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Opinión: El Amparo pueblo de Dios hecho, un infierno, Por Diógenes Tirado

Nuestra tragedia social tiene unas dimensiones inocultables, aunque las autoridades del país, intenten manipularlas, El Amparo es una parroquia del municipio Páez, en el estado Apure. Esta cobra especial importancia por conectarse con Guadualito por su cercanía, y ser la segunda ciudad mas poblada de Apure, aunado a esto la población se encuentra al margen del rio Arauca frontera con Colombia.

Hasta hace unos años, el resto del país, solo sabia de su existencia, por la Masacre del Amparo del 29 de octubre de 1988, donde efectivos policiales y de la Fuerza Armada asesinaron a 16 pescadores, haciéndolos pasar por miembros de la guerrilla colombiana, que hoy opera impunemente en nuestro territorio.

Fue tan impactante este hecho, que el 10 de agosto de 1990, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, abrió el caso asignándole el número 10.602. El 12 de octubre 1993, la Comisión de conformidad con el artículo 50 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos publicó un informe en el cual se recomendaba al gobierno de Venezuela, para ese entonces presidido por Ramón J. Velásquez, que investigara y sancionara a los autores materiales, intelectuales y encubridores del hecho, a su vez que se indemnizara a las víctimas. Al no cumplir el Estado venezolano con la decisión de la CIDH, la Comisión presentó el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El 18 de enero de 1995, la Corte dictó sentencia. Debe destacarse que en fecha 1 de agosto de 1994, el Estado al contestar la demanda le informó a la Corte que aceptaba la responsabilidad internacional por la masacre, con lo cual el Estado venezolano admitió que los 14 pescadores fueron asesinados por funcionarios militares y policías, que se produjo una masacre y que no hubo justicia.

Esta historia, es una de tantas que se han hecho publicas, se puede asegurar con profundo pesar que hay muchas que han quedado enterradas por la fuerza del poder que hoy oprime a nuestro país, hoy El Amparo no es conocido por su capacidad productiva, por sus bellezas naturales, o por la calidad de su gente, somos solo un accidente para los tantos migrantes que huyen de Venezuela, y eligen esta frontera para salir del país, encontrándose con las complicaciones de las tantas trochas existentes, y el manejo de las mismas por los grupos irregulares que se aprovechan de esta situación para obtener dinero de las  familias que van en busca de un sueño llamado:  vida en paz.

Al cruzar el rio, nos encontramos con una realidad distinta, Arauca, una ciudad organizada dentro de todas sus complejidades, con aeropuerto que conecta inmediatamente con Bogotá y otras ciudades de Colombia, en el caso de Apure ni siquiera San Fernando posee aeropuerto,  el otrora existente ha sido gradualmente desmantelado y su territorio ha ido cediendo espacios para la construcción de viviendas mal hechas de la “Gran Misión Vivienda Venezuela”.

Hay que decir que Colombia, ha hecho de Arauca una ciudad productiva y digna para sus habitantes, con todas las deudas sociales que seguramente existen, al igual que el departamento del Vichada conocido como Puerto Carreño, frontera nuestra con la parroquia Codazzi, conocida como Puerto Páez, que es un alma en pena que navega sin dolientes en la pobreza extrema.

De tal manera que las ciudades colombianas muestran una vitrina de cierto orden y crecimiento para el futuro de sus habitantes, con centros de servicio de asistencia social, salud, transporte, en todos los niveles, y las nuestras son pequeñas poblaciones útiles para hacer parada y lograr escapar por pequeñas trochas, e incluso son lugares estratégicos para el contrabando, la extorsión, la prostitución y el trafico sexual de menores de edad, que pareciera va en aumento como un medio mas para resolver alimentos en medio de la galopante crisis que sacude al país.

El régimen nos condena a la miseria, aniquilando la educación, el salario, el trabajo, los centros de servicio, somos un país, con una crisis multidimensional, que va desde lo político, lo económico, social y se transversaliza  con lo espiritual, tocando fondo solo resistimos por obra y gracia del espíritu santo, que aun en los momentos de mayor complicación nos han levantado para dignificarnos e indicarnos que no perdamos la esperanza.

Hombres y mujeres de estas tierras tenemos todos  enormes desafíos por delante, que van desde organizarnos para recuperar la democracia y la institucionalidad del país a todos sus niveles, para finalmente el desarrollo armónico y sustentable de nuestros territorios, hasta en plantarnos con claridad personal y espiritual para no permitir que los egos, la mentira y el engaño avancen dándonos parcialidades, cuando lo que necesitamos es un triunfo total del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas.

Hoy los habitantes del amparo y de todo Páez,  debemos ser luz y verdad, para brillar hacia la nueva Venezuela que se aproxima.  

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