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Opinión por Antonio José Monagas: Pedagogía del fraude

La epistemología del conocimiento, permite pasearse por tanto discursos como posibilidades ofrecen distintos paradigmas bajo los cuales calzan consideraciones de un mismo propósito cognoscitivo. La pedagogía es un campo de estudio abierto para intentar algunas especulaciones que podrían ser de posible asidero conceptual y metodológico. Por lo tanto, cabría aducir que la Pedagogía no sólo apalanca el proceso educativo en tanto fenómeno individual-espiritual-integral que plantea la comprensión de la relación maestro-alumno-escuela. Igualmente, lo hace al sostener otras consideraciones.

Así que sin ánimo de provocar alguna indiscreción conceptual que trastoque el sentido que le imprime la Filosofía de la Educación a un concepto de Pedagogía que luzca cercano al plano de la Sociología de la Educación, podría asentirse otro modo de entender la Pedagogía. Más como una aproximación necesariamente transitoria, que como una metodología de análisis didáctico, de carácter estrictamente educativo.

De manera que así como se habla de la Pedagogía del Juego, de la Pedagogía de la Personalidad o de la Pedagogía Social, entre otras perspectivas de estudio, podría hablarse de una Pedagogía Política. Esto, a los fines de indagar la praxis política. Pero aprovechando sus recursos e instrumentos de validación que estudian los aspectos prácticos del proceso educacional.

Esta Pedagogía Política podría fundamentar los procedimientos que han examinado los mecanismos de fractura que se han arraigado en la relación sociedad, partidos políticos y gobierno como estamento de poder.

No hay duda de que el ejercicio de la política se ve a menudo tentado por una exasperada avidez de poder. Esta tentación ha sido razón de múltiples problemas que han propiciado graves complicaciones políticas. Conflictos que han generado desgarros de toda índole. Incluso, en la desintegración y derrumbe de estructuras políticas de todo tamaño.

Tanto es la oscuridad que opaca el discurrir de la política, que su ejercicio provoca un horroroso ruido que espanta a quien lo escucha. Actúa cual tajante premisa para que se sospeche de corrupto a quien se atreva a invocar su nombre a cargos públicos. Tanto que se ha vuelto “desaconsejable incursionar en la política”. En consecuencia, las desconfianzas se tornan inmediatas.

A esto se le viene conociendo como “hartazgo electoral” el cual tanto como se rige por líneas políticas que no encuentran el límite entre la desvergüenza, la honestidad y la observancia a la ley, también obedece condiciones que pautan actitudes soportadas sobre una cierta Pedagogía Política. Pedagogía ésta que concibe la concepción de hechos propios de cuestionar con base en una metodología que canaliza el cómo, cuándo y dónde cometer la trampa necesaria que equivalida (fraudulentamente) el acceso al poder político.

Para ello, se vale de otra clase de Pedagogía. Así se habla de la Pedagogía del Fraude la cual presupone un conocimiento exacto del proyecto correspondiente al respectivo proceso electoral. Asimismo, a su maquinación, tratamiento mediático, complicidad a lo interno y aspectos metódicos, de exteriorización y logística de los comicios en particular.

A este respecto, la Pedagogía del Fraude describe sus criterios dirigidos a atender hasta los más minúsculos detalles. Así, evitaría que se evidencien los intríngulis que sirven de soporte al fraude a cometer o cometido. En preparación o en desarrollo. De manera que se tienen preparados los guiones que han de fundamentar la necesidad de mantener el estatus administrativo, político y burocrático que garantiza un proceso eleccionario turbio e inexacto.

Por tanto, se tendrán resultados que arrojen dudas inexpugnables. Imposibles de admitir verificaciones perceptibles. O de acceder a una contraloría confiable toda vez que los funcionarios encargados de demostrar la necesaria transparencia, poco puedan dar razón a dicho respecto. Pues o poco entienden lo que acontece a lo interno del fraude. O están adoctrinados como cómplices silentes del hecho mismo. O no les está permitido declarar públicamente sobre la situación en cuestión.  

La Pedagogía del Fraude concibe la problemática del timado proceso bajo los intereses que pesan sobre la coyuntura política en efervescencia. En un todo con los axiomas y normas que convienen y describen al hecho político previamente diseñado y suficientemente negociado. Sobre todo, considerando la condición de negocio sobre la cual se dictan las transacciones que determinan el fraude trazado desde las instancias que operan el poder con la superioridad que cada situación busca activar.

Y esto adquiere razón en aquellos casos en que los procesos electorales fraudulentos se convierten en realidades convencionales dada la operatividad que los correspondientes procedimientos demandan. Especialmente, a lo largo de los más recientes momentos que tocan el siglo XXI. Tanto matemática como estadísticamente, se ha demostrado la inconsistencia del proceso electoral. Pero que sirve de razón al fraude como hecho. Por eso, se habla con propiedad de lo que encubre la llamada pedagogía del fraude.

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