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Opinión

La cuadratura social del viciado círculo político Por Antonio José Monagas

Bancamiga

Mientras el oficialismo se ocupa de tergiversar significado de palabras, conceptos y principios con el propósito de confundir para luego dividir y, más luego, descuartizar todo lo que irrumpa su marcha en pos de más poder, el país político sucumbe bajo las circunstancias. Los golpes propinados por las repetidas caídas, le ocasionaron más daños que lecciones aprendidas. Y aunque algunos factores de la oposición democrática lograron potenciarse, tampoco resistieron los embates a los que eran expuestos a consecuencias de la imposición de medidas gubernamentales escabrosas y despóticas. 

Esta, precisamente, es una de las razones que causó graves aporreos al proceso de gobierno. Proceso éste que había sido aplaudido por quienes creyeron en las bondades y alcances de un programa de gobierno que, establecería las bases de escenarios que garantizarían derechos fundamentales y libertades propias de un sistema político denominado “democracia”. 

Pero todo se desvaneció hasta que las realidades se vieron confrontadas. Particularmente, por promesas y compromisos que no pasaron de ser meras consideraciones dirigidas a ganar el espacio político necesario para imponer la revolución empeñada. También, para aplastar cualquier indicio de institucionalización que pudiera estorbar a planes estratégicos que iban más allá de las fronteras nacionales. Concebidos para tomar el terreno suficiente desde donde pudieran distorsionarse valores democráticos con sus agregados de libertades. De civismo, ciudadanía, moralidad y ética. 

Pero la inmediatez con la cual envolvían toda decisión, hizo que los yerros cometidos cundieran más intensamente la gestión publica pretendida. Así, la pretensión por hacer un gobierno apegado a promesas electorales que pecaban de inconsistentes, puso al descubierto las enteras y manipuladoras intenciones que los “revolucionarios” gobernantes no pudieron encubrir. A pesar del inmenso gasto realizado en comprar conciencias con franelas y gorras rojas. Así como con bolsas de alimentos escogidos a gusto de lo que su insolencia iba determinando. 

Luego de un tiempo, no pudieron correr la arruga que provocó tanto desastre junto. La paciencia social, rebasó los límites del silencio impuesto con amenazas y violencia. Bastó que el gobierno se negara a alinearse a preceptos constitucionales que ordenaban derechos humanos y deberes inalienables, estallara en protestas que hasta el día de hoy han ocupado el espacio de luchas y clamores que necesita reivindicarse a favor de la institucionalidad democrática. Ya el pueblo comenzaba a cansarse de maltratos, de represión. Se había debilitado por causa de un insomnio producido por la aniquilación de legítimos sueños  de vida, progreso económico y ascenso social.

El régimen siguió transgrediendo grosera y descaradamente la Constitución Nacional. Se permitió validar su condición de tiranía lo cual incitó un rechazo no sólo nacional al fascismo de nuevo cuño practicado. También internacional, valiéndole el cuestionamiento y acusación de instancias legislativas, jurídicas, académicas, gremiales tanto como de gobiernos demócratas. 

Ahora la desesperación por salir airoso de tal embarro, tiene al régimen sin la posibilidad de cuadrar formas legales para mostrar otro talante distinto del dictatorial. Contrariamente a ello, todo le sale retorcido. Y aún así, su obstinación y terquedad sigue siendo estructural. 

Podría decirse que la errada dirección de gobierno asumida en los últimos años de la segunda década del siglo XXI, hizo que se enfrascara en solventar un problema que sólo el régimen pudo crear. Pero que no pudo evitar y menos superar, dada la ineptitud, la soberbia y la testarudez. Así que con el acompañamiento de tantos antivalores juntos, el régimen plantea ilusos compromisos en el fragor de procesos sociales tan exigente como el de esta Venezuela salida del engaño socialista. Tan serio problema de imposible escape, fue intentar el desenredo de las crisis que hoy sumieron al país en el mayor desbarro de su historia. Es algo así como resolver la cuadratura social del viciado círculo político.

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