y para los que hay que aprender por un lado a ser empática y por otro lado a disociar. Es complicado mantener la entereza o la profesionalidad cuando una mujer te están contando que su pareja ha matado a sus hijos», explica Pilar Álvarez, que ocupa desde mayo de 2018 la corresponsalía de Género creada por El País. El problema de fondo, señala Ana Requena, fundadora del blog Micromachismos y redactora jefa de Género en eldiario.es –desde septiembre de 2018–, es que todavía hoy resulta complicado salirse de lo acostumbrado para cubrir un feminicidio: «No siempre es fácil tener información contrastada y de calidad sobre los hechos o sobre la mujer que ha sido víctima, por ejemplo. A veces tengo dudas también de la prisa por contar los feminicidios porque no nos permite hacerlo bien. Me parece una noticia que hay que contar con cierta urgencia, por supuesto, pero quizá en lugar de media hora después podemos contarlo una hora después con mejor información de la policía».

En El crimen mediático (Akal, 2019), la periodista Paula Corroto explica cómo el tratamiento de los sucesos se ha amplificado en los últimos años ayudado por las redes sociales, los smartphones, los medios digitales y, en resumen, por cómo todo ello que va unido a la inmediatez logra audiencias masivas en los medios de comunicación. «Las webs se han convertido en grandes contenedores que pueden hacer 150-200 noticias diarias. Ya no solo se hace una noticia sobre Diana Quer, se hacen cuatro o cinco porque eso supone visitas”, reflexiona Corroto en una entrevista en RNE, en la que explica, además, que la razón fundamental por la que interesan tanto los sucesos es porque apelan a las emociones. Y la emoción, casi nunca, es sinónimo de rigor.

Esto tiene mucho que ver también en la elección de los casos que se publican: «Si afecta a menores, nos permite informar sobre la violencia vicaria; si afecta a los familiares de la víctima, podemos reflexionar sobre la necesidad de que sean incluidas en la lista de violencia de género y no se consideren un asunto de violencia familiar, etc… Pero no nos engañemos –reconocía Gómez Montano– los medios cubren más y dedican más tiempo a los casos más llamativos, por decirlo de alguna manera. Porque son estos sucesos los que tienen ‘más recorrido’ para ser comentados en tertulias, magacines, etc… El punto sensacionalista siempre ‘vende’. Negarlo es negar la realidad”.

Requena apunta también a un aspecto específico del sensacionalismo dentro de las violencias machistas: «En violencia sexual es donde tenemos ahora un problema serio: me parece bien que hablemos de violaciones grupales, lo que no parece responsable es que la única violencia sexual que parece existir mediáticamente sea la que se comete en grupo o la que se sirve de una violencia desmesurada porque eso no se corresponde con la realidad».

La falta de formación y la precariedad
La falta de formación en género y la precariedad de las plantillas son dos lastres importantes a la hora de informar con rigor de esta violencia estructural. Un ejemplo: la primera información que llega a 20 minutos sobre un asesinato machista procede o bien de agencias de noticias o bien de información de la prensa local, según la periodista Amaya Larrañeta. “En la web pocas veces se dedica una persona a cubrir casos concretos, más bien se delega en la agencia. Antes había una persona especializada en violencia de género e igualdad para el periódico impreso. Ahora se improvisa más, varias compañeras, casi siempre mujeres, proponen enfoques para intentar que no se anestesien los lectores. Están también preocupadas por cómo contar mejor la violencia de género en el medio”, cuenta. Pero la escasez de periodistas con tiempo para dedicarse a cubrirla, en todas sus esferas, muestra que todavía la violencia de género, pese a lo que pudiera parecer, no está instalada como asunto de interés general en la agenda mediática, analiza Larrañeta.

Imagen de la historia de Mari Ángeles, asesinada en Pozoblanco (Córdoba).
Á. M. / portodas.lamarea.com

Los primeros datos suelen llegar a EFE desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. “Pasa un tiempo hasta que se puede comenzar a hablar de un crimen machista y somos prudentes en este sentido, hasta que no existe confirmación oficial no abordamos el caso como un asesinato de género”, informan Patricia Crespo, directora de Efeminista –la plataforma de igualdad puesta en marcha por la agencia hace un año– y las compañeras de Sociedad Raquel de Blas, Violeta Molina y Macarena Baena, que también inciden en la precipitación a la hora de informar y la falta de formación: «Hay que formar, siempre, porque el periodismo cambia día a día, como todo en esta sociedad». En el II Plan de Igualdad y Conciliación que acaba de aprobar EFE se ha incluido como medida obligatoria la formación en igualdad a toda la plantilla y una formación específica para los periodistas, en especial sobre el tratamiento de la violencia machista. «En estos momentos estamos diseñando cómo será esta formación, que queremos empezar a impartir lo antes posible”, añaden.

Con una extensa trayectoria como formadora, la periodista y experta en género Pilar López Díez pone el ejemplo de la RTV de Castilla-La Mancha, cuya plantilla, desde hace tres años, está recibiendo formación obligatoria: “Y se están obteniendo resultados esperanzadores ya que la violencia de género es un asunto que se discute en las redacciones. Hay periodistas que están muy interesadas en mejorar, avanzar y… mandan noticias para discutirlas con la formadora. Eliminar los estereotipos que anidan tan fructíferamente en nuestras mentes requiere interés, formación y experiencia”. Si un periódico local, en ocasiones los primeros en dar la información sobre el asesinato machista, denuncia un día déficits en la policía encargada de la violencia de género, al día siguiente –afirma López Díez– debe insistir en la denuncia, y al otro, y al otro. Hasta que la Admnistración corrija ese déficit cuya resolución puede salvar vidas.

Pilar Álvarez realiza una comparación fácil de comprender para quien se resiste a entenderlo: «La información sobre género, y en particular sobre violencia machista, es como la información sobre finanzas, requiere especialistas«. Por ello, por las peculiaridades de la violencia machista, opina que la información oficial se debería canalizar también a través de organismos especializados, como la delegación del Gobieno para la Violencia de Género, que actualmente –destaca la periodista de El País– se limita a confirmar los casos normalmente días después de que se produzcan. «Ahora mismo diría que necesitamos que las administraciones públicas se pongan las pilas –abunda también Requena–.

Hay periodistas que queremos hacer mejor nuestro trabajo y nos encontramos muchas veces con falta de datos o de información, más allá de la que se da en un suceso. Creo que desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como desde la Administración judicial y los órganos ejecutivos se puede hacer más para que nuestro trabajo sea más rico, menos estereotipado, más profundo». Y un apunte más: «La formación más genérica debería estar en las universidades y en los másters de periodismo», añade Álvarez.

Imagen de la historia de María Luisa, asesinada en 2014 en Calella. Á. M. / portodas.lamarea.com

Porque es esa formación y especialización en todos los ámbitos la que va a permitir ofrecer el contexto y explicar, en resumen, qué es la violencia machista. “Como en muchos otros temas, el problema es la gran cantidad de tiempo que exige llegar a las causas, investigar y abordar trabajos de largo recorrido. Creo que el reto actual es hacer despegar una información de fondo. Ya no vale con visibilizar y denunciar, algo que ha sido prioridad durante los últimos tiempos. Hay que empezar a analizar los avances y retrocesos. Y esto resulta complicado en un día a día en el que estamos centrados en la actualidad cotidiana”, expone Miriam Márquez, cuyo principal problema a la hora de trabajar en estos casos en su medio, en la tele, ha sido ese: “La dificultad de compaginar los ritmos de un informativo de actualidad con la recopilación de unos testimonios que son dolorosos y que exigen tiempo, dedicación y empatía. Cada caso debe ser tratado de forma individual y sensible. Llegar más allá y escapar de los clichés exige profundidad, especialización y reflexión. También demanda un mayor acercamiento a las mujeres y a las profesionales que trabajan con ellas. Una cámara en la mano impresiona e impide esa cercanía. El trabajo off the record, sin prisa y sin expectativas inmediatas, es básico y es ahí donde debemos trabajar”.

Esa es la columna vertebral de #PorTodas, un proyecto de investigación nacido en un momento en el que «la instantaneidad domina el periodismo», como advierte la periodista Mercedes Doménech, colaboradora de este trabajo impulsado por La Marea y cofinanciado por micromecenazgo. Se trata de analizar qué pasa después del titular para saber qué ha fallado antes. En RTVE también han creado un Portal de Igualdad y el proyecto 1000 mujeres asesinadas. «La formación no es cara –explicaba Gómez Montano–. Y la redacción más comprometida la reclama. Los manuales de estilo dedican alguna página a este asunto, pero la redacción apenas los consulta, para qué nos vamos a engañar. Es mucho más eficaz programas o cursos de unos días o unas horas periódicamente para que la redacción vea que la empresa editora es la primera interesada en estar a la vanguardia”.

La gran paradoja, señala Pilar López Díez, es que de las profesiones involucradas directamente con la violencia de género –Policía (y Guardia Civil en España), profesión médica, enfermería y matronas, psicología y terapeutas, trabajo social, judicatura, abogacía, fiscalía, profesorado de secundaria y primaria, periodistas–, la que recibe menos formación de todas es la profesión periodística, según la Comisión para la Igualdad de Género del Consejo de Europa. Y, como un efecto dominó, el desconocimiento es lo que nos lleva finalmente a caer en bulos, en estereotipos e impide, en definitiva, que podamos contribuir a crear una opinión pública sensibilizada y dispuesta a erradicar la violencia machista.

Bernal-Triviño, que cree que se podría llegar a imponer sanciones, como en algunos países con la política de cuotas, lo resume de una manera muy sencilla pero muy rotunda: «Bastaría con decir la verdad». La periodista y profesora en la UOC, que acaba de publicar No manipuléis el feminismo. Una defensa contra los bulos machistas (Espasa), insiste mucho en la ignorancia que existe todavía sobre los procesos psicológicos a los que se ve sometida una víctima de violencia de género y de la propia violencia machista. «Informativamente se termina dañando la autoestima y la imagen pública de esa víctima, y tiene sus consecuencias. Los medios de comunicación tienen que comprender por qué las mujeres tardan en denunciar, que no es cuestión de un capricho. Los medios de comunicación tienen que comprender los procesos de disonancia cognitiva, o el propio autoengaño en el que vive la víctima de violencia de género. Y no solo por ella, sino también para entender por qué hay que proteger a los menores que conviven en esa situación». Marta Borraz, periodista en eldiario.es, añade, además, que hemos prestado mucha atención a la violencia física y directa: «Y creo que hay mucho por contar de la violencia piscológica, la más invisible y sutil. También del acoso en los espacios de trabajo».

Sobre los asesinos, Bernal-Triviño apunta lo siguiente: «No se insiste en que es un proceso de educación y de aprendizaje lo que esa persona ha tenido y, en muchas situaciones, las informaciones se basan solamente en mirar si tiene algún tipo de enfermedad mental o de psicopatía intentando minimizar o justificar la violencia que ha ejercido. Sí creo que a partir de este nuevo movimiento, de la cuarta ola feminista, ha surgido un nuevo punto de inflexión y de análisis, y de autocrítica en la prensa. Pero gran parte de ese movimiento ha venido alentado por compañeras dentro de las propias redacciones».

Una muestra de ese avance son casos como el que cuenta Larrañeta: «Con respeto se deben poder señalar todas las incorrecciones. Para eso son útiles las redes sociales en las que tienen presencia y mucho músculo metido las redacciones. Recientemente yo vi señalada una mala práctica en una agencia de noticias que después se corrigió y, por ende, facilitó a 20minutos mejorar una información quitando clichés trasnochados sobre la violencia de género en un asesinato».

Es concluyente que falta formación. Y señala la periodista Laura Otón, con trayectoria radiofónica y directora del Máster de Radio en la Universidad Nebrija, que tiene dudas sobre si las empresas periodísticas quieren apostar realmente por ella. Pero lo que quizá ahora necesitemos más, matiza Requena, es consenso entre las propias profesionales especializadas, un debate interno sobre buenas prácticas: «Hay algunas cosas claras y otras veces tenemos que explicar que no hay una fórmula mágica y que lo que haces con una intención puede acabar leyéndose de otra forma».

Por ejemplo, ¿debemos publicar siempre las sentencias? Marta Borraz admite que es un tema en el que ha pensado mucho: «No sé si debemos publicar las condenas como tal, así como si fueran casos aislados, igual que publicamos los asesinatos. Tengo dudas, no tengo la respuesta, la verdad. Sí creo en todo caso que parte de lo que incluyen las sentencias es útil, por ejemplo, las reconstrucciones que a veces hacen de los climas de violencia que vivían las víctimas, lo que da la idea de que la violencia machista es un continuo y no algo que ocurre de repente. Creo que publicar las sentencias es interesante si se trabajan, es decir, si no se reducen a un titular de una cifra con los años de cárcel. Pero creo también que no es fácil hacer seguimiento de todos los casos. En algunos, los TSJ de las diferentes comunidades autónomas publican los fallos, pero en la mayoría no y quizás para ello hace falta un extra de recursos y de cercanía al hecho en sí con los que la mayoría de medios de comunicación no cuenta».

Una de las imágenes que ilustra la historia de Ana, asesinada por su pareja en 2014 en Paterna. Á. M. / portodas.lamarea.com

La ultraderecha
Vox ha dicho que no se iba a oponer a dar ninguna ayuda a toda persona que haya sufrido violencia. Así, con esta frase y con la violencia a secas, se refirió el pasado octubre el consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, Juan Bravo (PP), en una interveción en el Parlamento autonómico sobre los presupuestos. Mediante esta fórmula sutil, el primer gobierno conformado por PP y Ciudadanos con el aval de Vox en España, naturalizaba el discurso negacionista del partido de ultraderecha sobre la violencia machista. Se ha debatido mucho durante todos estos meses sobre cómo se debe informar de la ultraderecha. Y, desde muchos sectores, se critica que, en algunos casos, se dé carta de naturaleza a todo lo que dice Vox. Las periodistas de EFE son claras: «No podemos servir de altavoz de quienes niegan esta realidad«. «De ahí que convenga unir fuerzas (con sororidad entre medios) –indica Larrañeta– para ayudarnos a no dar pasos hacia atrás».

Cuando el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, sacó la pancarta “la violencia no tiene género” en un acto de repulsa por un asesinato machista, Bernal-Triviño escribió en Público.es: “Sí, tenemos que señalarlos y hablar no tanto de lo que Vox quiere, sino de los actos miserables que son capaces de hacer ante el dolor”. Este tipo de mensajes, las noticias falsas, el retroceso en conceptos que ya estaban superados y consensuados, «ya venían auspiciados por gran parte de estas personas que se consideran afines al partido» a través de las redes sociales, subraya Bernal. “El feminismo lleva diciendo, desde hace tiempo, que este tipo de mensajes estaban teniendo una viralización especial a través de las redes sociales. Y en concreto, existe también un nutrido grupo de youtubers que llegan a los adolescentes con un mensaje muy misógino de una forma muy atractiva para los jóvenes. A Vox la estrategia le está funcionando, porque de hecho estamos de forma continua hablando de sus temas en la agenda, y volviendo a explicar a la sociedad cuestiones que ya parecían aceptadas y además consideradas como causas transversales”.

Efectivamente, logramos pasar de los crímenes pasionales a la violencia doméstica. Logramos pasar de la violencia doméstica a la violencia de género. Hemos incluso logrado reducir titulares del tipo «muere una mujer» y crear conciencia de que no, que no muere, que es asesinada. En las manifestaciones hasta se suelen ver pancartas con este mensaje. Y cuando todo esto ya estaba aceptado y consensuado, regresa la «ideología de género», toma cuerpo la «violencia intrafamiliar» y pulula –cuando no se asienta– la idea de que «la violencia no tiene género».

«Vox utiliza toda la artillería para combatir las tipificaciones que no le interesan. Se ha metido en un terreno en el que, si nadie lo remedia, los medios van a reproducir sus postulados patriarcales, que son los de la masa mayoritaria, atrasada, sin formación. Si los medios siguen cubriendo (¡así se creen que son medios objetivos, qué barbaridad!) las posiciones machistas de Vox cada vez que Vox quiera –y quiere muy a menudo–, lo que hemos venido avanzando en este país, gracias a los medios, vamos a ir perdiéndolo poco a poco. Por eso es tan importante que quienes tienen las ideas más claras, radicalicen su mensaje, porque ser radical es ir a la raíz», aclara López Díez, que considera que uno de los principales problemas que seguimos teniendo es no señalar al asesino: «Decir ‘violencia contra las mujeres’ esconde, también, a los hombres asesinos. Falta tirar de sinónimos que, parece, no gustan mucho a la profesión periodística, como el criminal o el delincuente».

Entre los conceptos que sí podríamos utilizar, la experta en género propone violencia masculina contra las mujeres. «Se puede explicar, siempre, continuamente, con fuentes legitimadas como la ONU, el Consejo de Europa… que la utilizan habitualmente y la explican: la mayoría de los hombres agreden, en mayor o menor medida a las mujeres con las que se relacionan, en todo el mundo», expone López Díez. «El fondo del objetivo del periodismo requiere entender el funcionamiento de la sociedad patriarcal, entender cómo funciona; solo se puede entender lo que se estudia y trabaja concienzudamente. El patriarcado entra en la gente desde que nacemos; criticarlo, desafiarlo y arrancarlo de nuestra práctica (personal y profesional) no es fácil. No hay avance si no hay lucha contra los estereotipos y roles de género que veo con tanta profusión, habitualmente. La violencia machista no se trata con corrección tratando correctamente solo las noticias de los asesinatos masculinos. No. Toda la información que los medios elaboran, cualquiera, debe ser enfocada bajo la perspectiva de género, y como dice la Estrategia para la igualdad de género (2018-2023) del Consejo de Europa, el objetivo principal, el primer objetivo estratégico que señalan es: prevenir y luchar contra los estereotipos de género y el sexismo. En esta estrategia para la igualdad se puede encontrar 44 entradas con la palabra ‘estereotipo’. Hay que estudiarla».

La responsabilidad de la imagen

Álvaro Minguito / portodas.lamarea.com

En el proyecto #PorTodas es cardinal el papel y la responsabilidad de la fotografía en el tratamiento de la violencia machista. Pueden leer también en este dossier el análisis de los coordinadores del equipo fotodocumental, Álvaro Minguito y Elvira Megías, que concluyen que lo más complicado de su trabajo es reflejar la violencia de género como algo estructural sin caer en el victimismo o en el morbo. Es la principal dificultad que explican prácticamente todas las entrevistadas en este dossier.

En EFE, por ejemplo, han elaborado una guía en la que se dan unas pautas para que este material cumpla unos criterios básicos basados en el respeto a la víctima y su entorno. «Además de la identidad, es fundamental proteger la seguridad de las víctimas, en el caso de víctimas no mortales. En ningún caso se debe facilitar información ni imágenes sobre su paradero para que pueda continuar con su vida», dice el punto 8 del documento. El 9 se centra en las redes sociales: «Hay que tener en cuenta que la mayoría de las fotografías que una persona cuelga en las redes sociales tienen que ver con momentos de ocio. Su publicación junto a la noticia de su asesinato, además de contribuir a la identificación de la/s víctima/s, puede banalizar el hecho violento». Y finaliza ese mismo punto con lo que sí es muy conveniente publicar: fotografías, imágenes y audios de las concentraciones y actos de repulsa.

«Ahora ya no se publican fotos del cadáver de la víctima, algo que antes se hacía», recuerda Laura Otón. «Lo ideal, tanto en el texto como en la imagen, es no añadir dolor al dolor con nuestra cobertura, evitar la revictimización. Y para eso es preferible tener una fotografía de lejos, lo que resulta en realidad contradictorio con la fotografía periodística en general, que siempre es mejor cuanto más se acerca», afirma la corresponsal de género de El País. No debería ser admisible una foto robada de una víctima –añade–, aunque se siga haciendo: «He tenido la oportunidad de hablar con mujeres que han visto sus casos en los periódicos y en las noticias. Las mayoría de las veces, una de las cosas que más les duele de esas coberturas es ver sus imágenes o las de sus familiares en un momento de duelo y sin que nadie les haya pedido permiso. Otro asunto que les perturba muchísimo es cuando se incluyen datos falsos o equivocados o detalles de lo ocurrido que nunca hubieran querido saber».

En la mayoría de los medios donde trabajan las periodistas consultadas, tratan de publicar fotos o emitir imágenes genéricas de manifestaciones o concentraciones o de mensajes contra el machismo. «En alguna ocasión hemos podido poner alguna foto de recurso del lugar de los hechos, pero diría que es más anecdótico», asegura la redactora jefa de Género de eldiario.es. «Últimamente en 20minutos se tiene el cuidado de no emplear fotografías de redes sociales de las víctimas. Los recursos son, casi siempre, manifestaciones de protesta contra la violencia machista», añade Larrañeta. Si ya es difícil obtener datos sin audios ni fotografías, imaginemos la dificultad que aporta una cámara, concluía la que fuera editora de Igualdad en TVE. E imaginemos, también, si llegado el día en el que lo hiciéramos por fin bien, la ficción y los programas de entretenimiento lo siguieran haciendo mal.

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Olivia Carballar
ocarballar@lamarea.com
Periodista

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