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COPEI 74 años: No hay que celebrar Por Eduardo Martínez

Hoy 13 de enero, COPEI cumple 74 años de fundado. Las circunstancias han querido que no sea un día para celebrar.


Por una parte, el país se encuentra en el peor momento de su historia. La economía está destruida. Las instituciones democráticas han sido secuestradas por un régimen que se aprecia de controlar la totalidad de país.


El asalto a la Asamblea Nacional el 5 de enero, ha sido el zarpazo final a la institucionalidad. El TSJ es desde hace varios años, una extensión telefónica de Miraflores. La actividad castrense es manejada y apadrinada desde La Habana. En los cuarteles se habla ruso, iraní, chino, y cuando se habla en español, tiene un fuerte acento habanero.


Pero ese silencio impuesto, es transmitido diariamente a los venezolanos. Opinar, manifestar, protestar, escribir en las redes sociales, están sujetas al espionaje y escrutinio de salas situacionales que castigan con cárcel a la disidencia política.

Son más de una decena de miles de venezolanos los que están sometidos a cárcel, medidas sustitutivas, persecuciones, allanamientos frecuentes, seguimientos, prohibiciones de salida del país, y bloqueos para obtener sus documentos de identificación.

Como resultado, casi 10 millones de venezolanos han emigrado. Solo en Perú, para mostrar unas estadísticas confiables, el gobierno reporta que se en encuentran más de 600 mil venezolanos -la mayor parte jóvenes- de los cuales el 80 por ciento exhibe títulos universitarios. Una deserción que nos adelanta el grave problema que tendremos en un futuro cercano.
En el país, han vuelto a aparecer las enfermedades que nos había tomado más de medio siglo eliminarlas.

A la par que las enfermedades se vuelven epidemias, la atención asistencial está muy disminuida. Los médicos informan que no hay equipos en funcionamiento, ni implementos esenciales, ni el personal especializado necesario para atender a los enfermos.
El derecho al trabajo y a la educación, son una ficción escritas en los textos legales. La deserción escolar es muy alta, sobre todo en la primaria y en las universidades.

En la primaria, los padres no envían a los niños porque no tienen con que darles alimentos completos. De los que asisten, los maestros reportan que hasta un 30% de los niños -cada tanto- se desmayan por no haber comido.

En las universidades, la pirámide se ha invertido. Siempre había más estudiantes en los primeros años, que en los últimos. Ahora, luego de 21 años del régimen hegemónico, las autoridades universitarias reportan que hay más estudiantes en los últimos años que en los primeros. El ingreso de los estudiantes ha disminuido.

Y como un sándwich, en el bachillerato la deserción no es solo de los estudiantes. En muchos liceos públicos, no se cuenta con profesores para física, química y matemáticas. Lo que hace que los estudiantes -con pocas clases en un año- los aprueben por el simple hecho de estar inscritos.
En cuanto al trabajo, la economía informal ha desaparecido porque las personas no tienen efectivo para pagar lo que el buhonero le vende. Es decir, le vendía.

Esto ha logrado que la clase media se haya volcado sobre una buhonería de otro nivel, que acepta dólares, transferencias de bolívares y hasta transferencias de dólares a través de Zelle.

Esta modalidad comercial se ha especializado en los llamados bodegones, que no son otra cosa que simples “pulperías”. Lo que ha sido interpretado erróneamente como el inicio de una presunta “recuperación” económica en las navidades del 2019.
Otro aspecto del trabajo, es el derecho sindical. El régimen se ha subrogado la representación sindical. Ya no se celebran contratos colectivos. Se decretan aumentos y condiciones laborales según el interés de los gobernantes. Una parte más de la hegemonía del régimen.
Como consecuencia de todas estas situaciones, que no son todas ellas, el venezolano ve consumido su tiempo por la cotidianidad.

Los venezolanos emplean buena parte de su tiempo -que debería dedicarse al estudio o al esparcimiento- es devorado por la cotidianidad: Largas colas para adquirir gasolina, sacar pocos bolívares de las taquillas bancarias, comprar los alimentos básicos o adquirir medicinas; entre otros.

Por otra parte, está COPEI. Un partido con una historia de tres cuartes parte de un siglo, que a pesar de la tétrica realidad nacional, se encuentra ausente, dividido, intervenido, tutelado, separado, inoperativo, calumniado, enemistado, saqueado ideológica y patrimonialmente, etc., y casi siempre, a las puertas de un aparente suicidio colectivo.

No tiene sentido entrar en la diatriba de la dirigencia enemistada. Esa dirigencia es una minoría entre los copeyanos. La militancia los supera numéricamente con creces. Como ocurre en todos los partidos, donde un gran conglomerado de personas es conducido por un pequeño grupo de dirigentes.

Una militancia noble, comprometida, leal, que siempre asiste al llamado por las mejores causas, y que no tiene la culpa del caos institucional del partido.

Mientras que la élite dirigencial, que habla de la unidad superior de las fuerzas de la oposición venezolana, ha sido incapaz de entenderse entre ella.

¿Cómo se puede conformar una unidad entre diferentes maneras de pensar y concebir al país, que va desde la izquierda hasta la derecha, si no son capaces de entenderse entre ellos? ¡Esto es una vergüenza!.


“Por la justicia social en una Venezuela mejor”, cuando no hay justicia ni mejoría.


13 de enero del 2020

Carlos Luis Perez
Presidente de Copei- Portuguesa
Unido en esta oportunidad por Venezuela
Copei 74 años en busca de la Unidad

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