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Opinión: El pecado que hemos pasado por alto, Por EL





Por más de un año el mundo ha sido puesto de cabeza. No por una tercera guerra mundial, ni por una catástrofe ambiental global como la que predicen los ambientalistas de nuestros días, sino por un diminuto agente, un virus de la familia Sars-cov2, al que, por su estructura tan particular, se le ha denominado Coronavirus.

Y el caos que ha producido este virus aún no se puede estimar. Las consecuencias económicas, políticas, sociales -sólo para mencionar algunas- no se pueden cuantificar aún. Sin embargo, es claro que ya estamos experimentando los efectos de la pandemia de muchas más maneras de las que imaginábamos como sociedad.

Ahora, es claro que nada de lo que ha sucedido desde noviembre del 2019, cuando cientos de científicos asiáticos estaban instándole a China a poner al mundo en aviso de la crisis sanitaria que estaban experimentando en la ciudad de Wuhan, ha sido fortuito. En otras palabras, nada de lo que ha experimentado el mundo con esta pandemia ha estado fuera de las manos del Creador. Y esto es lo que todo Cristiano debe tener muy claro puesto que las Escrituras no dejan esto en la oscuridad. Por ejemplo, cuando el rey Nabucodonosor quiso retar la revelación que Dios le había dado en un sueño sobre Su soberanía sobre los pueblos y naciones del mundo, y después de que Dios lo humillara convirtiéndolo en una bestia del campo por siete años, el rey de Babilonia tuvo que reconocer lo que había querido negar con estas palabras,

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Él hace según Su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga Su mano, y le diga: ¿Qué haces?

Daniel 4:35
Lo que Nabucodonosor tuvo que confesar es que no hay nada en el universo que haya ocurrido sin que Dios, el Creador, lo haya así dispuesto. Cada maremoto, cada inundación, cada muerte de hombres y bestias, y cada bendición y alegría que ha llegado a nuestras vidas lo ha hecho porque Dios así lo ha dispuesto. Y esta pandemia no ha sido diferente. Este coronavirus pudo haber sido creado en un laboratorio y pudo haber escapado del laboratorio por las razones que nos han revelado otros científicos, pero debemos admitir y creer que nada de lo que sucedió se le escapó de las manos a Dios. Él es el Rey del universo y sigue gobernando todo -permítanme repetirlo de nuevo: todo- lo que ocurre en el universo.

Pero, ¿por qué razón lo habrá hecho el Señor? Es decir, cuál pudo haber sido el propósito Suyo con esta pandemia? Bueno, eso si no lo sé. Sólo Dios es Dios y la Biblia nos dice que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29). Entonces, con respecto al decreto divino de que esta pandemia ocurriera debemos admitir nuestra ignorancia, aunque hay verdades en la Biblia que nos pueden ayudar a entender el propósito de Dios con el coronavirus. Y una de ellas es la que quiero tratar en esta entrada.

Dios usa Sus providencias para sacar a luz el pecado de Su pueblo

Una de las razones por las que Dios ha traído esta pandemia al mundo ha sido mostrarle a Su pueblo pecados que no han sido mortificados con el propósito de traer arrepentimiento a Sus vidas. La realidad es que hay pecados en los que profesan ser Cristianos que han estado ocultos a ellos mismos, pero que Dios ha revelado en sus vidas por medio de esta pandemia con el propósito de traer arrepentimiento y restauración espiritual.

Esto lo vemos, por ejemplo, en el mensaje de los profetas que Dios le envió a Israel. Una y otra vez Dios les dijo, por medio de algunos de ellos, arrepiéntanse porque traeré juicio sobre ustedes por causa de las maldades que yo conozco y que ustedes hacen en la oscuridad. Por ejemplo, por medio del profeta Ezequiel, Dios les reveló el pecado como causa del juicio que vendría sobre ellos,

7 Y me llevó a la entrada del atrio, y miré, y he aquí en la pared un agujero. 8 Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí una puerta. 9 Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen allí. 10 Entré, pues, y miré; y he aquí toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor. 11 Y delante de ellos estaban setenta varones de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía una nube espesa de incienso. 12 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra.

Ezequiel 8:7-12
Habían muchos en Israel que tenían pecados secretos; terribles abominaciones que pensaban estaban ocultas a Dios y a los demás. El mensaje que Dios les trajo por medio del profeta Ezequiel fue, en mis palabras: “No se engañen, yo conozco lo que ustedes hacen, yo conozco lo que hay en sus corazones, y el juicio que traeré sobre ustedes servirá para sacarlos a la luz.”

Lo mismo hizo Dios por medio del profeta Jeremías. Israel estaba ya en el cautiverio experimentando el juicio de Dios por causa de esos pecados que Dios les había revelado por medio de profetas como Ezequiel y de los cuales no se arrepintieron en el pasado y ahora se estaban lamentando: “¿Por qué nos pasan estas cosas? ¿Cómo es posible que estemos sufriendo todo esto?” Bueno, el profeta Jeremías, como la voz De Dios, les dijo

37 ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? 38 ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? 39 ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. 40 Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová; 41 Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos; 42 Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste. 43 Desplegaste la ira y nos perseguiste; mataste, y no perdonaste; 44 Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra; 45 Nos volviste en oprobio y abominación en medio de los pueblos.

Lamentaciones 3:37-45
Aún en el cautiverio y el pueblo De Dios seguí ignorando las razones por las cuales estaban ahí. Bueno, Jeremías les tiene que recordar la razón por la cual el Señor había traído tal tragedia a sus vidas. Ellos habían pecado contra Él y Él, que lo conoce todo, los llevó al cautiverio para exponer su pecado y buscar su arrepentimiento.

Lo mismo vemos en el Nuevo Testamento. En el libro de Apocalipsis el apóstol una tiene la majestuosa visión del Señor Jesucristo. Y una de las cosas que detalla en aquella visión fueron sus ojos los cuales describió así: “sus ojos como llama de fuego.” Lo que la visión le quería dar a entender al apóstol era la omnisciencia del Señor Jesucristo. Es por eso que cuando el Señor les habló a cada una de las siete iglesias en Asia menor les dijo: “Yo conozco tus obras…” (Apocalipsis 2:2,9,13,19; 3:1,8,15). Como el Amo y Señor de Sus iglesias, Jesucristo no sólo anda en medio de ellas, sino que las conoce perfectamente. Y conociéndolas así puede señalar sus pecados con precisión con el propósito de que se arrepintieran y volvieran al camino de la verdad.

Bueno, uno de los pecados que el Señor ha sacado a luz en los creyentes de nuestros días es la prontitud con la que prefieren desobedecer Su palabra para preservar su vida (y al final diré algo con respecto a ese temor).

Como Bautistas Reformados nosotros confesamos lo siguiente con respecto a Dios,

El Señor nuestro Dios es un Dios único, vivo y verdadero; cuya subsistencia está en Él mismo y es de Él mismo, infinito en Su ser y perfección; cuya esencia no puede ser comprendida por nadie sino por Él mismo; es espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros o pasiones, el único que tiene inmortalidad y que habita en luz inaccesible; es inmutable, inmenso, eterno, inescrutable, todopoderoso, infinito en todos los sentidos, santísimo, sapientísimo, lib´´primo, absoluto, que haces todas las cosas según el consejo de su inmutable y justísima voluntad, para Su propia gloria; es amantísimo, benigno, misericordioso, longánimo, abundante en bondad y verdad, perdonando la iniquidad, la transgresión y el pecado; galardonados de los que le buscan con diligencia, y sobre todo, justísimo y terrible en Sus juicios, que odia todo pecado y que de ninguna manera dará por inocente al culpable.

2 Confesión Bautista de Londres de 1689, 2.1
Nuestro Dios, como lo confesamos de las Escrituras, no sólo nos demanda a todos los creyentes total y absoluta obediencia, sino que también la merece. Él es digno para demandarla y digno para merecerla de parte de todas Sus criaturas. Por ende, no hay excusa que podamos darle para no obedecerle. Y uno de los mandamientos que Dios le ha dado a Su pueblo es el de guardar el Día de reposo reuniéndose con el pueblo de Dios para adorarle públicamente (Éxodo 20:8-11). En el capítulo 22, la Segunda Confesión de Londres dice así,

Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa están limitadas a un lugar, ni son más aceptables por el lugar en que se realizan, o hacia la dirección que se dirigen; sino que Dios ha de ser adorado en todas partes en espíritu y en verdad; tanto en cada familia en particular diariamente, como cada uno en secreto por sí solo; así como de una manera más solemne en las reuniones públicas, las cuales no han de descuidarse ni abandonarse voluntariamente o por negligencia, cuando Dios por Su Palabra o providencia nos llama a ellas.

2CBL 22.6
Bueno, lo que esta pandemia ha revelado es que muchos que profesan ser Cristianos están más deseosos de preservar sus vidas que obedecer al Señor. De nuevo, las confesiones reformadas entendían lo siguiente: “

Ahora, ¿cuál ha sido la respuesta de muchos creyentes para quedarse en casa y no reunirse con el pueblo De Dios cada domingo para adorarle como Dios nos lo ha mandado en Su Palabra? El amor al prójimo. El amor al prójimo se ha convertido en la excusa para que muchos Cristianos desobedezcan a Dios. Queriendo parecer valientes y amorosos muchos han apelado al segundo mandamiento. Sin embargo, olvidan que este es el segundo mandamiento. Es decir, hay un primer mandamiento, que el Señor dijo es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Y sabemos, por lo que también le enseñó el Señor Jesús a Sus discípulos, que amar a Dios significa obedecerle (Juan 14:15). En otras palabras, muchos han preferido violar el primer mandamiento por querer (si se puede decir “querer”) honrar el segundo mandamiento. Con respecto a esto Santiago dice: has violado toda la ley (Santiago 2:10).

Por el contrario, el segundo mandamiento sólo se puede obedecer si cumplimos el primero. No podemos decir que queremos honrar a Dios guardando el segundo mandamiento, si violamos el primero, que es obedecerle a Él sobre todas las cosas. ¡Eso es una locura! Pero, tristemente es lo que muchos están haciendo aún hoy, más de un año después del inicio de la pandemia, y con lo que sabemos del virus. No quiero llenar esta entrada de pruebas bíblicas, pero sólo para citar algunos pasajes que nos muestran que el primer deber del Cristiano es obedecer a Dios, leamos algunos de ellos,

12 Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; 13 que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?

Deuteronomio 10:12-13
Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días.

Deuteronomio 11:1
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.

1 Juan 5:2
Es claro, entonces, que el deber de todo Cristiano es obedecer a Dios en todo lo que nos ha ordenado y hacerlo, como dice Deuteronomio 11, “todos los días.” Los días de coronavirus no excusan al creyente de desobedecer al Señor en lo que Él nos ha dicho con respecto al cuarto mandamiento. Y sin embargo, es la excusa que muchas han usado para alejarse de la Iglesia por más de un año. “Es que no quiero contagiar a mis familiares.” ” Es que no quiero enfermarme.” Ninguna iglesia ha sido negligente en el cuidado de sus miembros. No creo que hayan habido iglesias que permitieran la entrada a alguna persona que estuviera con síntomas de alguna infección respiratoria. A los que están enfermos siempre se les dijo: “Quédese en su casa hasta que resuelva su cuadro respiratorio.” Y si han habido casos positivos por Covid-19 no creo que hayan habido iglesias que hayan permitido el ingreso de esas personas antes de que se cumpliera el período de tiempo establecido por las autoridades de salud de cada país.

Es claro, por las Escrituras, que el amor a Dios tiene prioridad sobre el amor al hombre. Y ese amor no está separado de obedecer la Palabra del Señor.

Ciertamente el mundo sin Cristo está terriblemente atemorizado de esta pandemia. Y su temor es el miedo a morir. La muerte es terrible para los que están sin Cristo porque hay una expectativa de juicio dentro de sus corazones. Cuando no hay esperanza la muerte es algo espantoso. Pero, lastimosamente este mismo temor e incredulidad es lo que hemos visto en muchos creyentes. Hemos sido influenciados por el mundo antes que por la Escritura; hemos cedido a la ciencia antes que a la Palabra de Dios, cuando la “ciencia del Covid-19” ha dejado claramente establecido que la mortalidad es bajísima (la mortalidad en Costa Rica, por ejemplo, se ha mantenido estable en 1.3%).

No hay, entonces, excusas para desobedecer al Señor. Ni siquiera el riesgo a morir. Si fuera así, entonces, nadie saldría de su casa. En Costa Rica la probabilidad de muerte por un accidente de tránsito es del 0,5%. Pero, esa no es excusa para salir en automóvil. Bueno, el riesgo de morir por Covid-19 tampoco es una excusa válida para no congregarse con el pueblo de Dios cada domingo. Y sin embargo, esto es lo que muchos han hecho. El Señor dijo,

22 …Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. 23 La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. 24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? 25 ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? 26 Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás? 27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. 28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. 30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. 31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

Lucas 12:22-31
Hay tantos Cristianos afanosos por su vida, temerosos de un virus que Dios en Su providencia ha traído al mundo, que han dejado de obedecer al Señor y en lugar de buscar Su reino y Su justicia, han preferido seguir al mundo en sus temores, temiéndole a los hombres antes que a Dios; temiéndole a la criatura -este virus es una criatura De Dios- antes que al Creador. Y de este temor debemos arrepentirnos también.

Temerle a alguien o a algo más que a Dios es el pecado que Dios ha revelado por medio de esta pandemia. Y muchos de nosotros debemos arrepentirnos de esto. La Biblia nos cuenta de ejemplos de hombres que ante la aflicción o el temor prefirieron honrar a su Dios. La historia De la Iglesia nos cuenta de historias de cuando los creyentes enfrentaron persecuciones y plagas y nunca dejaron de obedecer al Señor. En el siglo XVII en medio de una de las tantas plagas que afligieron a la ciudad de Londres, Daniel Defoe, un pastor, escribió lo siguiente,

Además, hubo personas que, a pesar del peligro, no omitieron asistir públicamente a los cultos de adoración a Dios, aún en los más peligrosos tiempos; y a pesar de que es cierto que muchos pastores cerraron sus iglesias, y huyeron, como hicieron otras personas, por cuidar sus vidas, sin embargo, no todos lo hicieron. Algunos se aventuraron a oficiar y mantener las reuniones del pueblo de Dios para orar constantemente, y en ocasiones predicar sermones o hacer breves exhortaciones al arrepentimiento y a la reforma, y esto entre tanto alguien viniera a escuchar. Los Separatistas hicieron lo mismo, aún en las iglesias donde sus ministros habían muerto o huído.

A Journal of the Plague Year.
Dios, entonces, ha revelado un grave pecado en muchos de nosotros: la prontitud que tenemos para desobedecer a Dios para preservar nuestras vidas. En el 2019 muchos decían: “Yo obedeceré a Dios aunque tenga que morir.” Lo mismo le dijo Pedro al Señor Jesucristo hasta que vino la prueba sobre la vida de él y los demás discípulos. Pero, hoy, a mitad del 2021 muchos ya no dicen lo mismo: “Prefiero mi vida que obedecer al Señor.” “Prefiero temerle al hombre antes que a Dios.” Esto lo ha revelado el Señor para que los verdaderos creyentes se arrepientan y vuelvan al camino de la obediencia. A muchos Dios les demostrará su incredulidad con el Covid-19; pero, para Su pueblo Dios quiere el arrepentimiento y la restauración espiritual.

Este es, entonces, el pecado que hemos pasado por alto pero que el Dios omnisciente que tiene ojos como llama de fuego nos ha mostrado en nosotros. Arrepintámonos para la gloria de nuestro Dios.

Quiera el Señor que esto sea así.

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