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Opinión: «El hoy occiso» y otras palabras del lenguaje policial venezolano Por David Figueroa Díaz 

Es encomiable que los periodistas empleen términos y expresiones que permitan el desarrollo y enriquecimiento de la lengua materna, además de que con ello demuestran su preocupación por usarla de la mejor manera, como debe hacerlo todo aquel que se precie de comunicador social. Pero a veces esa preocupación es exagerada, y por eso incurren en el uso de un lenguaje rebuscado, que se convierte en un mero prurito exhibicionista que raya en lo ridículo.

En el caso de los redactores de sucesos, ocurre que muchos utilizan las mismas palabras y expresiones todo el tiempo, a veces con muchos errores, lo cual evidencia que no han tomado en cuenta la función que deben cumplir ante la sociedad en la que les corresponde desempeñar su rol de comunicadores sociales.

Ese es el caso de Venezuela, en donde, con contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente, hay periodistas que, aun cuando son poseedores de una vasta experiencia, no se preocupan ni se han preocupado por leer para instruirse y para mejorar su escritura. Hay quienes se graduaron hace treinta años; pero eso no implica que tengan treinta años de experiencia, sino el primer año repetido treinta veces.

De eso he escrito en varias oportunidades, y hoy vuelvo sobre el tema, no con alusiones personales, sino como una forma de llamar la atención de aquellos que ejercen el noble oficio de informar, sobre todo los de las nuevas promociones, a quienes es más fácil persuadir de la importancia de escribir y hablar bien, habida cuenta de que un periodista es un educador a distancia, que debe poseer un bagaje de conocimientos, sin que esto implique ser un sabelotodo.

Es muy frecuente el sustantivo ‘occiso’ en el lenguaje policial, lo cual no tendría nada de malo, siempre que se lo usase de manera adecuada; pero ocurre que una considerable cantidad de redactores ignora que este término debe emplearse para señalar que alguien fue asesinado o falleció de forma violenta, lo que implica que occiso no es sinónimo de muerto.

La frase «el hoy occiso» se ha vuelto una especie de comodín para dar cuenta de toda clase de muertes, sin reparar en las circunstancias en que esas ocurren. Eso evidencia un lenguaje pobre y una falta de interés por instruirse para llamar las cosas por su nombre. Para ellos, todo muerto es un occiso, y todo occiso es un muerto.

De ese mismo tenor es el verbo ‘abatir’, que se ha convertido en el preferido de los cronistas de sucesos para relatar hechos en los que ha habido enfrentamientos entre policías y antisociales.

No sé si en otros países de habla hispana ocurra algo similar; pero en Venezuela, por ejemplo, es común leer u oír que «el delincuente cayó abatido cuando intentaba hurtar un vehículo en el estacionamiento (parqueadero) del centro comercial». De buenas a primeras, cualquier lector descuidado no notará que hay algo impropio, y es que caer lleva implícita la noción de abatir y viceversa.

Abatir es, entre otras cosas, colocar en forma horizontal lo que estaba vertical. En el caso de que la Policía o cualquier organismo armado le dé muerte a algún antisocial, de forma figurada podrá decirse que fue batido, tomando en cuenta de que este se encuentre de pie, como pudiera ocurrir. Se dirá entonces que fue abatido, y no que cayó abatido. Cabe acotar que abatir no es sinónimo de asesinar, como pudieran pensar algunos redactores.

Otra palabra de uso muy reiterativo es ‘sujeto’, utilizado de manera inmisericorde para señalar a las personas que incurren en acciones en contra de la ley, sobre todo aquellas que cometen hurtos, robos, violaciones; que trafican drogas o cometen otros delitos. Se les llama sujetos en el título de la nota, en lead, en el cuerpo de la información y hasta en el pie de foto (fotoleyenda), como si no tuviesen nombres.

El uso de sujeto estaría justificado siempre que se desconozca la identidad de los señalados; pero si ese no es el caso, sería una falta de conocimiento, profesionalismo y una falta de respeto, pues aunque hayan cometido un delito, se les debe tratar sin ofensas ni acusaciones, pues para estas últimas están los tribunales de justicia. Es una mala costumbre que se ha arraigado, y aunque sea difícil desterrarla, nunca estará demás decir algo, so pena de nadar contra la corriente.

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