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Opinión: Osea, enserio y a un, Por David Figueroa Díaz


Es indudable que las redes sociales son de gran utilidad para los que de una u otra forma utilizan el lenguaje oral y escrito como herramienta básica de trabajo, sobre todo cuando en muchos países prácticamente los medios impresos han desaparecido.

En el caso de Venezuela y otras naciones de América, severamente afectadas por crisis económicas, el rol de los periódicos lo han asumido Facebook, Twitter, Instagram y otras, e incluso han invadido el terreno de la radio y la televisión.



Son sumamente útiles por muchas razones: por la inmediatez de la información, y porque para escribir en ellas no hace falta ser periodista ni gran conocedor de los asuntos gramaticales y lingüísticos, aunque muchos profesionales de la comunicación social y catedráticos suelen usarlas de manera habitual.

Por ser medio de comunicación, ejercen un inmenso poder inductivo, que hace que todo lo que en ellas se diga o se escriba, mal o bien, tienda a arraigarse en el vocabulario del común de los hablantes. Están plagadas de impropiedades idiomáticas, con casos excepcionales que se distinguen muy fácilmente.

Es justo reconocer que todo lo que se publica en ellas no es malo; pero hay que tener cuidado, pues el efecto pudiera ser igualmente provechoso que dañino.



Hoy voy a hablarles de tres casos de mal uso, dos de ellos convertidos en vicios casi indesarraigables, de lo cual he hablado en otras ocasiones; pero por la alta frecuencia con la que aparecen, es necesario decir algo una vez más, aunque sea nadar contra la corriente. Es justo señalar que a la luz de observaciones vertidas en este y otros espacios dedicados al comentario sobre el tema lingüístico, muchos usuarios habituales de la lengua han disipado sus dudas y han adquirido facilidad en el manejo del lenguaje que emplean. Eso es satisfactorio y estimulante.

La «reina» de esas palabras y frases mal utilizadas es, si dudas, osea en lugar o sea. A muchos se les ha olvidado que para plantear dudas y para introducir consecuencias, se debe escribir o sea y no osea, como por ejemplo: «Rosa es la jefa, o sea, mi supervisora directa»; «Tú no irás a la reunión, o sea, estás dispuesto a que te despidan».



Es necesario advertir que también existen ósea y osea. La primera con tilde en la «o», y se usa para referirse a lo relativo a hueso: médula ósea, estructura ósea, etc., y la segunda, que es la forma de tercera persona del presente del verbo osear, con significado de «espantar las aves domésticas y la caza». Esa palabra, como sinónimo de espantar las aves, está en desuso, aunque no por eso debe dejar de emplearse, sobre todo en el lenguaje literario.

Algo parecido sucede con enserio, utilizada de forma incorrecta cuando debería ser locución adverbial, con significado de «sin engaño» o «sin burla». Es frecuente leer oraciones como: «¿Enserio quieres que te acompañe?»; «Te lo digo enserio: no estoy dispuesto a tolerar más humillaciones».

En ambos casos las formas adecuadas debieron ser en serio.

Cabe recalcar que en serio (en dos palabras) es una locución adverbial que se emplea para enfatizar que lo que se dice es tratado con suma seriedad; en tanto que enserio (en una sola palabra) «es el verbo enseriar, conjugado en primera persona de singular de presente de modo indicativo». Significa darle a un asunto un aspecto grave o formal: «Siempre me enserio cuando me hablan de temas personales».

De la misma gama de esas impropiedades frecuentes en las redes sociales cuyo mal ha hecho metástasis en WhatsApp, mensajes de texto y correo electrónico, está la mala costumbre de escribir aun en lugar de a un. Muchos son los redactores descuidados, que cuando necesitan emplear la preposición «a» seguida del artículo indefinido «un», escriben aun: «El mensaje va dirigido aun público selecto»; «La junta directiva no ha llegado aun acuerdo»; «Estamos aun paso de alcanzar la victoria».


Los ejemplos citados no son arbitrarios, pues a diario aparecen casos similares en las redes sociales y en otros espacios en los que se escribe de manera habitual. Es indudable que la intención en los tres fue decir a un, solo que no se empleó la forma correcta.

Esa impropiedad es de reciente aparición; pero antes de que tome cuerpo y se transforme en comodín, es necesario decir algo, en función de que los usuarios del lenguaje escrito, se persuadan de la importancia de llamar las cosas por su nombre.

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