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Opinión: La Primera Guerra Globalista año 1., Por Enrique López Alfonzo

El modelo chino no es cualquier cosa, es una forma muy inteligente (y maligna) de que el Capital pueda sobrepasar los límites que le impone la democracia liberal, sin destruir las corporaciones privadas (como el viejo comunismo). Los plutócratas lo aman y ya lo están importando.


La batalla comunismo-capitalismo nunca terminó. Hicieron creer al mundo que el fin de la Unión soviética y de la guerra fría suponía el triunfo definitivo del capitalismo sobre el comunismo, el “fin de la historia”, pero esta lucha ideológica no había terminado sino que estaba más viva que nunca, esta vez representada por los EEUU y China. EEUU y el capitalismo, China y el comunismo, dos bloques que se disputaban la hegemonía mundial en las instituciones -y fuera de ellas-, sucumbiendo finalmente el bloque capitalista al comunista.

China es quien tiene al frente de la mayor parte de las organizaciones mundiales vinculadas a la ONU a su propio candidato (baste el ejemplo de la OMS). Sin ir más lejos y sobre la OMS, repárese en que ya estamos situados en el modelo de sociedad china gracias a la respuesta internacional a la pandemia surgida ‘casualmente’ en el país asiático (confinamientos, pérdida de las libertades, sistema de vigilancia y control…). Esta respuesta es China, no norteamericana, y lo es porque China domina a la OMS y se sirve de ella para exportar su sistema dictatorial al mundo.

Porque China (el PCCh) tiene un objetivo y una misión, resarcirse de las humillaciones infringidas por las potencias en el siglo XIX recuperando así a la China imperial, aquella que dominará el mundo teniendo el papel central en el nuevo orden mundial, en el gobierno mundial. No en vano afirmó Xi Jinping que el comunismo “es la única vía” y que este debe ser exportado a todos los países del mundo. Así, mientras se nos hablaba constantemente del “sueño americano”, nada se nos decía del sueño que finalmente se iba a imponer que no era sino “el sueño chino”, aquel que pretende situar a China en la cumbre y a su modelo económico y social como el modelo mundial.

En efecto, con Trump terminará la guerra ideológica capitalismo-comunismo ya que este representaba el último obstáculo. Biden es el peón que faltaba en el tablero, y no es extraño que en su intervención mientras el Capitolio era asaltado (o defendido) repitiera una y otra vez dos palabras que van a ser claves en el nuevo mundo: el “bien común”.

China va a dominar el mundo con inversiones y proyectos internacionales como la nueva red de infraestructuras conocida como “la nueva ruta de la seda”, un proyecto de dominio ideológico y global como nunca antes se había visto. Además, liderará la revolución 5g y es ya poseedora de infraestructuras clave por todo el mundo. El objetivo final es borrar todo rastro del antiguo mundo occidental imponiendo así el nuevo orden y la nueva realidad.

Y es que el PPCh tiene un plan, y este conecta con los planes de las élites mundiales (Rockefeller, Gates, etc etc), unos planes que nos sitúan ante el fin del individuo como tal, ante el fin del individualismo y del capitalismo tal y como lo conocemos y en definitiva ante el fin de la libertad, asistiendo por contra al surgimiento de un sistema colectivista dictatorial mundial capitaneado por China asociada con las élites mundiales, con las grandes corporaciones.

Y si nada lo remedia, tan solo nos quedará el consuelo (aunque a buen seguro no suficiente): el consuelo de ser la última estirpe de librepensadores, la última estirpe de hombres libres.

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