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Opinión: Equilibrio en el aprendizaje Por Juan Tomás Frutos 

De pronto algo nos cambió todo. Supongo que con esta frase tan contundente sabemos que hablamos de esa situación de alarma sanitaria que llegó con el Coronavirus y que nos mudó el universo conocido. En realidad, más que una transformación como tal lo que se trastocó fue nuestra perspectiva.

Nada será igual en esta sociedad líquida donde los conceptos de Estado, de trabajo, de familia, de presente y de futuro no han estado nunca tan en entredicho como ahora. El tajo que antes se nos presentaba como eterno ahora aparece fluctuante como una sombra que se mueve sin que sepamos aprehenderlo en su extensión, en su volumen y en sus posibles resultados.

El confinamiento que implicó el coronavirus supuso que nuestras concepciones de la vida fueran otras, que nuestros modelos de funcionamiento, de consumo, de producción, se introdujeran en unas sendas de las que tardaremos en salir y sin que seamos capaces de vislumbrar aún los nuevos procesos que se están gestando.

Nos podemos fijar en muchos puntos. Las crisis históricamente han golpeado de manera espectacular a la cultura. En este caso se han mudado costumbres. Lo telemático se ha apoderado de nuestro mundo hasta el punto de que nada será igual. Hemos descubierto que podemos interactuar con personas, con sus creaciones, con sus músicas, con sus pensamientos, y todo con la base de unas tecnologías que ya se habían adueñado de nuestras vidas y que, con este último trance, se han ubicado en el frontispicio de nuestro acontecer diario.

Durante semanas apenas hemos salido a la calle. Hemos contado y recibido la realidad a través de interlocutores, de intermediarios, de instrumentos telemáticos, de la televisión, de los relatos de otros mediante el cosmos digital. Los libros se han consumido de otra guisa, y, antes que eso, los hemos comprado a distancia, sin poderlos oler como se hacía antaño, sin mirar la portada y la biografía de sus autores, sin palparlos para tener una primera buena impresión. Ahora ese “tacto” ha venido de otra forma con lo que ello pueda suponer en el medio o largo plazo.

En paralelo, y eso es bueno, hemos tenido más tiempo de ocio para ver lo que sucede en nuestras vidas, en nuestros interiores, en nuestros colectivos, en nuestras sociedades… Hemos albergado más tiempo para amar y ser amados, para considerar cómo son nuestros itinerarios…

Asimismo, hemos meditado un poco más, con miedo, pero un poco más. Eso ha supuesto también el despertar para unos o el incentivar para otros todavía más las conciencias y las capacidades de gestar historias. Las inspiraciones han andado más sosegadas para dar con el blanco que a menudo aterra cuando queremos relatar algo. Estamos convencidos que pronto saldrán muchos guiones de películas, muchas historias sobre el acontecer experimentado. Ésta es la parte que hemos de considerar como positiva.

Afrontemos los cambios
Todo está por inventar o por volverse a gestar. Es algo que sabemos, que conocíamos desde hace unos años. Con la crisis sanitaria más importante del último siglo, una de las más relevantes de la historia del ser humano, todo se ha demostrado caduco y pendiente de reestructuración.

Parecía que algunas nuevas bases debían esperar. Hemos visto que no. Nos hemos comprobado, paralelamente, que somos capaces de afrontar esos flamantes paradigmas que se están produciendo y reinventándose. Somos fuertes, serenos, solidarios, con nuestras contradicciones, pero muy preparados para enfrentarnos a un futuro que prometerá porque creemos en él, y, fundamentalmente, porque creemos en nosotros.

Las reflexiones a través de la Literatura (un paraje en el que me muevo mucho) son más necesarias que nunca. Lo que habrá que ver es cómo conseguir que determinadas capas de población no se queden atrás, evitando que la asimetría del conocimiento se engorde en favor de unos pocos y en contra de los más desfavorecidos.

No olvidemos que las tecnologías no llegan por igual a todos los estamentos de la población, lo cual quiere decir que hay disparidad en los métodos de acceso a la información, en los sistemas de aprendizaje, en las opciones de lectura y en las posibilidades de escribir.

La prosperidad de las llamadas sociedades avanzadas tiene mucho que ver con los equilibrios en estos ámbitos. Ésta es una de las urgentes meditaciones. Así hemos de otearlo. En este plano abogaremos siempre por la universalidad del aprendizaje. Será maravilloso para todos/as.

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