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Opinión

“La invisible Venezuela” (Hasta ayer desconocida) por Johnny Galué Martínez

Bancamiga

La primera impresión, superficial, el color y la forma de la ropas, la expresión del rostro, el modo de moverse, es la de una concurrencia de pobres. Quizás lo digo mejor, de “empobrecidos”. Las caras de la pobreza. Hoy, podríamos decir de la clase media empobrecida, los endeudados, los prejubilados, los fracasados o en riesgo de fracaso, pequeños comerciantes, obligados por las obligaciones a quedarse, obligados al cierre, artesanos, transportistas, “pequeños patronos” sin seguro y sin dinero para pagarlos, desempleados de larga y corta duración, ex obreros, ex empleados, que ya no pueden soportar, esta crisis inducida, trabajadores con contrato limitado, despedidos de las obras ya paradas o empresas ya cerradas.

Los rostros marginales en cada sector de la sociedad en Venezuela, aquellas que están “al límite”, las que hasta hace poco todavía, sutiles y sonrientes, hoy ya en vertiginoso aumento, con casi todas, las tiendas cerradas, las santas marías bajadas, formando un muro gris, que anuncia lo que viene. Y la “gente”, encerrada en sus carros. Como cuando uno se para, porque pasa un entierro. Y piensan “podría tocarme a mí…”. Levantan el dedo pulgar, no el índice, el dedo pulgar, como diciendo “aquí andamos todavía”, desde los carros, alguien respondía con el mismo gesto, y una sonrisa triste como preguntando ¿hasta cuándo?

La verdadera pregunta que hay que hacerse es, ¿por qué precisamente aquí? se ha materializado este “país de pobres” hasta ayer invisible. Pero sobre todo porque Venezuela, es el País más empobrecido de Latinoamérica. Donde la ruptura sobrevenida a consecuencia de la crisis ha sido más violenta. Las cifras hablan. Las actividades productivas como comerciales, están de luto. La Esclavitud, y la pobreza, también, están llenas de rencor, de rabia y a veces de odio. Porque, tanto una como la otra, no son nunca serenas. Nada que ver con la “hermosa Venezuela”, del periodo productivo, con el lenguaje del conflicto áspero pero sereno. Aquí, ha sido demasiado profundo el abismo excavado, en estos años, entre representantes y representados, entre el lenguaje que se habla en voz alta y el dialecto con el que se comunica la gente de abajo. Demasiado vulgar ha sido el éxodo de los valores, de los lugares donde está la vida. El dialecto, de los nuevos bárbaros, los que vayan al encuentro de esta nueva plebe. Pero sería una desgracia peor, un delito regalar a los centuriones del Socialismo el monopolio de la comunicación con este mundo.

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