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Geopolítica y diplomacia: El sexo líquido irrumpe en las elecciones alemanas

PAÍS PROTAGONISTA. Alemania. POBLACIÓN. 83 millones. DEBATE. ¿Por qué ha fluctuado el votante germano estos últimos meses de un partido a otro?

Alemania se moderniza. Si no, que se lo pregunten al jubilado de Múnich o Bonn que nació con Konrad Adenauer en el poder (14 años de canciller), trabajó duro cuando gobernaba Helmut Kohl (16 años al frente de la Cancillería) y se retiró profesionalmente con Angela Merkel (otros 16). Explíquele ahora a este germano entrado en los setenta años que en los últimos cinco meses sus conciudadanos han cambiado varias veces de favorito para votar en las elecciones de este domingo 26 de septiembre; que existe un 35% de indecisos; que los antaño todopoderosos democristianos de la CDU y socialdemócratas del SPD no van a acariciar siquiera una tercera parte de las papeletas; y que Los Verdes están dispuestos a pactar con el primero que se lo ofrezca, además de que los poscomunistas pueden gobernar a nivel federal.

Dígale a Herr Schmidt o Frau Winter, con su infancia vivida sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, que la letanía que les inculcaron desde pequeños de que había que purgar los pecados y errores del pasado ya no es necesaria. Que la solidez, la responsabilidad y el orden -que acataron en su día a día hasta en sus pulcras agendas- ya no tienen por qué ser los únicos garantes de la seguridad. Que se pueden relajar. Que la inestabilidad política de la República de Weimar de la que se amamantó el nazismo para crecer, hacerse fuerte y convertirse en el Tercer Reich no se va a reproducir en el siglo XXI. Que ya no son necesarias dos únicas y grandes formaciones políticas para mantener en equilibro la República Federal.

Y en verdad los tiempos han cambiado. Las nuevas generaciones teutonas necesitan sentirse fielmente representadas: si no encuentran sus inquietudes y necesidades cubiertas en los liberales del FDP se pasan sin problema al conservador CDU o reflexionan el tiempo necesario emplazando su voto en un limbo. Como en la vida diaria de cada vez más jóvenes, donde la sexualidad ya es líquida. Acorde con la persona que se conoce o el sentir de ese momento, la identidad sexual cambia, hasta encontrar a la pareja perfecta. Así se sienten en Alemania los huérfanos de Angela Merkel: buscarán y cambiarán hasta que crean haber encontrado un reemplazo a la altura de la canciller saliente.

“Nos aferramos demasiado al statu quo. Ahora hay una oportunidad para que las cosas cambien. El Bundestag [Cámara Baja del Parlamento alemán] necesita reflejar el espíritu de los tiempos”, declaraba estos días Christian Lindner, líder liberal alemán, al periódico Financial Times, quitando hierro a los peligros de la polarización, los gobiernos volátiles y la fragmentación política. Y si no, sólo hay que mirar al resto de Europa: Países Bajos o España (sic).

Lo curioso es que todo comenzó a raíz de unas inundaciones. Los titubeos del electorado germano -que se reflejarán hoy en las urnas y en sus resultados- se dispararon en julio, a raíz de las devastadoras lluvias sufridas en dos Länder que acabaron con 170 fallecidos. El ministro presidente de uno de los Estados federados afectados (Renania del Norte-Westalia) es Armin Laschet, el candidato a canciller de la CDU, el sucesor natural de Angela Merkel. Pues bien, Laschet no sólo no supo reaccionar a tiempo a los avisos que llegaban de que la población corría un elevado riesgo ante las precipitaciones que se avecinaban, sino que además las cámaras de televisión le grabaron riéndose a carcajadas en plena tragedia mientras el presidente Frank-Walter Steinmeier contaba con gesto preocupado y sombrío las pérdidas humanas y materiales de la región.

A partir de entonces y a lo largo de todo el verano, Laschet, quien llegó a rozar el 40% de los votos ha caído hasta casi el 20%. No sólo por su momento banal y distendido cuando los alemanes lloraban a su muertos, sino por estar su imagen bien lejos de lo que un alemán exige a su canciller: un fuerte liderazgo, una posición clara, y gozar y ser reflejo de experiencia y conocimiento.

De ahí que irrumpiera, le comenzara a hacer sombra y a día de hoy le supere en las encuestas Olaf Scholz, el candidato socialdemócrata: respaldado por su partido SPD, bien conocido por la sociedad germana (ex ministro de Trabajo y ex alcalde de Hamburgo) y un peso pesado en activo: vicecanciller y ministro de Finanzas (otro elemento muy importante a la hora de votar para los alemanes: su bolsillo).

Scholz ha manejado bien las arcas teutonas y ha capitalizado como nadie la imagen de Merkel. Más bien parece Scholz el delfín de la canciller que el propio Laschet. Y ello se refleja en los sondeos: a la hora de preguntar a los alemanes cuáles son sus principales intereses y preocupaciones, el cambio climático empata con las pensiones (acorde con la sociedad envejecida del país centroeuropeo), seguido de cerca de la economía y el trabajo. En general, asuntos con los que la conservadora CDU pescaba un buen número de votos, pero que ahora caen también en la red de Scholz.

Alemania busca un nuevo canciller. ¿Quién se ceñirá el casco del káiser?

Diario El Mundo de España

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