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Opinión

La paradoja de una ley de educación universitaria

La política que busca ejercer el  régimen autoritario venezolano, se pasea por paradojas que le sirven para chantajear o engañar a quienes puede seducir. Generalmente, ilusos de vocación, holgazanes de causa y furibundos de oficio. Para ello se vale de paradojas que, como venenosos rompecabezas, contradicen la lógica que exhiben sus grafías, símbolos o perfiles. 

Desde que el régimen -a través del Consejo Nacional de Universidades- hizo un llamado a que se realicen “encuentros tipo foro o asambleas para recoger los puntos más resaltantes” que puedan enriquecer una estrategia dirigida a la construcción de una Ley de Educación Superior, la comunidad universitaria nacional se puso en vilo. 

Aunque ya nada sorprende en Venezuela. Sobre todo, cuando el régimen intenta encandilar con una narrativa de Perogrullo mediante la cual pueda justificar su papel de “encantador de serpientes”. Así que apoyándose en el poder como mecanismo de intimidación y con el recurso que le provee la simulación, sigue enmarañando a muchos y enredando a otros tantos. Todo, a costa de una tediosa y repetida palabrería de la cual se atreve a decir que constituye “diplomacia de altura”. Y que además, la ejerce a instancia de la “soberanía popular” que permite su aplicación en medio de las realidades que vive Venezuela. 

El régimen venezolano hizo de la paradoja su mejor artilugio para ejercer la política. Por tan soliviantada razón, la gestión política del régimen la fundamenta en el engaño. Por consiguiente, casi todo lo convirtió en un soberano absurdo. Actúa al mejor estilo del clásico cuento: Alicia en el País de las Maravillas. Es decir, todo ha sido lo que no es. 

He ahí la paradoja sobre la cual el régimen autoritario venezolano, enfoca su poder. O sea, lo que es, no podría ser. Pues lo que no ha podido conseguir, se habría convertido en diáfana realidad. Pero en un mundo al revés. Como el mundo que se empeñó en formalizar mediante el llamado “socialismo del siglo XXI”. O sea, en algo que ni es socialismo, ni mucho menos “civismo”. Apenas es un vulgar “populismo”. 

Descifrar las paradojas con las que juega el régimen para timar con torcida narrativa ante cualquier situación de inminente riesgo, obliga a entrenarse en los parajes que dan sentido a la película “Avatar”. O que es igual, a estar preparado para caer en la trampa creada alrededor de lo aducido por la Secretaría Permanente del CNU cuando, en carta dirigida a los rectores de universidades venezolanas, describe la intención de documentar todas las discusiones que deben realizarse  a los fines de asegurar la consistencia “(…) del proceso de construcción de la ley de educación universitaria como proceso participativo por aproximaciones sucesivas sobre la base del diálogo”.

Sin embargo, debajo de tan abrumador discurso, colmado de parsimoniosas y solapadas declaraciones, no es difícil descubrir el lado oscuro de lo que el régimen está persiguiendo de cara a endurecer su agenda-país proyectada para el lapso 2022-2030. 

El hecho de apostar la redacción de una nueva ley de educación universitaria, elaborada a imagen y semejanza de las patrañas hegemónicas del oprobioso régimen, es jugarse el derecho a perder no sólo “la autonomía universitaria”. Tal como fue deliberada por la comisión presidida por el ministro de Educación Dr. Rafael Pizani. Sancionada el 5 de diciembre de 1958 con el honroso nombre de: Ley de Universidades. También, partió de la necesidad de apostar al hecho de afianzar el conocimiento, organizar y sistematizar el funcionamiento académico, asegurar la viabilidad presupuestaria y garantizar la articulación e integración con las realidades nacionales, regionales y locales.

¿Pretender una ley sin más razón que la política?

La cobardía demostrada por el CNU cuando, contrario al proyecto de ley de Educación Superior aportado por la Universidad de Los Andes, (que tiene de suyo carácter orgánico), expone que “no existe ningún proyecto para la Ley de Educación Universitaria que aspiramos alcanzar”. Es negarse a cualquier posibilidad de abrirse al diálogo (democrático). Más aún, cuando el miedo en principio revelado, conduce a manifestar “no permitir que intereses ajenos introduzcan confusiones al respecto”.

Es posible concordar con la opinión emitida por la Secretaría Permanente del CNU, cuando alega la necesidad de “(…) presentar reflexiones sobre el momento histórico que atraviesa la humanidad y desafíos para la educación universitaria”. Pero no resulta propio del sentido académico que debe disponer la educación superior, caer en el peligro argumentativo de avenirse a pautas metodológicas articuladas con base en tramoyas políticas. 

Como dice el lenguaje popular: “por más que se tongonee, siempre se le ve el bojote”. Es lo que más rápidamente podría poner al descubierto el interés disfrazado de “amplitud” que emplea el régimen para sus marañas. Particularmente, en medio de la situación que convoca con el fin de hacer del conocimiento público “(…) el objetivo y carácter del proceso de construcción de la ley de educación universitaria”. 

Más, cuando según lo advertido de experiencias pasadas, sus aludidas “consultas” terminan en un todo reducido a nada. Haciendo uso del valor de las paradojas, busca acicalar sus llamados mediante rimbombantes metáforas que utiliza el régimen cada vez que dice “consultar al pueblo”. Y que lo hace. Pero a mitad de un tiempo cancelado, sin respeto a sus propias pautas. 

Nada habrá cambiado. La gestión del régimen, ha de seguir un curso determinado por mentiras, envidias, odios y resentimientos. Lo que hay en el fondo de situaciones así confabuladas, es el de mantenerse gobernando. O sea, perseverar el poder a costa de todo. 

La truculenta idea de formalizar otra ley de educación universitaria, sólo obedece al propósito de acoplar la incapacidad del régimen al estado de negligencia provocada al cual ha llevado a Venezuela. O sea, tomar lo que queda de la universidad autónoma, crítica y emprendedora para someterla por la inercia de la inacción al atraso. 

Para ello, el régimen busca que las universidades sean el anclaje para la transición hacia el socialismo. Por tan impúdica razón, se plantea envilecer su importancia mediante el sistema de las 3R: resistencia (política), regeneración y radicalización de la revolución.

Así, seguirá arraigándose la peor crisis conocida por la historia de Venezuela. Aunque lo peor sucedería cuando al régimen le dé por jugar con el rompecabezas que le dispensa la incertidumbre y el desconcierto sembrado por el desequilibrio ocasionado (en todos los sentidos). Y que, por ahora, puede desentrañarse a través la paradoja de una ley de educación universitaria.

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