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Opinión: Lecciones del repliegue político, Por Rafael Uzcátegui

Independientemente de la valoración que se pueda hacer sobre su actuación, que es tema de otro artículo, es una tragedia para todos quienes aspiramos al regreso de la democracia en Venezuela el actual repliegue del liderazgo político, lo que nos aleja de la posibilidad de una transición a corto plazo. Hemos sostenido que, frente a esta crisis de representatividad, será la sociedad civil la que tenga la difícil tarea, en este 2021, de hacer visibles las violaciones de derechos humanos y acompañar a los más vulnerables. Como esto nos pone como activistas en la mira de la represión, la intención de este artículo es desarrollar que parte de la estrategia utilizada contra la clase política pudiera ser utilizada contra los gremios y organizaciones sociales del país para lograr un efecto similar: La neutralización.

Para resumir, afirmaremos que el principal objetivo del autoritarismo es la separación de quienes lo cuestionan, enfocando sus ataques en erosionar dos dimensiones: Su legitimidad y su eficacia. Siendo así, creemos que durante el año pasado el gobierno realizó acciones, a diferentes niveles, para aumentar las contradicciones y fragmentación interna del ecosistema de partidos políticos ajenos al PSUV.  Las elecciones parlamentarias, entre otras metas, fueron usadas para avivar las diferencias internas y que los puentes entre ellas fueran dinamitados hasta el punto de hacer cuesta arriba, a corto plazo, la actuación unitaria promovida en ocasiones anteriores. Como sabemos la fórmula fue exitosa en sus propios términos, por lo que es previsible que toda o parte de ella sea trasladada a otros sectores. A continuación, algunas reflexiones sobre qué pudiera adaptarse contra la sociedad civil.

1) Identificación del hito disparador del conflicto: En el caso de la clase política fue la realización de elecciones al parlamento, que legalmente debían realizarse en diciembre de 2020, lo que las revestía de un argumento formal de difícil contestación. Se sabía que la decisión de participar o no participar dividiría al campo democrático en dos, por lo que contando con el tiempo a su favor y el mapeo de las debilidades del adversario se desplegaron acciones progresivas para profundizar la separación y agudizar las contradicciones. Finalmente se logró promover un tipo de participación que demandaba un sector que, convencido de la lógica de la transformación gradual desde dentro, asumiera la estrategia de mínima confrontación con el Ejecutivo. Las organizaciones de la sociedad civil debemos identificar qué hecho o suceso, con un nivel de legalidad que dificulte una reacción obvia, pudiera ser usado como herramienta para su división. Una posibilidad es la reglamentación y fiscalización de la recepción de fondos, la llamada cooperación internacional, para su funcionamiento. Al identificar el hito se debe decidir un tipo de respuesta que no termine logrando los objetivos de fondo del ataque, que es la división del todo en diferentes partes.

2) Proteger la identidad de grupo sobre la individual: El autoritarismo fue eficaz en estimular la adjetivación de las diferentes partes del campo democrático según la estrategia política que asumieran. La identidad primaria “opositor” quedó diluida en una serie de facciones irreconciliables, que incluso dedicaban mayor esfuerzo en descalificar a sus pares que a ganar adhesiones en función de sus virtudes propias. No se tuvo la suficiente madurez en reconocer que si todos coincidían en la necesidad de un cambio, cualquier camino que se escogiera para alcanzarlo era racional desde el punto de vista político, y por tanto legítimo en si mismo. Lo que podía discutirse en otros términos a cómo se hizo era cuál era potencialmente mas efectivo. En el caso de la sociedad civil se debe reiterar el trabajo en función de sus propios principios y nunca olvidar que la autonomía, que defendemos como parte del derecho a la libertad de asociación y reunión, puede implicar que se opte por transitar caminos diferentes en función de lograr las metas. En el caso del movimiento de derechos humanos habrá quien privilegie el cabildeo diplomático, la formación de nuevas organizaciones o la documentación de víctimas. O quien opte por asistir a todos los espacios de dialogo convocados desde el Ejecutivo y quien tenga reservas sobre no hacerlo. Pero a pesar de estas particularidades debemos defender a toda costa la noción de comunidad o movimiento que nos vincula, y que nos permite la actuación colectiva en caso de ser necesario. Todos somos sociedad civil o defensores de derechos humanos, sin adjetivos.

3) Disminuir las tensiones por la representatividad: El Ejecutivo sabía que había una tensión, a lo interno del campo democrático, por ejercer el liderazgo de la vocería opositora. Este antagonismo fue instrumentalizado para agrietar el campo democrático, ofreciendo oportunidades para los sectores minoritarios. La sociedad civil puede caer en la tentación de no cuidar la vinculación entre las partes y dejar de funcionar mediante mecanismos democráticos para la comunicación interna y la toma de decisiones. Hay que recordar permanentemente que ninguna actuación individual, por brillante que sea, sustituye la eficacia de la actuación colectiva. Hay que identificar los nodos de las posibles tensiones para encontrar maneras de canalizarlos: Centralismo de Caracas versus las regiones, Diáspora versus activistas en el terreno, organizaciones de trayectoria versus nuevas iniciativas, etc.

4) Defendernos lo necesario sin olvidar nuestro trabajo por los demás: Parte de los mecanismos implementados contra la clase política fue dirigir ataques contra líderes y organizaciones partidarias para ocuparlas en protegerse a si mismas descuidando las motivaciones de su labor, hacer política en sentido amplio. Los ataques contra la sociedad civil deben ser respondidos pronta y oportunamente, pero sin que esto debilite su actuación sobre sus beneficiarios y erosione la articulación entre las diferentes partes. Los casos concretos de agresión deben servir para divulgar un patrón de vulneración bajo el cual otros pueden ser potencialmente víctimas.

5) Evitar el maximalismo de las expectativas:  Un sector de la clase política prometió una serie de resultados (cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres) que no logró dosificar en logros progresivos y escalables, generando el escepticismo ante su incumplimiento. Las organizaciones de la sociedad civil, debido a que no aspiran la conquista del poder político, englobándolo todo en la narrativa de recuperación de la democracia y vigencia plena de los derechos humanos, pueden plantear objetivos realistas a ser alcanzados a corto plazo, sin sobredimensionar los alcances y eficacia de su labor.

6) Salir de las zonas de confort, construir y promover un discurso y una acción incluyente: Ante la fragmentación y la persecución los diferentes sectores políticos se atrincheraron en la circulación de mensajes para sus propias bases, mediante mecanismos donde no tuvieran controversia, que finalmente construyó un tipo de lenguaje que sólo dialogaba consigo mismo. La defensa de sus derechos civiles y políticos subordinó en un segundo lugar la reivindicación de los derechos sociales y los problemas concretos del venezolano ajeno a las organizaciones partidarias. Las organizaciones de la sociedad civil deben aportar a la construcción de una narrativa democrática que ponga en primer lugar las necesidades de la gente y que edifique la promesa de la Venezuela posible que sea tanto esperanzador como movilizador en tiempos de amplio escepticismo en la posibilidad de una transformación en el estado de las cosas.

Rafael Uzcátegui
Sociólogo y editor independiente
Coordinador General de Provea

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