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Opinión

Lo que nos cuenta la vida Por Antonio José Monagas

Se dice que la vida no cuenta el camino andado, sino las huellas que se han dejado. Por eso, el poeta español, Antonio Machado, escribió “caminante no hay camino, se hace camino al andar”Y es porque el camino de la vida se deja atrás. Sus marcas nunca más volverán a pisarse o repasadas. Tal vez ni notadas, pues como refiere el poema sobre la vida, no hay camino andado. 

Cada quien construye el suyo y es único. Las huellas dejadas, semejan “estelas en la mar” que rápidamente se desvanecen. Es como en el mar. Sólo queda la espuma de la ola al romper contra la arena. 

Es un silogismo. El argumento habla del sentido de la vida. Es referirse a la libertad sobre la cual se moviliza el hombre cuando incursiona su propio camino. Al surcar su propia vida. Así esculpe el destino el que luego hablará del camino recorrido. 

Y aunque todo transcurre tan rápido, todo se registra. Pero no sólo para el recuerdo. También para que sea emulado el caminar, al hurgar el camino trazado. Detrás, todo pregona un cambio soportado en la igualdad, la solidaridad y la tenacidad de la acción emprendida.

Dicho esto de otra manera, es el sentido de la vida que prima y priva cada paso signado por el andar del hombre mientras va haciéndose camino. Camino de vida. Camino que pertenece al tiempo. El tiempo define el camino por donde el hombre decide su andanza. 

Por eso hay que manifestar que es mejor caminar libre de toda carga que apesadumbra el paso. Aunque el caminar se aligera andando al ritmo del tiempo. Pero sólo, cuando el tiempo se acopla con la humildad. Es ahí cuando la fidelidad, la honestidad y la dignidad, se conjugan para insuflar la sapiencia necesaria y eludir cualquier apasionamiento que interrumpa no sólo el tiempo de camino, O de vida. Además, la libertad de tomar el camino que habrá de definir el trazo de vida escogido.

La Biblia lo advierte. Exalta que “hay tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el cielo”. Es la manera de hacer que fluya lo que la vida puede contar de toda persona. Y es la idea de estas líneas cuando intentan exaltar la vida de un hombre que hizo camino al andar.   

Jesús Rafael Boada García, nació para abrirse su propio camino. Supo plantar lo que su ascendencia Guaiquerí le dictaba al momento de sentirse avivado por el sentimiento de pluralidad humana que habitó en su ser. La dignidad y la probidad le proveyeron el impulso para destacarse como venezolano íntegro que supo demostrar que bien cumplió con la mejor tenacidad y actitud de hombre de palabra, acervo y dedicación.

Es posible hablar de Jesús Rafael Boada como “Rector de la Universidad de la Vida Merideña”.Mientras se destacó en labores que exigieron sus mayores aptitudes como profesional de la Ingeniería, aprovechó su profunda amistad con el Rector Magnífico, Pedro Rincón Gutiérrez, para brindarle a Mérida, su cara de ciudad universitaria y de ciudad urbanizada y ordenada. 

Fue tal el resultado de tan compenetrada dupla, que la Universidad de Los Andes se benefició en términos de su crecimiento. Tanto como Mérida, en aras de su desarrollo. De ahí nacieron urbanismos que le dieron forma a Sta. Juana, Los Sauzales, Humboldt, entre otros desarrollos habitacionales de menor tamaño situados a lo largo de su geografía. Pero igualmente significativos.

Mérida, Entidad de Ahorro y Préstamo, Merenap, de cual Boada fue su presidente-fundador, como de Corpoandes, del cual fue su Gerente General, como del CIDIAT-ULA, del cual fue su Director. Igual de la APULA, de la cual fue su Presidente, y del Banco Obrero, del cual fue su Director-Gerente, fueron instituciones estas protagonistas de la consolidación de Mérida como ciudad referente del Occidente venezolano. 

Más allá de lo que todo ello significó para refundar otra ciudad que creció en lo académico, lo urbanístico, lo habitacional, lo institucional y lo empresarial, la vida de Jesús Rafael Boada le imprimió a Mérida el toque de gracia que siempre ha merecido detentar. 

Acá, cabe un llamado a la gratitud. A manera de separar el privilegio que resulta de  beneficiarse, del derecho de disfrutar lo que se tiene, es la razón por la que vale manifestar la gratitud como señal de almas nobles.  

Es decir, el privilegio de ser Mérida la ciudad que pudo reedificarse luego de lo que el binomio Boada-Rincón logró capitalizar mediante prolíficas ideas y gran entusiasmo, del derecho que el merideño tiene a sentirse agradado y beneficiado de vivir la magnificencia de tan nobles regalos. 

Y aunque hay días en que todo hombre pasa por días cambiantes, propios de la naturaleza humana, que lo hace sentir sorprendentemente “cosa vana, variable y ondeante”a decir de Montaigne, la vida de Jesús Rafael Boada García seguramente no escapó de ello. Pero igual certeza cabe reconocer, que vivió con la serenidad de la cual surgió el poder y la fuerza que lo indujo a ser un hombre de decisiones y acción. Sin que por ello su vida dejara de ser clara y abierta como río de amplio caudal. 

Sus razones se vistieron de perseverancia lo que definió el camino que anduvo en sus casi nueve décadas de vida. Fue así como supo enfrentar ese día en que la ventisca de la fría montaña se hizo cómplice de sus secretos. Fue el momento en que nada ni nadie pudo impedir que el cansancio jugara a ser su crudo final. 

Es la vida, es el camino construido sobre cada paso andado, aunque bajo todo el dolor del mundo. Es sencillamente, que de Jesús Rafael Boada García, lo que nos cuenta la vida.

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