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Opinión: Repensar a Acción Democrática, Por Leomagno Flores

       

En este 79 aniversario, AD vive el drama de haber sido secuestrado judicialmente para convalidar, de espaldas a la mayoría, las ilegitimas elecciones parlamentarias del 6D.

Es otras palabras los traidores se prestaron a la maniobra oficialista de ilegitimar al partido.

Acabaron con AD? Parafraseando  a Andrés Eloy, diríamos que el intento fue fallido porque AD no puede ser disuelto por decreto ya que  es la genuina expresión de un pueblo en cuyo corazón flamea la antorcha encendida de la libertad. De allí que, por encima de las argucias tribunalicias y los cañonazos crematísticos, la esencia corporativa adeísta permanece incólume en el alma de la mayoría de su seguidores quienes de manera abrumadora han rechazado la deshonra de quienes declinaron su deber de dirigentes y sucumbieron ante la perversa maniobra del régimen.

Hoy 13 de septiembre a propósito de la histórica fecha alusiva a la fundación del “Partido del Pueblo” pareciera que no hay mucho que celebrar y bastante que reflexionar en torno a las circunstancias internas que propiciaron esta intervención ilegal, capaz de sepultar lo que queda de civilidad en el país.

Veamos: A partir de la derrota electoral de 1998, Acción Democrática, no solo debió superar aquella amenaza psicológica de Chávez “de freír en aceite las cabezas de los adecos” sino que también afrontó la diáspora de buena parte de sus bases, que corrieron tras el sueño de la otra revolución, que a la larga se transformó en la peor pesadilla de nuestra vida contemporánea. Las casas del partido regadas por toda la geografía nacional, fueron cerradas en su mayoría y algunas, las más emblemáticas, permanecieron en funcionamiento por la iniciativa individual de líderes que asumieron por cálculo unos y con coraje y sin miedo otros, la tarea de capear el temporal rojo y mantener viva a la estructura física de la organización como emblema de una franquicia otrora exitosa cuyo perfomance auguraba el retorno a la cima.

Los líderes más connotados, aquellos que integraban la cúpula directiva al momento de la derrota electoral de entonces, muchos ya fallecidos tácticamente se retiraron a sus cuarteles de invierno. Por otro lado la mayoría de los cuadros partidistas desconcertados, desde sus casas, devinieron de dirigentes combativos y poderosos, en expectantes adecos de corazón. Pero, gracias a esa fase introspectiva, propia del ser humano, sacudido por un cambio brusco, AD ha sobrevivido, ya no como el otrora glorioso partido de masas, sino como un sentimiento vivo en el imaginario colectivo, capaz de responder electoralmente, de manera importante, cada vez que la unidad democrática ha participado en los comicios durante estas dos décadas de la tragedia totalitaria.

En ese sentido, el rol de AD ha sido trascendental a la hora de conformar el padrón electoral que ha defendido la voluntad de los votantes ante las arremetidas del ventajismo oficialista, logrando la victoria parlamentaria del 2015.

Así las cosas, los más destacados dirigentes tradicionales y algunos activistas emergentes, que hicieron frente a la estampida, se autoerigieron en los salvadores del partido y con el correr del tiempo, en la medida que el régimen se fue desgastando, ellos encabezaron desde AD, la recuperación incipiente de los partidos políticos y coordinaron la resistencia cívica. Ese protagonismo les facilitó perpetuarse en el poder interno. Bajo la conseja de que la opinión pública no perdonaría que una organización política dedicara su esfuerzo a unas elecciones para renovar sus cuadros dirigentes, en lugar de dedicarse a derrocar el régimen, los directivos justificaron la ausencia de elecciones internas evitando la alternabilidad de sus cuadros. Así, pasó el tiempo y hasta el sol de hoy, en AD nunca se dio la esperanza del recambio ni del relevo generacional. Noveles valores fueron defenestrados por el solo hecho de destacarse amenazando los antiguos rostros de la estratificada dirigencia.

Esos vientos trajeron esta tempestad.

Tras 79 años de existencia, el primer partido de la historia moderna de Venezuela, al igual que los partidos políticos contemporáneos, están en terapia intensiva, víctimas de los avatares propios de una Venezuela sumida en el siglo XIX merced al primitivismo ideológico entronizado en el poder.

En el caso de Acción Democrática, urge repensar al partido de Juan Bimba, del slogan “Pan, Tierra y Trabajo” para volver al futuro.

La única duda que albergo, es ¿Quién va a repensarlo?, si los llamados a hacerlo, hace años que no piensan, ignorando la esencia de la política evolutiva, como eje transversal de la sociedad del conocimiento.

Ha llegado la hora de la transición de los “Partidos Analógicos” hacia los “Partidos Digitales” concebidos con una estructura horizontal, capaces de decir adiós al clientelismo y abrir sus puertas al ciudadano, como protagonista de la Nueva era.             


Les obsequio mi libro: LA REBELION DE LAS REGIONES https://drive.google.com/file/d/0BzcKJiZz6jwbTW0wVkV6elJrQW1YODNucFVWdERUVDkyWmJF/view?usp=sharing … … atte. Luis Balo Farías

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