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Opinión

Magisterio venezolano: Cuna de libertades Por Antonio José Monagas

(Al maestro, quien con su pasión libertadora, enseña cómo emprender la vida)

 

Aludir al concepto de “magisterio”, es esbozar el perfil del hombre en su proyección como valor y fundamentación del desarrollo y progreso de toda sociedad. Por eso cuando se habla de magisterio, se habla de libertad. Precisamente, porque en la libertad reside toda concepción y acepción que exalta al hombre como razón de cultura sobre la cual justifica su vida.

 

Este prolegómeno o breve prólogo a esta disertación que busca honrar al magisterio venezolano, tiene como razón destacar la figura del maestro en su dominio intelectual. Asimismo, en su compromiso social, cultural. Y desde luego, político. Particularmente, toda vez que las coyunturas de principios del siglo XX, exhortaron la fundación de la organización que enalteció su figuración como soporte de la democratización del sistema político venezolano. O sea, la Federación Venezolana de Maestros, FVM.

 

La Federación Venezolana de Maestros, surgió en respuesta al estado de necesidades que exponía el país en 1932. Fue instituida por el sentido de trabajo político, educacional y sindical del insigne maestro Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa. Hecho éste alcanzado, en compañía del combativo, brillante y laudable educador, Miguel Suniaga. 

 

Inicialmente, fue presentada como Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria. Aunque sus principios se correspondían con las exigencias de cambios que reclamaba la educación de entonces. Pero las realidades comenzaban a reclamar un nuevo modelo educativo motivado por las insuficiencias que venían arrastrándose desde el siglo XIX. Y por las cuales se habían acumulado ingentes deficiencias que originaron múltiples problemas que tuvieron graves repercusiones en la educación al amanecer del siglo XX. 

 

Esos primeros años, fueron tiempos de aguerridos problemas que incitaron la creación de nuevas instituciones que dirigirían sus esfuerzos a la formación de nuevos profesionales de la educación. Educadores que habrían de prepararse para atender otros niveles de educación. Ejemplo de ello, fue la instauración del Instituto Pedagógico de Caracas (1936). La apertura de seminarios y talleres dictados desde la Universidad Central de Venezuela con la idea de contribuir a mermar el influjo de tales problemas. 

 

Igualmente, se produjo el cambio de nombre de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria por Federación Venezolana de Maestros, FVM, lo cual amplió su rango de acción y atención al magisterio nacional. Dicho cambio más obedeció a una corrección de fondo, que a una corrección de forma.

 

Desde entonces, la vida de la FVM se convirtió en un peregrinaje de hechos constructivos, motivaciones educativas e ideales pedagógicos que tuvieron como propósito fundamental la concienciación de los maestros en torno a la misión que le corresponde a la educación en el contexto del desarrollo nacional. Bien lo expresó el Dr. Prieto Figueroa, cuando asintió “dadle al pueblo la capacidad de comprender y formular ideas mediante una educación igual para todos. Así, se realizará la democracia social bajo el comando esclarecido de los líderes de masas”

 

La FVM, en el transcurso de estos primeros 90 años, ha activado una lucha por el derecho originario que por naturaleza la vida le otorga al ser humano. Que es la libertad. Tan primordial derecho, induce en el individuo un espíritu que trasciende lo circunstancial para entonces escalar hacia la cima que levanta cada proyecto de vida. En lo alto de esa cima, cada ser humano se provee de las motivaciones propias que le inducen las fuerzas necesarias para hacer flamear la bandera de sus sueños y esperanzas. 

 

No hay duda de que el hombre, en palabras del maestro Prieto, “quiere la educación para su perfeccionamiento humano. Pero también, para incorporarse con habilidades más eficaces al servicio de los demás. Y con la educación, mejor que con ningún otro derecho para cumplir la tesis fundamental de las prerrogativas sociales”. 

 

Pues como igual lo manifestó Harold J. Laski (El Estado moderno. Sus instituciones políticas y económicas. Barcelona–España), “no existe ninguna división tan ineludible en el Estado moderno, como la que existe entre quienes tienen el poder de la cultura y quienes carecen de ese privilegio”. 

 

Y es porque dicho poder pertenece (por vocación, antonomasia y facultad) a quienes pueden comprender  y formular las ideas. Es decir, quienes tejen el magisterio: los maestros, la escuela y la educación.

 

Por eso, bien debe aceptarse y reconocerse que el trabajo desempeñado por la Federación Venezolana de Maestros, FVM, reivindica la herencia de precursores, libertadores y forjadores de democracia, civismo, urbanidad y civilidad. Más, cuando con el corazón en la mano, insistieron en legitimar los derechos que exaltan el valor fundamental de las ideas, del conocimiento y del saber. 

 

De ahí que cabe razón plena al declarar de cara al país político, social y económico, aunque en medio de conflictos que claman por las verdades, la justicia y los derechos del hombre, que es el Magisterio venezolano: Cuna de libertades.

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