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Opinión

La revolución de las tinieblas Por Sociólogo Ender Arenas Barrios

Yo que por salud mental procuro no ver ni escuchar las diatribas de Diosdado Cabello en su programa de los miércoles, esta vez me conecté para ver lo que iba a decir con respecto al informe de la comisión que investiga la violación de los derechos humanos en el país.

Pero, no, esta vez no hizo ningún comentario sobre un informe que lo señala él como uno de los que ordena desde el poder qué opositor va preso y quien de ellos puede recibir las descargas eléctricas en los testículos.

El silencio no fue decepcionante, me lo esperaba y, como es su costumbre, se dedicó a insultar. Esta vez, su “victima” fue el presidente chileno Gabriel Boric a quien se cansó de llamar pendejo e idiota, porque este dedico una parte de su discurso en la Asamblea de la ONU a señalar la grave crisis humanitaria que padece Venezuela y como la migración masiva de los venezolanos ha afectado a toda la región y, en particular, a Chile

Lo de pendejo e idiota, tampoco me sorprendió. También es costumbre revolucionaria, desde los ya lejanos días de Chávez que el insulto fuese la manera de hacer política de la cúpula chavista, hasta convertirlo en el habla oficial del régimen.

El informe de la Misión Internacional Independiente de determinación de los hechos, comisión de la ONU para investigar la violación de los derechos humanos en Venezuela es un largo documento que expone la larga lista de delitos emprendida por el régimen: allanamientos, detenciones arbitrarias y, por tanto, sin orden judicial, prisión sin juicio, violencia sexual y de genero por parte de agentes del estado, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas,  tortura y tratos crueles e inhumanos.

Nada diferente al menú desarrollado por las dictaduras de Chile, Argentina, Brasil o Uruguay en el siglo pasado, donde el Estado rebasaba cotidianamente los limites de su acción y esto era asumido por los represores gobernantes como “razón de Estado”.

Obviamente se puede pensar que la denuncia de la violación de los derechos humanos en el país no resolverá los problemas, pero conforman un extraordinario argumento para revelarse, sino, observen los sucesos actuales de Irán, en la que el crimen de una joven por la policía moral del régimen por no llevar correctamente el velo islámico ha producido centenas de manifestaciones de mujeres, incluso de hombres, gritando: justicia y libertad.

El régimen hace esfuerzo por individualizar el asunto de los Derechos Humanos. Por ejemplo, la narrativa construida en torno al crimen del concejal Fernando Alban, inicialmente, denunciado por el régimen como suicidio y, finalmente, se vio obligado a inculpar a los funcionarios encargados de la custodia y traslado del concejal a los tribunales de homicidio culposo. Los, funcionarios Miguel David Dos Santos Rodríguez y Keibert José Cirelli Moreno fueron condenados, inicialmente a 5 años y 10 meses, luego la condena fue reducida a 2 años y 8 meses de prisión. Finalmente, los dejaron en libertad.

 Los casos de Acosta Arévalo y Juan Pernalete ha sido tratado como acción individual llevada a cabo por funcionarios de bajo rango.

Este esfuerzo en todos los casos de violación de los Derechos Humanos tratándolos como violación de los derechos individuales de las víctimas es un esfuerzo por desvincular los Derechos Humanos de la política.

En esto, como en casi todo, el país ha carecido de una oposición que trate el problema de los Derechos Humanos como un elemento constitutivo esencial de la política y que debe ser atendido como una agresión, no a tal individuo o tal líder, su carácter sistemático está dirigida a toda la sociedad.

Finalmente, después de haber sufrido estos veinte y tantos años de “revolución” llegamos a la conclusión de que después de tantos aspavientos con aquello de que la revolución bolivariana era profundamente humana ha resultado que su historia en el poder lejos de ser humana con respeto a los derechos de sus ciudadanos es profundamente oscura y envueltas en tinieblas.

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