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Opinión: Mea Culpa, Por Eduardo Fernández

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En 1953, en plena vigencia de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, Mario Briceño Iragorry, uno de los más lúcidos y esclarecidos pensadores democráticos de la época, publicó un ensayo al cual tituló: “La traición de los mejores”. En ese trabajo Briceño Iragorry se esmera en aclarar que: “Venezuela más que de acusaciones personales, está urgida de un ‘mea culpa’ colectivo” y agrega: “Hasta tanto no adoptemos una actitud humilde y serena frente a los problemas de la nación, no lograremos la claridad requerida para entender nuestra propia función social. Se necesita abrir un proceso de sinceridad y austeridad capaz de llevarnos a la salvación de nuestro propio destino histórico”.


Las palabras del gran pensador trujillano tienen una vigencia excepcional en la hora presente de Venezuela. Son palabras que resuenan en nuestros oídos: mea culpa colectivo, humildad, serenidad, claridad en el diagnóstico de nuestros problemas, sinceridad y austeridad. Podríamos agregar también las recomendaciones de otro ilustre venezolano, el general Eleazar López Contreras, que aconsejaba “calma y cordura” para abordar la crisis nacional.


Llegamos a esta locura del socialismo del siglo XXI gracias a la acumulación de errores cometidos por todos, por eso hace falta un mea culpa colectivo. Durante veinte años se ha pretendido imponer a Venezuela y a los venezolanos un modelo que ha producido una catástrofe inconmensurable: colapso de la institucionalidad democrática, desastre de la economía nacional, incremento de la pobreza, de la miseria, del hambre y de la desolación, aumento exponencial de la corrupción, colapso de los servicios públicos más elementales para una vida civilizada y un largo etcétera que sería muy prolijo enumerar.


Los responsables más directos de esa catástrofe harían muy bien en hacer un mea culpa. Pero más importante todavía sería que, con modestia y humildad, se dispusieran a contribuir para que la nación pueda superar la crisis espantosa que ese modelo ha provocado.


Del otro lado, los que hemos adversado al modelo propuesto, desde el primer día, hemos fallado ostensiblemente en no haber sido capaces de construir una propuesta alternativa y una estrategia adecuada para sustituir al socialismo del siglo XXI. También nosotros tenemos una enorme responsabilidad en la tragedia nacional: falta de unidad, políticas excluyentes, ausencia de claridad estratégica, errores en la conducción política, cultivo de una mentalidad violentista, golpista, militarista. Un sereno examen de conciencia y un mea culpa cargado de sinceridad serían aconsejables.
Todos somos necesarios para salir de la crisis.


Seguiremos conversando.

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