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Opinión

La desconexión del liderazgo político: Una fuente inagotable de depresión para los ciudadanos, Por Coromoto Díaz

La desconexión del liderazgo político, es una fuente inagotable de depresión para los ciudadanos.

Enfrascados en batallas electoreras, tratando de sacar tajada de algo o recibir migajas controladas de poder, así como cada una de las negociaciones oscuras a espaldas de la sociedad, siguen quebrando la escasa confianza que la población tenía en el liderazgo opositor en Venezuela.

Para diagnosticar los niveles de depresión social, que sufre el venezolano, basta con mirar y preguntar al ciudadano de a pie, que cotidianamente lucha por sobrevivir en un país arrasado y arruinado desde sus cimientos. Las razones son obvias, y están a flor de piel: coronavirus, crisis económica, violencia incontrolable impulsada por el propio Estado, miedo al futuro. Según los expertos en psiquiatría, “las cuatro situaciones que motivan la depresión son las de pérdida, la sobrecarga, el aislamiento y el cambio”. Todas se están vivenciando a la vez, y de una manera exacerbada.

Lo que es inexplicable, es la conducta de los dirigentes políticos, que deberían ser referentes en un momento tan duro como este, y por el contrario, se han convertido en una fuente más de alimento para la depresión de los ciudadanos.

Todo apunta a que la cosa ha empeorado y el espectáculo de la clase política agudiza los síntomas de desánimo.

“Ahora mismo hay un ambiente de descrédito de la política igual o peor a la vivida en el año 1998, cuando Chávez irrumpe en el escenario político venezolano, donde la gestión política de la crisis y el estallido de la corrupción, dio como resultado final, la entrada triunfal de una revolución aún más corrupta y criminal. Hoy Venezuela está sumergida en un clima de desautorización de la política y de desesperanza derivada de la crisis sanitaria y de la conducción errática de una dirigencia no menos corrupta que la del mismo régimen.

Nos ha bastado dos mes del 2021 para aumentar aún más la desilusión con la que fue enterrado el 2020 pensando ingenuamente que no podía llegar un año peor. Cada mañana el venezolano se despierta con una noticia más descorazonadora que el día anterior. La impotencia y el hastío, más contagioso que el covid, se va apoderando incluso de los optimistas por naturaleza. “Solo falta que nos invadan los marcianos…” retumba en el imaginario del ciudadano.

“Hay una pérdida de confianza, pérdida de trabajo, pérdida de expectativas… La sobrecarga genera incertidumbre, no saber qué va a ocurrir. Aislamiento, el caos de una dolarización de Facto, y ni hablar de los apoyos internacionales que se han ido perdiendo, ante tanta improvisación, mentiras, manipulaciones y negociaciones oscuras. Hay cambios de toda índole, las cosas cambian constantemente, te cuesta estar al tanto hasta de las las normas que te rigen como sociedad, visualizando ese contexto que es el caldo de cultivo perfecto.

En esta situación, miras a los políticos enfrascados en batallas de partido, tratando de sacar provecho de la crisis inoculada, y te das cuenta de que siguen quebrando la escasa confianza que la población tenía en ellos. Hoy se echan en cara unos a otros quienes se han lucrado más, mientras el ciudadano, ni tan siquiera ve la luz al final del túnel, ese mismo ciudadano que mira atónito, como el gobierno y secuaces se vacunan saltándose la cola, de quienes tienen la sagrada misión sanitaria.

Que “la depresión es una pandemia” tan mortal como el propio virus, es lo primero que se le viene a la cabeza al venezolano de a pie, en cada rincón de la VENEZUELA profunda.

“Venimos de una crisis económica, estamos en la crisis sanitaria y la próxima crisis será la de la SALUD MENTAL. No me atrevo afirmar de manera categórica, si en la depresión influyen los políticos, pero en una sociedad desesperanzada hay evidencias de que no están a la altura”. Pero independientemente de las hipótesis, análisis u opiniones que cada uno pueda hacer, al final los políticos son vistos como parte del problema. La fractura social influye en esa desesperanza. Con respecto al pasado, observábamos proyectos en común que ahora no existen, la fragmentación está ahí y la desafección lo impregna todo.“

Desde el punto de vista de la subjetividad, emocionalmente la situación se percibe peor cada mes.

Una depresión colectiva agravada por el mal comportamiento de los políticos, que en lugar de presentar soluciones se les contempla como causantes o cómplices de la crisis.

Coromoto Díaz

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