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REPORTAJE: Diosdado Cabello quería sus tierras. A este venezolano le salió muy caro decir que no

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Reyes Hernández había logrado sobrevivir a la presencia de guerrilleros colombianos que operaban cerca de su hato y la hostilidad del régimen venezolano, hasta que lo apresaron y torturaron.

Estando a cargo del hato de su familia en el estado de Apure, Reyes Hernández González descubrió que el negocio ganadero en los llanos venezolanos del siglo XXI puede ser igual o más salvaje que durante los siglos anteriores, con elementos de la guerrilla colombiana secuestrando y matando a sus anchas para conseguir los ranchos de la zona paguen dinero de extorsión.

Pero Hernández nunca estuvo en mayor peligro que cuando un alto funcionario del régimen de Nicolás Maduro mostrara interés en comprar la propiedad de 3,300 hectáreas.

La oferta de $13 millones fue presentada de manera amistosa y Hernández la rechazó amablemente, sin imaginar que su negativa lo llevaría a pasar años de prisión en la temida sede en Caracas de la Policía de Inteligencia Militar de la nación, donde fue colgado de las muñecas y sometido a descargas eléctricas por agentes que querían que firmara los papeles para traspasar el hato de su familia. Hernández, de 43 años, permaneció encarcelado bajo cargos falsos durante más de cuatro años antes de que lograra escapar.

Después de haberlo perdido todo, ahora busca asilo en Florida, donde relata a quienes están dispuestos a escucharle cómo los funcionarios del régimen utilizan el sistema de justicia del país para arruinar vidas.

“Dije que no [a la oferta] y fue entonces cuando comenzó mi calvario”, dijo Hernández al Miami Herald.

“Tres meses después, un equipo de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) se presentó en el hato diciendo que estaban buscando armas”.

No encontraron ninguna, pero terminaron llevándolo a la sede en Caracas, donde finalmente lo acusaron de un complot para derrocar al régimen de Nicolás Maduro.

Documentos judiciales venezolanos así como documentos presentados ante la Misión Internacional Independiente de Investigación sobre la República Bolivariana de Venezuela corroboran el testimonio de Hernández.

Parte de su historia también ha sido recogida por medios independientes que operan fuera del país sudamericano para evitar la censura.

Ubicado a 190 millas al norte de la frontera de Venezuela con Colombia, el rancho Chaparralito había pertenecido a la familia durante 30 años.

Al momento del arresto de Hernández, tenía unas 7.500 cabezas de ganado y alrededor de 3.700 cabezas de búfalos de agua. Está idealmente ubicado en uno de los tramos más elevados de los llanos de Apure, lo que permite gran parte de sus tierras permanecer seca durante la época de lluvias cuando amplias zonas del estado sufren de inundaciones.

El rancho albergaba una operación lechera exitosa con una producción diaria de 8,000 galones y varios otros productos lácteos. Tiene acceso directo a caminos pavimentados, en un área donde la mayoría de los hatos solo cuentan con caminos de tierra, pero lo que realmente lo distingue es su pista de aterrizaje pavimentada, construida en 1967 para dar servicio a un matadero que entonces funcionaba en la propiedad.

Era una operación muy rentable, pero lo que realmente despertó el interés del ex presidente de la Asamblea Nacional chavista, Diosdado Cabello, era la pista de aterrizaje, dijo Hernández.

Venezuelan cattle rancher Reyes Hernández González with this family at Caracas’ Military Hospital soon after suffering a heart attack while under torture. Hernández González family.

Cabello, considerado por muchos como el segundo hombre más poderoso de Venezuela después de Maduro, enfrenta cargos de narcotráfico en los Estados Unidos, donde los funcionarios creen que es uno de los principales jefes del Cartel de los Soles. La justicia estadounidense actualmente ofrece una recompensa de $10 millones por su arresto.

Apure, entre tanto, es un estado clave para las operaciones de narcotráfico, dado que por allí ingresa gran parte del cargamento de droga proveniente de Colombia para luego ser cargado en pequeñas aeronaves que salen desde pistas clandestinas esparcidas en la región.

Hernández dijo que sus problemas comenzaron en el 2017 cuando un general del ejército venezolano se le acercó por primera vez, diciéndole que tenía un mensaje para él y le dio un telefóno y cuando Hernánfez contestó, se encontró hablando con Cabello.

‘Oye compa, ¿cómo estás?”, le dijo. “ Saludos, mira hermano, para hablar mejor, ¿tu me puedes venir a mi programa (de televisión) la semana que viene en Maturin? Bueno, listo compa, yo le espero por aquí y aquí hablamos.’

Le fueron a buscar pocos días después en un avión privado que aterrizó en su hato y lo llevaron hasta la ciudad oriental. Allí, lo llevaron hasta un auditorio y estuvo presente en primera fila en el evento televisado de Cabello. Después de una breve reunión con el jefe chavista, y aun cuando éste no le manifestó directamente su deseo de adueñarse del hato, su interés en las tierras se hizo evidente, y Hernández supo que tenía un verdadero problema en sus manos.

Su inquietud se intensificó poco después, cuando varios generales comenzaron a llamarle para informarle que tenía que vender.

La oferta final provino del asociado de Cabello, Luis Bracho, quien le dijo que estaba autorizado a ofrecer $13 millones por todo el hato y que a Hernández solo se le permitiría llevarse su ropa y a su padre muerto, cuyo cuerpo había sido enterrado en la propiedad.

Durante las conversaciones, Bracho le dijo a Hernández que él había estado negociando para comprar algunos de los hatos en el área y que los compradores eran todos “Gente del Sol”, lo que Hernández pensó que significaba que todos eran generales (los generales venezolanos usan insignias que se asemejan al sol), pero la referencia también podía significar que eran miembros del Cártel de los Soles.

“Me dijo que sería una tontería de mi parte perder esta oportunidad”, dijo Hernández.

“Tu eres un hombre inteligente, no te pongas a luchar”, le dijo Bracho. Pero era una oferta que no podía aceptar. Las tierras eran el legado de su padre que antes de morir había pedido que la familia nunca saliera de ellas. Tras hablarlo que su madre y hermanos, Hernandez le notificó a Bracho que le agradecía la propuesta pero que él no podía vender.

No sucedió mucho inmediatamente después, y después de algunas semanas, Hernández comenzó a pensar que Cabello y sus generales habían aceptado su decisión. Sin embargo, todo eso cambió el 11 de septiembre de 2017, cuando un equipo de 40 uniformados se presentó en su hato para buscar armas y aunque no encontraron nada y carecían de una orden de arresto, se lo llevaron hasta la sede del DGCIM en Caracas.

El maltrato comenzó casi de inmediato. Cuando llegó al edificio de Boleita esposado, Hernández pidió usar el baño, explicándole a sus captores que se estaba recuperando de una cirugía gástrica reciente. Fue allí cuando se vio de frente con Alexánder Enrique Granko Arteaga, un oficial de inteligencia militar utilizado a menudo por el régimen para realizar tareas sucias.

Granko, quien ha sido señalado por organismos internacionales como autor de una serie de crímenes de lesa humanidad, incluidas torturas y ejecuciones extrajudiciales, rápidamente dejó entrever lo que estaba por venir. No solo le negó el baño, sino que le dijo:

“Cá—te para que te comas la mi—da… Si te ca–s te comes la mi—da”.

Hernández se resignó, sin estar seguro de poder aguantarse debido a su reciente cirugía, pero el oficial que le había traído se le acercó a Granko y le informó que el detenido en efecto tenía serios problemas de salud, y susurrando le agregó:

“mira vale, yo creo que lo mejor es que le prestes el baño porque ese carajo es inocente. Yo me lo traje para cumplir la orden pero si ese carajo se te llega a morir aquí…”

A Hernández se le permitió ir al baño, donde pudo limpiar sus heridas y atender el drenaje que todavía tenía. Luego fue llevado a una pequeña sala de espera, donde permaneció sentado durante tres días antes de ser trasladado a una habitación pequeña, donde terminó pasando varios meses junto con otros detenidos. Apodada el ascensor, el cuarto era diminuta, teniendo solo un espacio de dos metros por dos metros. Allí colocaba entre seis y 12 detenidos a la vez, todos ellos personas que aguardaban su suerte en una especie de limbo, sin saber si seria, acusados, trasladados o libertados.

El ascensor, llamado así porque contaba con una puerta de ascensor que no funcionaba, no contaba con el espacio suficiente para que los detenidos pudieran acostarse, lo cual eventualmente les llevó a hacer turnos para que algunos pudieran dormir, mientras los otros esperaban de pie.

De vez en cuando, a los detenidos se los llevaban y eran sometidos a duros interrogatorios, aunque Hernández dijo que los malos tratos eran bastante leves en comparación con lo que estaba por venir.

Después de un año de detención en el ascensor, Hernandez finalmente fue llevado a un tribunal de terrorismo en Caracas, y después de que se le presentaran cargos fue trasladado a un sector del DGCIM conocido como la Casa de los Sueños, donde se encuentran los presos políticos. Allí Hernández se encontró con varios presos de renombre, incluyendo el general y exministro del Interior Miguel Rodríguez Torres, el ex infante de marina estadounidense Matthew Heath, y el exministro de Defensa Raúl Baduel.

Los primeros dos fueron liberados recientemente mientras que el último murió en prisión en octubre del 2021. Hernández dijo que todos los reclusos de la Casas de los Sueños fueron torturados con excepción de Rodríguez Torres. El trato fue salvaje.

“Vi a generales llorando”, dijo. Fue por esa época que Granko se involucró mucho más en su caso, participando en distintas sesiones de tortura. Hernández dijo que lo colgaron de las muñecas, con los pies colgando a medio metro sobre el piso. En una ocasión, uno de sus brazos se salió de su omóplato.

Paved landing strip at the Chaparrralito cattle ranch in Apure state, Venezuela Hernández González family.

Sus torturadores no estaban interesados en obtener información de él. Todo lo que querían era que él cediera el rancho. Le dijeron que su jefe, a quien no nombraron, “quiere el hato Chaparralito, pero ahora, para que tú puedas salir de aquí, tienes que ceder el hato y darnos un millón de dólares”.

Hernández no estaba dispuesto a ceder el rancho, ni tenía un millón de dólares que darles, por lo que la tortura continuó. A veces lo golpeaban colgado de las muñecas, otras veces le aplicaban electricidad en los testículos y el ano. Otras veces, le ponían una bolsa de plástico en la cabeza y le rociaban insecticida en el interior.

Durante una de las sesiones de tortura en 2021, Hernández colapsó. Lo tenían nuevamente colgando de las muñecas y le estaban aplicando descargas eléctricas cuando se desmayó. Al ver que no respondía, sus torturadores, Granko y el Capitán de Navío Abel Angola, lo llevaron a la enfermería, donde les dijeron que había sufrido un infarto y que debía ser trasladado de inmediato al hospital militar porque estaba muriéndose.

En el hospital los médicos pudieron estabilizarlo.

Poco después, a su familia se le permitió visitarlo.

Entre tanto, los fiscales tenían dificultades para proceder con el caso contra Hernández, dado que en realidad no había pruebas en su contra.

Despues de varios meses, terminaron recomendándole que se declarara culpable de un cargo menor, asegurándole que sería condenado a 27 meses y algunos días, que ya había cumplido en la jefatura de inteligencia militar. Sus abogados, que no vieron otra salida, le recomendaron que aceptara. El lo hizo y fue liberado unos días después, pero no tuvo mucho tiempo para celebrar.

Al llegar al departamento de su madre en Caracas, recibió una llamada de uno de sus hermanos diciéndole que los oficiales de inteligencia militar lo estaban buscando.

“Creo que te quieren matar”, dijo su hermano.

Venezuelan cattle rancher Reyes Hernández González at Caracas’ Military Hospital soon after suffering a heart attack while being tortured. Hernández González family.

Hernández condujo de regreso a la sede de inteligencia militar para entregarse y les dijo a los funcionarios allí que no entendía lo que estaba pasando, porque su liberación había sido ya autorizada.

Le dijeron que un juez del estado Apure había ordenado su detención por posesión ilegal de armas, porque en su rancho habían encontrado una granada de humo y algunas balas de fusil. Este nuevo cargo era igual de falso como el anterior pero Hernández terminó pasando otro año detenido por la inteligencia militar antes de ser trasladado a Apure para poder enfrentar allí la nueva acusación.

Estando ya en Apure, Hernández y su abogado lograron demostrar ante el juez que la acusación carecía de méritos, principalmente debido a que él se encontraba preso en Caracas cuando el presunto armamento fue encontrado.

Fallando después de unos días a su favor, el juez liberó a Hernández y ordenó a la Guardia Nacional tomar el control del hato.

Una vez liberado, Hernández se dirigió a su rancho con la esperanza de que su terrible experiencia hubiera terminado. Pero cuando llegó, encontró una desagradable sorpresa esperándolo.

“Cuando llego al hato, sale el fiscal superior de Apure y me dice: ‘C… reyes, me acaba de llamar Diosdado Cabello y me acaba de mentar la madre, que por que la fiscalía no hizo un efecto suspensivo de la decisión del juez para apelar su decisión, y me acaba de llamar hace 10 minutos llamó (el fiscal General chavista) Tarek William Saab, y me dijo que tenía que pelar porque te van a agarrar ahorita. Saab le dijo al fiscal:

“Yo no sé cómo vas a arreglar ese peo (problema). Pero lo tienes que acusar otra vez. Hernández no fue detenido allí, pero sabía que tenía pocas horas para actuar y el ganadero, que llevaba más de cuatro años en cautiverio, se subió al auto y se dirigió hacia la frontera, para abandonar el país y estar fuera del alcance de Cabello.

El juez que falló en su favor, Albertmo Jaimes Gómez, y su abogado, Juan Carlos Guillén González, no corrieron con la misma suerte. Ambos fueron detenidos y enfrentan acusaciones de corrupción.

Fuente ENH

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