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Opinión por Antonio José Monagas: El “triángulo” de la ciudadanía

La “ciudadanía” no podría concebirse aislada de razones que expliquen sus implicaciones políticas, sociales, culturales, económicas, morales, cívicas y éticas. Su naturaleza se supedita a condiciones, gestiones y procesos relacionados, particularmente, con la identidad, la gobernabilidad y la responsabilidad social. Es el significado del triángulo mediante el cual, esta breve disertación intenta desentrañar el concepto y comprensión de “ciudadanía”.

Aunque no por esto, la “ciudadanía” puede eximirse de verse entendida desde el terreno de la educación y la urbanidad. Sería absurdo apartarla de dichos espacios. Asimismo, de principios referidos por el ejercicio de la democracia, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, la pluralidad y los derechos humanos. Incluso, de la vida misma. 

De entrada, vale aludir lo que encierra la identidad para con la “ciudadanía”. En principio el concepto de identidad, debe entenderse como el espacio social y económico que signa la disposición, actitud e idiosincrasia del ciudadano en relación con el entorno donde el “hombre libre” suscribe y busca desarrollar su proyecto de vida. Fundamentalmente, en cuanto a sus capacidades y potencialidades. Más cuando éstas, posibilitan sus razones y objetivos de vida.

En la perspectiva de la gobernabilidad, la “ciudadanía” debe comprenderse desde dos enfoques. El primero, planteado a partir de procesos de gobierno conjurados por la gestión pública propuesta a través de la oferta política expuesta por el gobierno. Y que luego adquiere el rigor de formalidad. A su vez, consustanciada con la necesidad política estimada desde el plano de la institucionalidad. Habida cuenta que se presentan circunstancias aleatorias, que se comportan como razones de crisis de los aparatos políticos. Sobre todo, de aquellos que infringen propuestas de gobierno. Aunque teóricamente hayan sido establecidas. 

Al mismo tiempo, la “ciudadanía” compromete otro enfoque de gobernabilidad. Es el trazado por el individuo toda vez que requiere asentir su proyecto de vida como parte de lo que pudiera convertirse en aporte a su ámbito de vida. Sólo que muchas veces, sus alcances se distancian de la situación esperada provocando un conflicto de ingobernabilidad consigo mismo. Y por supuesto, con el ámbito de vida social al cual está integrado. 

La consideración de “responsabilidad social”, hace que la “ciudadanía” adquiera un preeminente sentido político. Pero que sin obviar su implicación social, se hace eco de la moralidad y de la ética como referente para actuar de cara a lo que la “ciudadanía” endosa como responsabilidad. Indistintamente si es individual o colectiva, la “responsabilidad social” constituye el acto de civismo que envuelve toda respuesta. Sobre todo, ante cualquier situación que comprometa la actitud del ciudadano. Pero asumida a modo de decisión o acción deliberada o voluntaria en la ejecución de un hecho realizado libremente en virtud de un beneficio público. Además, en el contexto representado por el ámbito social donde se suscribe cada hecho propiamente aludido.

Una propuesta de “ciudadanía”

El triángulo cuya grafía  supone la determinación del concepto y comprensión de “ciudadanía”, sus lados o catetos son representativos de consideraciones que vinculan los tres nodos que simbolizan la identidad, la gobernabilidad y la responsabilidad social. De manera que entre los respectivos nodos, se establecen ciertas consideraciones que le imprimen dinámica procesal y procedimental a la concepción de “ciudadanía”.

El vínculo identidad-responsabilidad social(en la base del triángulo) establece una relación de naturaleza operacional. Esta, a instancia del soporte que se prestan entre sí ambos estamentos, configura la cooperación social, la disposición individual o colectiva y el compromiso moral frente a lo que significa construir  y fundamentar “ciudadanía”. En tanto virtudes que bien calzan con los valores del ciudadano, constituyen estas la razón expedita para asentirle fuerza intrínseca a la relación identidad-responsabilidad social. 

Seguidamente, entre identidad y gobernabilidad(uno de los lados del triángulo) se establece una vinculación de naturaleza funcional. La misma compromete la consciencia social, la voluntad personal y la integración como expresión de conjunción de todos, ante la necesidad de lograr objetivos que coadyuvan a alcanzar la gobernabilidad capaz de conciliar capacidades y oportunidades en la sociedad. Ello también, en un todo con la intención capital de construir y fundamentar “ciudadanía”.

La conexión  responsabilidad social-gobernabilidad(el otro lado del triángulo) es indicativo de una relación funcional. Pero a diferencia de la anterior, ésta se plantea desde una perspectiva estratégica que busca irradiar la mayor confianza hacia propuestas loables de gobierno. Lo logra, procurándole un correcto ejercicio de “ciudadanía”. Y para eso, entre sus razones, debe exhortarse una debida cultura política. Así como medidas que conduzcan prácticas de motivación al logro. Estas, capaces de animar la participación y deliberación de cuantos problemas puedan obstaculizar las tareas sociopolíticas que apuntan al apoyo de una convivencia mancomunada.

Aún cuando esta explicación peca de breve, tantea una propuesta que podría ampliar la concepción de “ciudadanía”. Sobre todo, en momentos en que su praxis se ha enrarecido tanto que por momentos luce desaparecida. Además, que no es fácil incitar su comprensión en medio de los revuelos de hechos políticos contrarios ante lo que pregonan discursos cargados de demagogia. Pero preparados con la intención única de ganar prosélitos. Como si ello fuera lo único que justifica el ejercicio de la política. 

Entender pues que en el fondo de la “ciudadanía” se establece una relación o consistente concatenación entre razones políticas, sociales, emocionales, cognitivas y culturales, fundamentalmente, fue lo que animó el hecho de esbozar la presente disertación. 

La misma  ha sido diseñada con base en la necesidad de afianzar prácticas sociopolíticas y socioculturales que apuesten a fortalecer la capacidad de la sociedad de actuar en concordancia con libertades, deberes y derechos. Apegada a valores morales que exalten el respeto , la justicia, el reconocimiento, la solidaridad y la verdad. Siempre, en el plano de la interacción y del diálogo.

Si bien esta propuesta requiere consolidarse desde la complejidad social propia de la dinámica política que moviliza toda interacción, la misma  puede incitar reflexiones sobre el modo de pensar y de actuar de la sociedad. Es justo lo que persigue el ejercicio de construir “ciudadanía”. 

Es lo que en teoría social, podría calificar como un dispositivo para el cambio social. Acá, sería, desde la óptica de construcción de “ciudadanía”. Todo, en aras de configurar, según palabras de Jesús López, investigador del Cendes-UCV,  una agregado de conocimiento que apueste a cambios que operen “(…) transformaciones sustantivas orientadas a la democratización, la justicia social y la sostenibilidad” que orienten el desarrollo humano. 

Todo esto considera el tránsito en contrario a lo que incita la anomia, como fenómeno social que desarregla la sociedad. Y es lo que se ha pensado para haber denominado a esta propuesta, el “triángulo” de la ciudadanía

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