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Opinión

¿La misma historia? Por Rafael Díaz Blanco

Nihil Nonum sub sole (Nada nuevo bajo el sol)

Venezuela es un país empobrecido. Hoy como nunca contrasta la riqueza mal habida de unos pocos, cercanos al poder, con la precariedad de existencia de las grandes mayorías que cotidianamente luchan por sobrevivir. Uno de cada cinco compatriotas, se han visto obligados a abandonar el territorio nacional. Nos encontramos en una situación inimaginable cuando Hugo Chávez llega al poder. Después de más de dos décadas, las propuestas político-ideológicas que promocionaba el socialismo del siglo XXI, han sido abandonadas dando paso a la formación de un Estado delincuente.

Desde hace años el rechazo popular al régimen es indudable. Amplio y variado el respaldo y apoyo internacional que recibe una oposición muy heterogénea. Al lado de una oposición nominal inclinada al colaboracionismo indigno, hay variadas posiciones que tienen como objetivo fundamental salir de Maduro, como paso fundamental para la reconstrucción de la tierra que nos vio nacer. Lamentablemente, los adversarios de Maduro se alejan, con frecuencia, de la unidad mínima indispensable para derrotar al régimen. Tenemos un liderazgo opositor muy disminuido, no siempre percibido claramente como tal por el pueblo y la comunidad internacional. El deslinde del régimen de muchos dirigentes y organizaciones no ha sido claro. Hoy, con los llamados “alacranes” y “enchufados”, son evidentes oscuras vinculaciones que durante mucho tiempo vienen condicionando las políticas de partidos opositores y organizaciones de la sociedad civil.

También debemos agregar las dificultades que sufre cualquiera que vive en Venezuela y sobre todo las derivadas de la estrategia del miedo y la represión generalizada que se multiplica en la medida que el rechazo al régimen se amplía y profundiza. La persecución, los presos políticos, su muerte en prisión, las violaciones continuas de derechos humanos son ya parte del sistema opresor.

Ante nuestra dramática situación variados han sido los caminos que los demócratas venezolanos hemos transitado y seguimos atravesando para salir de Nicolás Maduro. Nos referiremos a tres de ellos: el proceso ante la Corte Penal Internacional, el diálogo de México y las elecciones. Los tres pueden transitarse paralelamente y complementarse en determinadas circunstancias. Los tres tienen en común que se realimentan y requieren para su éxito del apoyo de la comunidad internacional.

Corte Penal Internacional

La Corte Penal Internacional es un órgano permanente, no dependiente de las Naciones Unidad, creado por el Estatuto de Roma en 1998 y vigente desde 2002. El tratado que le dio origen ha sido ratificado por 123 estados, entre ellos por Venezuela. Lamentablemente, no lo ha sido por Estados Unidos y Rusia. China y la India ni siquiera lo suscribieron. No es un tribunal ad hoc para un caso concreto como el de Nuremberg para los crímenes de la II Guerra Mundial o los de la ex Yugoslavia o Ruanda. Tampoco debemos confundirla con otros tribunales internacionales con sede en La Haya. La Corte Penal Internacional tiene vocación y aspiración de universalidad, actúa sobre la base del principio de complementariedad con las jurisdicciones nacionales.

Desde hace varios años se investiga en la Corte Penal Internacional, a solicitud de Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, la comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela de los que serían responsables Nicolás Maduro y de otros jerarcas del régimen.

El proceso avanza lentamente, pero mucho más rápido que procesos similares, aumentando cada día las posibilidades de un desenlace condenatorio de los enjuiciados.

Terminada la fase preliminar en diciembre de 2020, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional concluyó que existe fundamento razonable para creer que en Venezuela se cometieron crímenes de lesa humanidad al menos desde abril de 2017.

Lo que está ocurriendo en La Haya influye en el diálogo de México muchísimo más que lo que lo este afecta el proceso ante la Corte, aunque puede ser determinante para el proceso electoral que se desarrolla en Venezuela.

Consideramos que dictada una sentencia condenatoria estarían dadas las condiciones para proceder a su ejecución. No hacerlo, debilitaría el derecho internacional y reforzaría los caminos del terrorismo y la violencia por parte de los pueblos que sufren los atropellos del poder. Ejecutar la sentencia sería un avance en la vigencia y eficacia del derecho internacional humanitario cónsono con los nuevos tiempos. Indudablemente contribuiría a la globalización de la justicia Sería un adelanto importantísimo del derecho internacional de los derechos humanos desarrollado en América Latina particularmente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que no debemos confundir con el derecho internacional humanitario que se aplica a los conflictos armados.

Como diría Richard Goldstone: “Los gobiernos ya no pueden esconderse detrás de la soberanía nacional, pues saben que existen organizaciones internacionales y otros gobiernos que velan por la protección de los derechos de los ciudadanos de sus países”.

A nuestro juicio, la ejecución de la sentencia significaría el fin del régimen de Maduro, habida cuenta del apoyo interno e internacional con el cual contaría.

Diálogo

El diálogo es mirado en Venezuela con mucha desconfianza. No podría ser de otra manera con un régimen de la naturaleza del chavismo, con los fracasos de anteriores intentos y con un pueblo muchas veces desesperanzado luego de años de abusos, represión y empobrecimiento. Para muchos venezolanos de buena voluntad se trata de una farsa, de una conversación entre cómplices de los males que padecemos. Tampoco inspira confianza la diversidad de posturas en una delegación opositora tan heterogénea. Más que representar al gobierno interino de Juan Guaidó reflejan los intereses de los partidos que dicen apoyar al gobierno interino. También hay dudas sobre la actuación del mediador noruego.

Diálogo Gobierno y oposición

Siempre hemos creído en la necesidad de diálogo como base para una negociación, así como en las elecciones democráticas para salir del régimen. No obstante, también hemos sostenido la inexistencia de condiciones para hacerlo con resultados satisfactorios. Hoy, pudieran estar dadas las condiciones para una negociación fructífera. En todo caso no podíamos negarnos a participar. El diálogo de México ha sido promovido, apoyado y requerido por nuestros principales aliados internacionales cuyo apoyo es necesario para salir de Maduro. También ha sido una exigencia al gobierno de facto cuyas condiciones públicas para participar debieron desechar.

Sabemos que el régimen no está dispuesto a entregar el poder, pero tampoco puede negarse a participar en un diálogo. No hacerlo o retirarse sin razones aceptables pudiera significar la pérdida de alguno de los apoyos internacionales que lo sostienen, así como estimular intervenciones más agresivas de respaldo a la oposición venezolana por la comunidad internacional. La dictadura intenta desprestigiar el diálogo y retrasan su avance con variados recursos que incluyen mentiras y propaganda distorsionante de la realidad. Seguro ofrecerán cohabitación y buscarán como siempre dividir a la oposición.

Las conversaciones avanzan lentamente. Por ahora no han significado ni recibido una influencia importante en las elecciones y el proceso ante la Corte Penal Internacional como tampoco estos en ella. El diálogo pudiera alcanzar las condiciones electorales para participar en las elecciones con garantías que hoy no existen, pero también pudiera convertirse en un mecanismo para la colaboración indigna. No lo sabemos. Ya hablarán los hechos.

Elecciones 2021

Modernamente democracia significa estado de derecho y garantía de los derechos humanos. Es el gobierno de la mayoría con respeto de los derechos de las minorías. Implica sujeción de los militares al poder civil escogido por el pueblo. Supone la participación popular en las decisiones políticas mediante elecciones periódicas y alternabilidad en el ejercicio del poder. En Venezuela hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX para que fuese una constante los gobiernos presididos por civiles y la alternabilidad política. En el siglo XXI aún no ha sucedido. Lamentablemente, Venezuela llegó tarde al siglo XX como también con retraso ingresamos en el XXI.

Desde su acceso al poder el chavismo desarrolla un proyecto totalitario. No han alcanzado el objetivo, pero han avanzado en la conformación de un Estado delincuente. Para nosotros, ya en 2006 teníamos un régimen dictatorial. Sin embargo, el modelo que se instauraba no era el concebido como tal en el imaginario popular. Por un lado, la presencia de militares, la represión, la tortura y la violación de derechos fundamentales, las grandes obras, no eran visibles como había sido común en nuestras dictaduras. Por otra parte, eran frecuentes la realización de elecciones plurales de carácter plebiscitario poco usuales en nuestras experiencias dictatoriales anteriores. Tampoco la dirigencia del país calificaba al régimen de dictadura. Decían que no vivíamos en un régimen de libertades, pero no más. Se actuaba como si estuviéramos en democracia. como aun parece reflejar el comportamiento de muchos sobre todo en tiempos de campaña electoral. En síntesis, se sabía para dónde nos llevaban, pero se ignoraba dónde nos encontrábamos.

Al acentuarse las protestas y movilizaciones de calle comenzó a leerse en las encuestas la opinión de la mayoría del pueblo considerando que vivíamos en dictadura: Poco a poco, la dirigencia política opositora comenzó a utilizar el término, aunque seguía actuando como si la democracia permaneciese. Adicionalmente, las decisiones de la oposición democrática frecuentemente eran determinadas por dirigentes con vinculaciones importantes con el régimen. Muchos de ellos serían llamados más adelante “alacranes”.

Cuando se vive en democracia, los demócratas estamos obligados a participar en las elecciones. Por el contrario, cuando se llama a las urnas en dictaduras o en regímenes no democráticos, participar o no en los comicios, es un asunto de conveniencia. Será el análisis de cada situación concreta en función de poder poner fin al régimen o avanzar en dicho propósito lo que determinará la utilidad de la participación electoral.

misión

En la Venezuela del siglo XXI se han realizado elecciones de todo tipo. Ninguna llevó al cambio del régimen político. No ocurrió en 2007 cuando se derrotó la propuesta de reforma constitucional de Hugo Chávez. Tampoco en 2015 cuando la oposición democrática obtuvo una mayoría calificada de 2/3 en el parlamento, mucho menos, cuando el gobierno perdió las gobernaciones más importantes o las alcaldías de las ciudades de mayor población. Por el contrario, cuando reconocían la derrota, nombraban en inconstitucional actuación autoridades paralelas a las electas. Las denominaban de colonial manera protectores del pueblo invistiendo generalmente con tal condición a los candidatos derrotados. En esta oportunidad, probablemente, las disminuidas competencias de gobernadores y alcaldes terminen siendo asumidas por las llamadas comunas. En noviembre de 2021, una vez más, el resultado estará lejos de hacer realidad el cambio político. No conocemos razones que nos permitan pensar distinto.

En todos los procesos electorales el régimen ha violado normas constitucionales, legales y reglamentarias. En las primeras elecciones de este siglo, habida cuenta de contar con un respaldo popular importante, era suficiente para obtener resultados favorables al chavismo el ventajismo y el abuso del poder. Después, bastaba agregar la estrategia del miedo para impedir que el ya mayoritario rechazo popular se expresará electoralmente. Luego, para conservar el poder la represión selectiva comenzó gradualmente a hacerse generalizada. Se adulteraron abiertamente los resultados y la fuerza armada devenida guardia pretoriana se convirtió en el único sostén efectivo del gobierno.

Para el mes que viene se han convocado elecciones. Una vez más muchos venezolanos veremos unos comicios donde su realización y resultado dependerán más de las conveniencias de la dictadura que de la voluntad popular. Se trata de unas elecciones regionales las cuales generalmente tienen mucho menos participación e importancia que los procesos nacionales. Adicionalmente no podrán votar los millones de venezolanos que han emigrado. Tampoco tendrán mayor repercusión internacional habida cuenta de que la conducción del Estado se mantendrá en las mismas manos. No obstante, variadas son las posiciones que ha venido asumiendo la oposición como diferentes han sido la de los aliados del exterior. Dicho de otra manera, la unidad democrática mínima por alcanzar, en esta oportunidad no ha logrado siquiera la unidad electoral interna. Aunque en elecciones anteriores se demostró que era posible que la mayoría democrática y el rechazo al régimen se expresará en las urnas, el reconocimiento de la derrota no significó nunca que la dictadura aceptará la mayoría democrática adversa. Cuando ocurrió era un reconocimiento más formal que real.

Los promotores incondicionales del voto argumentan que es la única opción, pero nos preguntamos ¿es realmente una opción para salir del régimen o por lo menos acelerar su caída? Más allá del ventajismo (control del Consejo Nacional Electoral, inhabilitación de candidatos, uso de los recursos del Estado, persecución, violencia, etc.) y la alteración de los resultados ¿hay alguna garantía o por lo menos una posibilidad de que esta vez sea diferente? Las dos veces que el régimen ha reconocido un resultado desfavorable en una elección nacional, no ha aceptado sus consecuencias constitucionales. En 2007, cuando la mayoría expresada en referéndum rechazó la reforma constitucional, incluyendo la no reelección, continuaron realizando los cambios propuestos mediante leyes inconstitucionales y más tarde, aprobarían la reelección indefinida en una nueva e inconstitucional consulta popular. En 2015, cuando la mayoría democrática alcanzó en las elecciones parlamentarias las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, se cercenó la mayoría calificada y el ejercicio de las atribuciones del parlamento. Lo decidió un Tribunal Supremo de Justicia nombrado, en flagrante violación de la Constitución, apenas conocido el resultado electoral adverso. Una tras otra, fueron declaradas inconstitucionales las leyes sancionadas. Se impidió hasta la interpelación de los ministros. Finalmente, la Asamblea Nacional fue declarada en desacato y sustituida por una Asamblea Nacional Constituyente convocada también inconstitucionalmente y mediante fraudulentas elecciones. Ni siquiera una nueva constitución aprobaría.

¿Son las elecciones la vía constitucional y democrática para elegir nuestros representantes y gobierno? Ciertamente. ¿Quiere la gente salir de régimen mediante elecciones? Indudablemente. ¿Cuáles son las razones? Durante más de 40 años los venezolanos resolvimos nuestras diferencias mediante elecciones libres. Nos acostumbramos a hacerlo por la vía electoral. No obstante, una de las críticas de mayor entidad a nuestra democracia de fines del siglo XX fue haberla ido reduciendo paulatinamente hasta degenerar en una partidocracia electoral. Durante el siglo XXI se ha mantenido en buena parte de nuestra dirigencia esa visión restrictiva de la política que la reduce a lo electoral. Las elecciones terminan siendo una festiva carrera con aires premodernos para repartir el poder y participar en el botín mediante cargos o contratos para lo cual lo importante es ganar sobre cualquier otra consideración. Lamentablemente, muchos de nuestros dirigentes opositores no están en capacidad de concebir la política de una manera diferente. Por otra parte, las elecciones generan un circuito económico que en estos tiempos de empobrecimiento general son muy importantes para muchos. Las campañas electorales pueden significar por un tiempo la diferencia entre comer y pasar hambre, sobrevivir o morir. Para otros, una oportunidad de enriquecerse rápidamente. Para el régimen las elecciones son un intento de por alcanzar una apariencia democrática, de comprometer a la oposición, de obtener el reconocimiento como gobierno legítimo sobre todo de cara al exterior. Para todo ello es necesario la participación electoral opositora.

¿Se puede salir del régimen mediante las elecciones regionales? Por supuesto que no. No está en juego el poder, ni siquiera la presidencia de la república, mucho menos la jefatura de la fuerza armada. ¿Se puede avanzar en una estrategia electoral para en unas elecciones presidenciales salir de Maduro? En una democracia indudablemente. En la Venezuela dictatorial por ahora no existen condiciones.

Se dice que el pueblo quiere una salida electoral. Así es. Los demócratas siempre queremos una salida electoral. Pero ¿es posible realizar unas elecciones libres?, ¿están dadas las condiciones necesarias?, o ¿se trata simplemente de un reacomodo que lleva a la cohabitación indigna con la dictadura? o, más bien, ¿expresión de una dirigencia incapaz de ver en la política algo más que elecciones?

Por supuesto, las elecciones venezolanas han servido repetidamente para hacer evidente su carácter fraudulento, la carencia de respaldo popular al régimen, así como su carácter dictatorial. Dicha situación llevó al desconocimiento internacional de la reelección de Maduro y al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y más adelante presidente del gobierno interino. No obstante, Maduro se mantiene en el poder y la presidencia interina no ha podido asumirlo efectivamente. Se ha ido debilitando como era previsible al no contar con el respaldo de la fuerza necesaria para hacer cumplir sus decisiones en el territorio nacional. Asimismo, ha mermado el apoyo popular a Guaidó y en la actual campaña electoral, así como el diálogo de México, parecen estar orientados a dar por concluido el gobierno interino.

Ciertamente, hoy la realidad es distinta a la de años anteriores. La represión es generalizada. El número de presos políticos incluyendo militares rebeldes aumenta. Las víctimas de violación de derechos humanos son superiores. Los venezolanos que abandonan el país se incrementan diariamente. El empobrecimiento ha alcanzado cifras increíbles. La situación económica y social del país es catastrófica. El aislamiento internacional de Venezuela es evidente, sin embargo, hay una creciente dependencia del exterior tanto del gobierno como de la oposición. Por otra parte, la ayuda y cooperación internacional es indispensable para salir del régimen dictatorial y reconstruir el país.

Cuando preguntamos ¿por qué la oposición ignora las condiciones que antes exigía para participar?, ¿por qué siendo inconveniente hacerlo participa? No hay respuesta.

Es cierto que la campaña electoral sirve para movilizar la población, para crear un ambiente de sueños e ilusiones que no se corresponden con la realidad objetiva y se convertirán en una nueva frustración, para muchos en engaño, que alimenta la antipolítica y desesperanza que tanto ha favorecido a la dictadura.

Se ha argumentado que se trata de un necesario cambio táctico, no estratégico, en vista de no haberse alcanzado el cese de la usurpación como si el camino electoral durante mucho tiempo emprendido no hubiese sido igualmente insatisfactorio.

Pensamos que la participación electoral en esta Venezuela que sufre ha sido propiciada por la existencia de partidos estructuralmente clientelares donde a los dirigentes y caudillos se le presta lealtad y se le proveen servicios mientras éste garantiza sustento y posibilidades de participar en el eventual botín que la victoria electoral depara. Siendo las cosas así, las bases clientelares siempre reclamarán elecciones. Por supuesto, ese anhelo de unos pocos influyentes será manipulado como expresión de un pueblo que quiere elecciones para salir del dictador.

Las elecciones abren un circuito económico que beneficia a cuadros partidistas, operadores y dirigentes políticos, así como a encuestadoras, medios de comunicación, asesores electorales y publicistas. Y por supuesto a todos los que han contribuido a la victoria particularmente a los que lo han hecho financieramente. Participar puede para muchos ser la diferencia entre sobrevivir o no durante los meses de campaña electoral y posiblemente los siguientes.

En definitiva, se impone una la concepción de la política como botín, muy arraigada entre nosotros. Botín que con frecuencia se convierte en una cuestión de azar en un juego donde se rifa el poder. Así fuimos reduciendo la política a lo electoral y lo electoral a las encuestas. La política es como jugar al 5 y 6 tan popular entre nosotros por décadas.

No votaremos el 21 de noviembre, pero no participamos de campañas abstencionistas. Simplemente, ejercemos nuestro derecho a opinar y a no contribuir a lo que consideramos un error que favorece al régimen y promueve la inconveniente antipolítica. Consideramos que la participación electoral opositora en las elecciones regionales no legitimará democráticamente al gobierno de facto, pero nos preocupa que pueda ocurrir la deslegitimación democrática de la oposición participante cuando la gran mayoría de los venezolanos se abstenga de concurrir a las urnas.

rafidiaz2000@yahoo.com

@rafidiaz

alzandolavoz.wixsite.com/rafidiaz

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