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Opinión: ¡Un Gobierno de calidad y eficacia!, Por Luis Crespo

 La calidad, eficacia y acertada orientación de los Estados y sus gobiernos, además de legitimarlos son aspectos importantes en los éxitos o fracasos de los países. Para abordar esta temática debemos prestar especial atención a factores primordiales como el tamaño del gobierno, la capacidad y alcance del mismo las instituciones públicas y la sociedad obligan a los gobiernos a rendir cuentas, evitando así abusos de poder.

Tener una nueva visión de gobierno pasa por evaluar la burocracia y los incentivos de los funcionarios públicos para desempeñar adecuadamente sus funciones, así como las atribuciones que da la ley para tomar decisiones e implementarlas a través de instrumentos como decretos, medidas económicas o planes. Los abusos de los gobiernos donde destacan la corrupción, control social, represión, y la inacción de las instituciones que deberían sancionar estos hechos con imparcialidad, son situaciones inaceptables en los países.

La Venezuela del siglo XXI es un vivo ejemplo del fracaso e ineficiencia de un gobierno y la destrucción de sus instituciones, por ejemplo el BCV, al mismo tiempo, es un demostración de que los éxitos de las naciones, su prosperidad, pobreza y desigualdad no están necesariamente determinados por la disponibilidad de recursos abundantes. A nuestro alrededor vemos países que lo hacen muy bien a pesar de la falta de riquezas, otros tenemos recursos naturales abundantes y hoy somos más pobres, desiguales y estamos rezagados en el desarrollo.

La devastación de la economía venezolana en los últimos 6 años tiene nombre y apellido y sus causas están relacionadas a la corrupción, excesiva burocracia, destrucción de las instituciones y mercados, entre otros. Los gobiernos son organismos públicos llamados a resolver problemas de la sociedad y propiciar el bienestar de sus ciudadanos. En teoría, sirven a las sociedades, y deben actuar en función de ello.

Destruir las capacidades productivas de los países es atentar contra la propia nación, por el contrario se debe contribuir a incentivar las actividades económicas y los emprendimientos, donde las logros o beneficios particulares aportan al bienestar social, a la vez, esta estrategia e interacción, reduce el atractivo del rentismo, que desestimula la producción nacional y donde las personas actúan en la generación ingresos a costa del resto de la sociedad.

De hecho, la sociedad a menudo está peor si sus miembros solo andan en la búsqueda de rentas, simplemente porque no crean nueva riquezas, ni nuevo valor. En época de bonanza los individuos perciben cierto bienestar, que es artificial debido a que simplemente se redistribuyen a sí mismos una parte de la riqueza que ya estaba en la sociedad y gran parte de la acción creadora de valor que existe se dirige a la redistribución más que a la producción.

Lamentablemente, Venezuela ilustra muy claramente qué les ocurre a los países que arrinconan, marginan, destruyen y expulsan a los mercados en su economía principalmente por razones ideológicas y corrupción. En su dinámica, el régimen con sus principales instrumentos: los impuestos, el gasto público, leyes y reglamentos, arreció en contra de los sectores económicos e iniciativas privadas.

La economía pública constituye una parte más de la economía, que se ocupa de la presencia errónea, equivocada o extraviada de los gobiernos en la economía de los países. Del sector público debemos esperar que aporten generando externalidades positivas que contribuyan con el crecimiento económico y bienestar social.

En el área económica, la crisis financiera del 2008 y la pandemia Covid-19 se han encargado de recordarles a muchos sobre las razones de la presencia de los gobiernos en las economías y revivir ese histórico debate, pero también, y sin ningún tipo de prejuicios o complejos se deben reconocer las ventajas claves de los mercados sobre los gobiernos como mecanismos de asignación de recursos e incentivos más fuertes y mejor información.

Los gobiernos no deben suplantar la toma de decisiones individuales y mucho menos la voluntad de la gente, deben contribuir en los incentivos de los agentes económicos (hogares y empresas) para el bienestar social y la calidad de vida. Pero también corresponde a la sociedad asumir una cultura cívica, esto significa, que los ciudadanos dejen de ser políticamente pasivos, y den el paso de involucrarse activando los mecanismos de rendición de cuentas por parte de los gobiernos.

En otras ocasiones lo hemos dicho, el país está inmerso en un desastre generado por la nefasta gestión económica del régimen caracterizado por el intervencionismo, la corrupción, la opacidad en las instituciones públicas y el saqueo de las finanzas del Estado. Ahora impulsan el extrativismo primitivo en el Arco Minero como estrategia para generar renta con un alto costo ambiental y externalidades muy negativas.

El régimen profundizó la dependencia del país al rentismo, luego de 20 años tenemos un modelo político-económico fracasado y anacrónico. Reiteramos que la gestión pública del régimen venezolano, basada en el Socialismo del siglo XXI simboliza un modelo sin perspectiva, que desvió el rumbo del país y lo llevó a la debacle.

Estamos en presencia de un sistema que comprometió el futuro de las próximas generaciones del país. Necesitamos una nueva forma de dirigir la nación con acertadas políticas y un gobierno eficiente, calidad, eficacia y acertada orientación que enrumbe a Venezuela hacia el bienestar, la prosperidad con instituciones sanas y una sociedad civil plena de derechos que contribuya a la interrelación equilibrada del Estado, la sociedad civil y el mercado para lograr un desarrollo económico, social e institucional estable.

Los venezolanos aspiran mayor democracia y bienestar, un país con un gobierno e instituciones que combatan la corrupción, la ineficiencia, la violación de derechos fundamentales, donde se impulse el desarrollo y se respeten las libertades económicas.

  • Economista Luis Crespo Docente Investigador UCV  MSC. Moneda

          @camberin

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