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Opinión: A veces los perros que ladran, muerden Por Gustavo Brandt Wallis

Desde que pasé casi un año viviendo en New York a final de los setenta, comencé a seguirle la pista a Donald Trump, quien no obstante de no serme simpatico, no dejaba, y no deja de sorprenderme y admirarme, aunque aborrezca algunas de sus actitudes. En los 70 Nueva York era una ciudad acosada por el delito y en bancarrota, lo cual se veía en las calles y aceras, sucias y descuidadas. Todas las mañanas agarraba el metro en la estación del Gran Central Station de la calle 42, y observaba uno de los símbolos de la decadencia que afectaban en esa época a la gran ciudad, el Hotel Commodore. Este era una mole con las paredes sucias y despintadas, que con sus casi 2000 habitaciones había sido el más importante de la gran manzana, pero en ese entonces estaba cerrado y, prácticamente, se caía a pedazos. Era un paisaje deprimente, que junto a otras manifestaciones parecidas a lo largo de mí ruta matinal hasta Madison y la 58, me llevaban a pensar que tristemente esa ciudad estaba pasando sus peores momentos, como en realidad lo fueron. En ese tiempo,Trump era un muchachon de unos treinta años hijo de un constructor de apartamentos de clase media en Brooklyn, y que no era conocido a nivel nacional o mundial pero si localmente, y desde allí empecé a ver al personaje.
Ya en Caracas, de vuelta de mí pasantía en la ciudad que nunca duerme, me enteré y seguí los intrinculis de como el catire sin tener los centavos para ello, y solo armado con unos riñones de bronce, firmó una opción para comprar el vetusto Commodore, conseguir una exención tributaria por 40 años con la quebrada alcaldía de la ciudad, voltearse y asociarse con Hyat para comprar el hotel y hacer una remodelación de 100 millones de dolares, prácticamente sin poner un dólar. Es como decía un viejo amigo apureño, “el tipo es como para hacerse en los pantalones”, aunque la frase de éste era mas ordinaria y escatologica pero para no perder los pocos lectores que todavía me quedan estoy tratando de no escribir tantas groserias. En el año 80, el viejo Commodore se convirtió en el New York Hyat, y Trump en figura pública a nivel nacional, y ya en las grandes ligas de los negocios hizo de las suyas. Trump Tower, más Towers, casinos, quiebras, divorcios, nuevas esposas espectaculares, nuevos divorcios explosivos, mas bellezas, programas de televisión, se levanta de la quiebra, hasta asaltar el partido repúblicano, lograr la nominación aunque nadie lo quería, y alzarse con la Presidencia de los Estados Unidos. Arrogante, pendenciero, grosero y sin modales, pero efectivo, y paradigma del americano. Logra lo que se propone y se empeña en hacer, cuando, como y de la forma que quiere. Es efectivo y no efectista, y al final, nos guste o no, es sorprendente y admirable. Al mismo estilo de Roosevelt que estando en silla de ruedas sacó a los Estados Unidos de la gran depresión, se levantó del golpe de Pearl Harbor, y emulando al Cid Campeador, se impuso en la segunda gran guerra después de muerto.
Sí bien hay un viejo dicho que dice, perro que ladra no muerde, como toda regla tiene sus excepciones. Los Dóberman ladran y muerden, y yo lo se por experiencia porque un bicho de esos me mordió una nalga a los cinco años, y el Trump es como los Dóberman, ladra y muerde. El tipo está empeñado en sacar a Maduro y los cubanos, y al final hay que verlo porque logra lo que se propone, y no se preocupa por pendejadas como las vainas de la Pelosi, pero sí se ocupa de lo que considera importante, y mientras se tomaba un café se raspó al general Iraní que lo tenía a monte.
Ayer, nos volvió a apoyar a los venezolanos en nuestra lucha contra la tiranía que nos oprime, y no solo recibió a Guaido en su despacho, sino que le dio honores de Jefe de Estado, lo esperó en la puerta del carro, y nos dio un espaldarazo, y que aunque el tipo nos caiga mal, hay que agradecerlo, está resteado con nosotros.
Al final, yo no me hago ilusiones ya que el problema que tenemos es grave y complicado, pero el señor Guaido, lo sigo llamando señor porque continúa comportándose como tal, está haciendo su mejor esfuerzo y tenemos que seguir apoyándolo y no prestarnos como tontos útiles a campañas sucias contra el líder que tenemos, pensemos que es bueno o no, ya que finalmente es como dice la canción, “eso es lo que hay”.
Por último una recomendación no pedida para los diputados transfugas, ya que como decía mi padre un consejo y un vaso de agua no se le niega a nadie, no se gasten todos los centavos que les dio Maduro en camionetotas o viajes caros al exterior, porque no se sabe cuando van a tener que pegar la carrera, y las vainas en el exterior están bastante bravas, y a ustedes nadie los quiere. A lo mejor no pasa nada, pero ese catire del norte está furioso, y ese es como los Doberman, ladra y muerde, y uno nunca sabe.

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