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Opinión

Políticas públicas infectadas de “patrioterismo” Por Antonio José Monagas

La transición entre los siglos XX y XXI, devino en cambios tan fuertes, que muchos ni siquiera han terminado de comprenderse. Los cambios que se han operado en materia educacional, son uno de tantos cuyas consecuencias son de una dinámica profundamente sorprendente. Asimismo, los cambios que acontecen en la economía tanto como en el ejercicio de la política. En las tecnologías de la información y comunicación, entre otros.

Sin embargo, la incidencia de la educación, dada su relación con la sociedad, la política, Incluso, con las ciencias, las tecnologías, las artes, las humanidades, la pedagogía y la cultura, en países dominados por modelos autoritarios no se ha colocado a la altura de los cambios aplicados. Particularmente, cuando la situación en cuestión compromete el proceso enseñanza-aprendizaje toda vez que involucra los aludidos componentes que condicionan el éxito del susodicho proceso.

Y es que la incidencia de tal realidad, afecta o favorece tanto al maestro como al estudiante. No sólo en cuanto al valor de cambio y valor de uso que bien se corresponden con  el hecho de incitar y exhortar el conocimiento como pináculo del desarrollo humano. A este respecto, la situación debe estudiarse con sumo cuidado por los resultados que arroja. Carmen García-Guadilla, en; La Educación como construcción social del conocimiento, CRESALC, 1986, refería que “en Venezuela -y en América Latina en general- la mayoría de los esfuerzos que se hacen en crear conocimientos no están compensados con una producción final (…)”Especialmente, que reconozca el esfuerzo del docente en términos de la dedicación y disposición entregadas a la realización de su labor pedagógica y didáctica.

Esta situación, abre el camino en el país para advertir el problema que constituye la mal compensada remuneración que reciben maestros y profesores por su trabajo en aula y de asistencia, coordinación y dirección institucional. Esto da cuenta del problema que viene acrecentándose con reacciones de los profesionales implicados. El mismo termina en protestas y discusiones bipartitas que no generan resultados contundentes. Más, cuando la dinámica económica supera en velocidad y tamaño las compensaciones que recibe el profesional docente. No sólo de escuelas y liceos. Igualmente, de las universidades. Ello, a pesar de lo establecido por el artículo 91 (constitucional) cuando señala que todo los trabajadores  tienen “derecho a un salario suficiente que les permita vivir con dignidad”.

Debe reconocerse que la relación Educación-Democracia, debe anclarse en realidades que sepan conjugar los recursos sobre los cuales se cimientan las necesidades que plantea la educación con los problemas en curso. Y aunque es una situación dependiente de la economía, igualmente compromete la política pues en las esencias de ambas descansan las fuentes orgánicas que reconfortan la funcionalidad de la educación en todas sus exigencias y manifestaciones.

Promesas insípidas e invisibles

Los compromisos que declaran las ofertas electorales pronunciadas en aras de mantener y consolidar la democracia, tocan obligadamente los temas que refieren a la educación. En todos los rangos de aplicación que plantean sus necesidades y aspiraciones. Tanto políticas, como económicas. Organizacionales e institucionales.

Ello es interpretación directa de significativos criterios administrativos que privilegian la excelencia. Especialmente, cuando se refieren a la “excelencia educativa” pues su concepción se centra en la importancia que se le da a la capitalización del educando como factor garante del desarrollo de la nación. Igualmente, de la industrialización. Del conocimiento. De la calidad de vida sobre la cual recaen condiciones de razón pública. En todo ello se asienta el éxito posible que conseguido por una política educativa nacional.  

No cabe duda aducir que el signo de una democracia, está representado en la forma de actuar de conformidad con los compromisos basados en principios que consideran el mejoramiento permanente del funcionamiento del sistema educativo. La política sabe exaltar oportunamente esta importancia. Sólo que siempre cae en la brecha que se establece entre el discurso y las realidades. Venezuela no ha escapado a este problema que maltrata a la educación en todos sus niveles. Sobre todo, cuando hacen maniqueas referencias a la “modernización de la educación”. Y esto, recoge compromisos vacíos cuando los gobiernos señalan superar los desequilibrios acumulados que tienden a generar disfuncionalidades a nivel de la remuneración del docente en toda su extensión laboral.

De manera que cualquier reclamo público que exija nivelación de sueldos y salarios de docentes en concordancia con la movilidad de la economía nacional, es legítimo, propio y pertinente. Por tanto, en virtud de la dinámica de la economía y de las necesidades indicativas de los problemas causados por los refutados bajos ingresos, es inminente equilibrar las remuneraciones de los docentes de educación básica, diversificada y universitaria.

Desde la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, COPRE, en su Proyecto Educativo para la Modernización y la Democracia, se había señalado que no pueden seguir abriéndose las quebraduras entre los cuadros de educadores y las estrategias económicas que aluden al desarrollo nacional.

“La ausencia de un mensaje educativo coherente y canalizado (…)”, sigue actuando como traba que favorece el rezago de la remuneración que merece el profesional de la docencia en Venezuela. De ese maestro o profesor responsable de la formación de hábitos y aptitudes de quienes estarán destinados a la recomposición de la Venezuela democrática. Paulo Freire supo hablar de la educación como práctica de la libertad. Pero de continuar sin reconocer el valor de la educación y de sus docentes, el problema de educar para una domesticación alienada, posiblemente esté fraguándose. Más, de seguir “recompensándose” el trabajo decente con remuneraciones que incitan la dependencia  y el atraso nacional. Y que desde la óptica de la dinámica nacional, podría decirse que el país está viviendo el problema de cuando la educación nacional, por culpa de la precariedad económica que subsume al país, se ve asediada por políticas infectadas de “patrioterismo”,

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