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Opinión

Supongamos que hablemos de transición Por Soc. Ender Arenas Barrios

En mis años de estudiante de sociología hice un descubrimiento que me alimentó intelectualmente por muchos años, creo que todavía me siento proclive a leer la sociedad con algunas categorías del paradigma que acogí entonces para poder hacer una lectura, mas o menos, adecuada del país de entonces: Era la Venezuela que entonces llamábamos “saudita”, gobernaba Carlos Andrés Pérez y alimentó la idea de que pronto escalaríamos tales altura que nos ubicaríamos en el primer mundo, o por lo menos, salir de esa expresión que empezó a ofendernos: el tercer mundo.

Me refiero a Antonio Gramsci y de él repetía como un mantra, para hablar de los venezolanos de entonces, entregados al espejismo de la enorme renta petrolera de la que gozábamos que: “los sectores populares (en este caso los venezolanos) viven en la apatía y el cinismo.” Algo así, en este momento no recuerdo exactamente la cita, pero este era el espíritu.

Ahora que la vuelvo a recordar, me parece que hoy es más apropiado que en aquel momento.

Al final fue mucha apatía de la dirección política democrática e ignorancia del pueblo y una buena dosis de cinismo de ambos lo que permitió que Chávez llegara al poder.

El caso es que Chávez impuso un régimen autoritario que derivó en una dictadura. Tendríamos que señalar que su régimen, estaba armado de una gran iniciativa fundacional.

Con respecto al gobierno de Maduro que heredó el modelo chavista hay una diferencia abismal y es que el autoritarismo madurista perdió su iniciativa fundacional y, al mismo tiempo, perdió hace rato (o nunca la tuvo) la capacidad para gestionar con eficiencia la crisis que heredó de Chávez y, muy por el contrario, se convirtió en un gran productor de crisis. Esta vez, su gobierno fue rebasado ampliamente por una crisis general de sociedad de la cual, él es el único responsable.

De nuevo, como tantas veces antes, estamos frente a la posibilidad de recuperar la democracia. Esta posibilidad, se produce ahora en un momento importante, pues los hechos recientes de corrupción y sus purgas internas nos ponen frente a un régimen que alberga en su seno una crisis de gobierno, que si bien por ahora no amenaza con su ruptura interna expresa que su unidad es más contradictoria de lo que se supone y solo esta cementada por su permanencia en el poder.

Por otra parte, se hace más visible que nunca lo que todo el país sabía: el indeseable récord haber dilapidado, mediante la corrupción, un billón de dólares y hacer de la ruindad del país su seña de identidad.

 A esto hemos llegado no de manera repentina, pues este proceso de destrucción del país comenzó desde la misma madrugada del 4 de febrero de 1992 y se afianzó a lo largo de esto veinte y tantos años. Pero hay que decirlo, la lucha por la recuperación democrática se ha tornado dramática, porque entre otras cosas, se ha perdido la confianza hacia esos sectores de la oposición democrática. Y ello se expresa en el desgano actual de la gente.

Hoy me pregunto si la apatía, el desgano de la gente, su indiferencia, que registran las diferentes encuestas, no tendrá que ver con la falta de fundamentación de la democratización por la que dice luchar los sectores que dicen ser opositores al régimen. No se dice, pero la mayoría del sector opositor define el proceso de democratización como una vuelta al pasado y eso obviamente no puede ser.

En realidad, hay muy poca fundamentación del proceso democrático que ofrecen los principales aspirantes a liderar la lucha por la recuperación democrática. Por ejemplo, pensemos en la transición democrática en clave Capriles, por señalar uno de los que tiene mayores probabilidades de liderizar la lucha por la recuperación democrática. Temo que no hay mucho que sea diferente, aunque suene extraño, con la propuesta verbalizada por el mismo Chávez en el sentido de la construcción del sujeto político de la propuesta. El clivaje ideológico es el mismo, por eso el sujeto que interpela Capriles y temo que en la mayoría de los que hoy luchan en las primarias, es el mismo: el pueblo, como sujeto preconstruido.

De allí, que en el discurso de Capriles se privilegia la resolución de los “problemas de la gente”, lo que él llama “necesidades del pueblo” subordinando a esa línea temática los aspectos políticos ligados a demandas democráticas del momento: la libertad en el más amplio, partiendo de la premisa que son demandas que hace el sector político pero que no forman parte de la agenda del día a día del “pueblo”.

Ahora pensemos en otro aspirante “serio” del proceso de las primarias: Benjamín Rausseo o el “Conde del Guácharo”. Privilegia sus logros personales y los presenta como un manual a seguir. Su narrativa, presenta dicho “manual” lleno de nociones elementales cargadas de voluntarismo puro, como eso de: “Yo me fui a EE.UU a presentar mi show y la plata que gané la invertí en Venezuela, porque yo siempre he creído en el país”, “ Me gradué de bachiller y mientras trabajaba en mis shows, decidí estudiar derecho me gradué, hice maestrías, doctorado, en el ínterin construí un hotel, un parque temático, estudié inglés, todo eso siempre pensando dar lo mejor por Venezuela”.

Habrá que recordarle a Rausseo que es buenísimo que él se haya formado y que nos haya regalado momento de humor que nos han hecho ca…er de la risa, pero par gobernar un país como el venezolano se necesita mas que la voluntad como el eje de un proyecto de cambio político y social.

Si hiciéramos una lectura más detenida de todas las propuestas opositoras podríamos observar que la gran debilidad de todas, es que no logran superar el desgano, la indiferencia y la apatía de la que Gramsci hablaba de los italianos de la Italia fascista y que pudiéramos transpolar a la situación actual de la Venezuela que el chavismo ha refundado.

Finalmente, me gustaría presentarles la lectura del proyecto de María Corina Machado y de Juan Guaidó que son los dos proyectos con más entidad ideológica.

El de la Machado que abiertamente se define como ultra liberal, donde el mercado, mas que el Estado que asume un papel subordinado, se asume como el código fundamental del orden, de tal manera, que rompe con el paradigma de que su sujeto sea el pueblo, pues, queda claro que ella reivindica al consumidor como el sujeto a interpelar es la base de su proyecto de democracia y en general del camino que debe seguir el país. Bien, pudiéramos llamar su propuesta como una “democracia de consumidores”

Mientras que el de Guaidó con su viejo mantra de cese a la usurpación, elecciones limpias y seguras y de acuerdo o pacto institucional reivindica al ciudadano como su sujeto de cambio y transformación social. Aunque, a pesar de la intención de Guaidó, no queda claro quién debe cargar con el peso de la resolución de la crisis y de la transición que no será ni organizada ni tranquila.

Ambas propuestas requieren más que unas pocas líneas, pero esas serán objetos de otra entrega, pues ya rebasan el espacio que generosamente me brindan los buenos amigos y organizaciones que me lo publican.

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