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“Más sin embargo”, Por David Figueroa Díaz

Bancamiga


Hay personas que les gusta hablar de lo que no saben, y de manera habitual emiten opiniones acerca de asuntos que desconocen, solo con la intención de aparentar erudición. Las redes sociales están plagadas de ese tipo de opinadores, que les encanta hablar de todo; pero por lo general sus argumentos no resisten el más modesto de los análisis.

Abundan los autodenominados analistas políticos y aquellos a los que pudiera llamárseles espontáneos del lenguaje. Claro está, hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente, y que contribuyen con el mejoramiento de la expresión oral y escrita.

Desde que en 1994 comencé a escribir sobre asuntos lingüísticos, he tenido el cuidado de señalar que no soy catedrático de la lengua ni pretendo serlo; pero no soy un espontáneo del lenguaje, de esos que suelen hablar por hablar. No me avergüenzo al decir que solo soy un aficionado del buen decir, ni me sonrojo al afirmar que a lo largo de mi trayectoria he aprendido de los que más saben, y me he preocupado por hacer un buen uso del lenguaje que empleo, amén de que el conocimiento lo he compartido con los que constantemente se esmeran por aprender, para escribir bien y hablar de mejor manera.

Antes de entrar en materia, acuso recibo de una interesante inquietud que me planteó mi amigo Manuel Castillo, con quien suelo hablar de temas de cultura general, con énfasis en el lenguaje oral y escrito, sobre todo el que emplean los medios de comunicación, además de fútbol, del que es un gran conocedor. El planteamiento de Manuel lo comentaré otra ocasión, dado que amerita una respuesta que no deje lugar a dudas.

Hace algunos días leí en Twitter una publicación de un ciudadano que, por lo que pude apreciar, es uno a los que puede dársele el calificativo de espontáneo del lenguaje, dado que de manera burlona y sin ningún argumento sólido, cuestionó el uso de la expresión más sin embargo. No quise dejar pasar inadvertida la ocasión para hacer un comentario al respecto, en aras de disipar las dudas y confusiones que haya generado tal atrevimiento. Y digo que fue atrevimiento, toda vez que para hacer una observación no es necesario recurrir a la burla.

Es cierto que si alguien escribe la mencionada frase de esa manera y en ese contexto (con tilde en la partícula más), incurre en falta, pues lo correcto es sin el símbolo gráfico, ya que la intención es decir pero sin embargo, solo que algunos redactores no manejan con facilidad el tema de las palabras por la índole de la entonación, y en tal sentido, omiten la tilde cuando debe ir, y la colocan cuando es innecesaria.

Es menester aclarar que a la referida categoría gramatical se le coloca la tilde cuando es adverbio de cantidad, comparativo o ponderativo de cualidad: «Quiero más azúcar»: «En el nuevo empleo estoy ganando más dinero»; «El animador reapareció con más entusiasmo»; «Juan es más alto que su hermano Pedro»; «Él es el más alto de todos»; «Es más fácil de lo que yo pensaba», etc.

No llevará tilde cuando es conjunción adversativa, es decir, que tenga valor de pero: «Todos llegaron agotados por el largo viaje, e inmediatamente se fueron a sus habitaciones; mas (pero) yo no lograba conciliar el sueño»; «Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas (pero) David se fortaleció en Jehova su Dios (primer libro de Samuel, capitulo 30, versículo 6). El resaltado entre paréntesis es de quien esto escribe.

Por cierto, en la Biblia abunda el mas en sustitución del pero, y ello se debe a que su uso es en razón de gusto, y por esos los traductores se inclinan por la primera, que no se puede cuestionar desde ningún punto de vista, por aquello de que: «Entre gustos y colores no han escrito los autores».

Entonces, no es del todo cuestionable la frase que ha servido de título a este artículo, siempre que se tenga presente que cuando la nombrada partícula entra a conformar la frase equivalente a la conjunción adverbial pero sin embargo, no lleva tilde. No tengo dudas en afirmar que el ciudadano que la criticó no tiene muy claro el asunto, pues escribió algo así como: «Mi cara la primera vez que escuché un más sin embargo», e ilustró el contenido con un gato con cara de asombro, acompañado de emoticones que aluden risa.

Mi recomendación para los que les gusta opinar de todo y tachar errores en donde no los hay, es que no hablen de lo que no saben, para evitar que en el momento menos pensado, alguien los haga quedar mal.

David Figueroa Díaz

(Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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