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Opinión

Saab, el servidor de la patria Por el sociólogo Ender Arenas Barrios

Me cuentan que no hace mucho Alex Saab se paraba en una esquina con semáforo de Barranquilla con unos llaveritos gritando a todo pulmón asomando por la ventana del carro que se enfrentaba a la roja del semáforo y nadie sabía cómo lo hacía pero Saab contaba en el tiempo que cambiaba de rojo a verde la historia del llavero: “ Amigo conductor, le estoy presentando este útil instrumento que evita que sus llaves se pierdan, esto se llama llavero y fue inventado por el mismo que invento la llave, le advierto que no era chino, lo cual garantiza la seguridad de este útil instrumento. ¡Anímese! Compre esta maravilla que está hecha de metacrilato, con luz LED y USB”

Desde esos lejanos días en la vida de Alex Saab todo el que lo trató sabía que este era capaz de vender hasta un asiento en el cielo, no cualquier asiento, sino el que está a la diestra de Dios padre.

Su vida cambio cuando en una esquina de una avenida de su Barranquilla querida, a la que nunca más volvió a ver, se encandilo con un hermoso y fantásticamente redondo trasero de una morena espectacular que llevaba un turbante. La morenaza lo miró y se sintió turbada bajo la inquietante mirada del hombre de pelo largo, el rostro un poco maltratado por una infantil lechina y él le devolvió la mirada, más turbado que ella, y con este cruce de miradas se dio inicio a una de las sociedades más fértiles que ha parido la corrupción en este continente.

La señora del turbante le presentó a un señor que luego sería su gran amigo y socio Álvaro Pulido, aunque, cuando lo conoció se llamaba German Enrique Rubio Salas y a ambos le presento al comandante Hugo Chávez y enseguida estos tres hombres se dieron cuenta del parecido enorme de sus intereses.

Me cuentan que esa noche cenaron en uno de los salones de Miraflores: langosta con salsa de almejas y papas horneadas, punta trasera argentina asada con arepas, y majarete y bienmesabe como postre. Había mucho vino y cerveza, pero el barranquillero se había llevado encapillado una botella de aguardiente antioqueño y se la bebieron, cada uno se tomó dos vasos, la morena del turbante calladita fue la que se tomó tres vasos y se empinó el fondito de la botella

Luego pasaron al salón de los espejos y allí hicieron un análisis de las necesidades de los venezolanos que muy bien podrían justificar un buen negocio para todos.

El comandante Chávez hizo una larga lista de necesidades del “noble pueblo de Bolívar” (no se cansaba de decir esto último) fue revisada minuciosamente por los cuatro socios y Saab gritó: ¡Vivienda!  (muy pocos años después, cuando ya el comandante había muerto en una reunión similar, pero sin Álvaro Pulido o German Rubio, pues este estaba escondido, ya que lo buscaba la policía, y haciendo una revisión del mismo listado gente allegada al  nuevo presidente Nicolás Maduro grito: ¡Alimentos!, eso es el nuevo negocio), pero con una condición, agregó el comandante Chávez. Cual comandante presidente, preguntó la del turbante. Bueno, que metamos en el negocio a un amigo. Quién, volvió a preguntar la morena del trapo en la cabeza, Rafael Correa, respondió el comandante Chávez.

Así inició Alex Saab su carrera como “servidor a la patria”. Nadie se olvida de ese acto: Están en el podio Chávez, por supuesto, Santos, no faltaba más y Nicolás Maduro, cuando solo era el “correveidile” internacional de Chávez y en Barranquilla donde se transmitió en cadena nacional de radio y televisión alguien grito: “Coño el de la colita de caballo es el berraco que vende llaveros en el paseo de   Bolívar, que arrecho es esa gonorrea”

Después de la muerte de Chávez, Maduro dio indicios de lo que algunos ya sabían: él era un incapaz y se destapó lo que el comandante había tapado bien con su oratoria y su culto desproporcionado a sí mismo, enfermizo y perturbadoramente demente: se inició la crisis humanitaria más profunda que el continente ha sufrido y el hambre, esa cosa desconocida por la mayoría de los habitantes del país, empezó a visitar el hogar de un 80 % de los venezolanos

Y en medio de esa situación calamitosa el vendedor de llaveros se convirtió en el vendedor de comida, alguna, la mayoría en mal estado, para los venezolanos.

 Y así continuó su carrera como el “Gran Servidor de la Patria, bajo el paragua protector de Walter, Yosser y Yoswal Flores, de Cilia y de Nicolas, el gran negocio familiar que contó con un testaferro que luego se convirtió en diplomático, luego en héroe, más tarde en informante para el enemigo de la revolución y finalmente en preso de la justicia norteamericana.

Seguramente lo estará pensando si al Tuerto Andrade que lavó 1000 millones de dólares y ya está libre y no sabe lo que yo sé porque no me van a dar a mí un trato igual si solo se me acusa de lavar 360 millones de dólares.

Así que, perdóname, Nicolas, Cilia y toda la compañía revolucionaria, pero no me quedará más que tirarles para el pajón.

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