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La inflación, el dólar y el colapso de los servicios públicos agobian a los venezolanos en medio del Covid-19

Han transcurrido más de 25 semanas de aislamiento social en Venezuela y son indudables los impactos negativos del mismo, las familias venezolanas enfrentan a diario el deterioro en sus condiciones de vida, el colapso en los servicios públicos: salud, agua, electricidad, gas, transporte, internet; junto a los problemas económicos en medio de una inflación galopante, bolívar destruido y acelerada destrucción del poder de compra de los salarios.

El país atraviesa profundos desequilibrios fiscales, monetarios, cambiarios, entre otros, no podemos obviar que transita por el tercer año en hiperinflación, atravesando un proceso de depresión económica que destruye las capacidades productivas de la nación y la estabilidad emocional de las familias ante la incertidumbre que toda esta situación genera.

Agobiados por el repunte significativo de los precios durante el confinamiento en el país, las familias venezolanas ven cómo sus ingresos y salarios se desvanecen; siendo más significativo en el sector de los alimentos, los precios se cuadruplicaron entre marzo y el cierre del mes de agosto, la harina, carne, huevos, quesos, vegetales y hortalizas, reflejan un incremento de 4,5 veces de su valor, las medicinas, no se quedan atrás con los incrementos exponenciales que han experimentado.

La comisión de finanzas de la Asamblea Nacional (AN) presentó el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), el cual reveló, un alza en el nivel general de precios para el mes de julio de un 55%, la inflación anualizada en 4.099% y el acumulado enero-julio en 843,44%. Evidenciando el repunte de los precios en las últimas semanas.

El salario mínimo en Venezuela está destruido, no significa nada y apenas tiene un poder de compra que representa un 0,8% de la Cesta Alimentaria al cierre del mes de julio, colocando a los trabajadores, pensionados y jubilados en condiciones de vulnerabilidad, esta realidad incluye al sector público.

Los mermados ingresos de la mayoría de la población, impiden que las familias puedan adquirir los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas en sus hogares, la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) reveló que el 96,2% se encuentran en pobreza por ingresos, el 79,3% no tienen cómo cubrir la canasta alimentaria y el 45% de la población económicamente activa labora por cuenta propia, siendo este último uno de los grupos más afectados en medio del aislamiento social. Además no tenemos dudas que después del Covid-19 más familias estarán en condición de pobreza.

Durante las últimas semanas hemos visto la fuerte reacción del tipo de cambio, estos han sido momentos de gran angustia para los venezolanos quienes temen al impacto demoledor que tendrá en sus ya mermados salarios e ingresos, solo en estas 25 semanas trascurridas del confinamiento el dólar aumentó en un 325% aproximadamente con respecto al mes de marzo, cuando en el mercado paralelo el tipo de cambio rondaba los Bs.77.839 por dólar y el viernes 28 de agosto se cotizó en Bs.331.962,27 por dólar.

En Venezuela ante la ausencia de un mercado formal encontramos en el mercado cambiario paralelo un lugar de referencia del tipo de cambio, donde la mayoría de los agentes económicos transan sus operaciones de divisas, con una oferta que responde a sus expectativas de intercambio. En fin es el lugar más expedito para realizar las transacciones.

Es indudable la tendencia al alza que mantendrá el dólar en medio de fluctuaciones con respecto al bolívar y las implicaciones en los niveles de precios. Insisto en que urge un cambio de rumbo en el país que permita corregir los daños ocasionados por las nefastas actuaciones económicas del régimen. Venezuela tiene hoy una moneda destruida que nadie quiere poseer, ni transar con ella y quien la tiene rápidamente busca  gastarla o intercambiarlas por una en divisas: dólares, euros, pesos. para no perder poder de compra.

El aislamiento social producto de la pandemia del Covid-19, llegó en las peores condiciones sanitarias, económicas y sociales, impactando significativamente a las familias venezolanas en lo emocional, la angustia que viven diariamente para alimentarse, los apagones, la falta de agua, gas, internet y un sistema hospitalario en caos, los agobia.

La emergencia humanitaria compleja que atraviesa Venezuela se complejiza, en medio de perspectivas de una caída de la producción interna por séptimo año consecutivo, con magnitudes entre un 25 a 30% para este 2020 según cifras del FMI, la persistencia de la hiperinflación, incremento del desempleo, servicios públicos colapsados y el Salario Mínimo pulverizado, además la principal industria que aporta a la renta nacional mermada. Generando altos niveles de angustia y desasosiego en la población.

Aunque la pandemia Covid-19 le ha recordado a muchos sobre las razones de la presencia de los gobiernos en las economías y sociedades, en la Venezuela de hoy ocurre todo lo contrario y se padece el fracaso e ineficiencia de un régimen que destruyó sus instituciones, destacado por sus grandes abusos la corrupción, represión, control social y no resolución de los problemas de la población, ni propicia el bienestar de los ciudadanos.

El panorama actual es sumamente adverso para los venezolanos. Con un Estado que no posee los recursos económicos que permitan atender la pandemia, ni apoyar a las familias vulnerables, tiene grandes limitaciones para implementar estrategias que generen condiciones para sostener y estimular la actividad económica, y tampoco, definir incentivos a empresas que continúan operando, no puede reforzar ni ampliar la seguridad social debilitada en el país e indiscutiblemente esta limitado para atender eficazmente a los venezolanos que requerirán apoyo institucional y económico en medio del Covid-19.

Por Luis Crespo Economista, Msc. Moneda e Inst. Financieras, Prof. Economía UCV. @camberin

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