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Tendrá más edad, pero el presidente Biden tiene lo que a Trump y a DeSantis les falta: sustancia Por Fabiola Santiago

El presidente Biden anuncia su candidatura a la reelección, el martes 25 de abril de 2023. Foto YURI GRIPAS TNS

El presidente Joe Biden se postula a la reelección, y ahora que lo hizo oficial —dejando a un lado la consideración de que tiene 80 años— no pudiera alegrarme más por la Florida, secuestrada por el Partido Republicano.

Biden terminaría su presidencia de dos mandatos a los 86 años. Una mujer no podría ni siquiera imaginárselo. Sin embargo, Biden es un hombre blanco del establishment, y debido a ello tiene la oportunidad de poner sus privilegios al servicio de un bien mayor.

Estados con políticas extremas como el nuestro necesitan la protección federal que supondría la reelección de Biden contra el contagioso fascismo desatado; contra el racismo, fanatismo y la idolatría por el gobierno de un solo partido —sin olvidar la violencia armada.

El moderado Biden quizá sea demasiado mayor, pero tiene de lo que carecen los dos principales aspirantes republicanos para 2024, el ex presidente Donald Trump, de 76 años, y el joven gobernador de la Florida Ron DeSantis, de 44: sustancia, experiencia, humanidad y decencia guiando su política. Además, una parte integral del carácter de Biden es la filosofía de que este es un país libre y democrático para todos, no solo para las personas de una determinada creencia religiosa, que es lo que defiende la cacareada “libertad” de DeSantis.

Ni un ex presidente caído en desgracia y bajo una montaña de problemas legales ni un gobernador frío y dictatorial serían rivales para un Biden más joven. Pero, a pesar de los avances de la medicina y del estilo de vida saludable de Biden, el ‘edadismo’ sigue siendo parte integral de la cultura.

La contienda puede reducirse si valoramos más las libertades personales que los prejuicios.

Biden no necesita a La Florida

La Florida necesita a Biden pero Biden no necesita a la Florida, como demostraron las elecciones de 2020 y las intermedias de 2022. La popularidad de Trump y DeSantis en la Florida creció tras el deterioro del Partido Demócrata perdido en medio de un malestar interno, de divisiones y el dar por sentado que los electores negros y latinos seguirían siendo leales pasara lo que pasara.

Biden no ha conseguido que la gente vuelva al partido desde que se puso en alza el fanatismo, pero la Generación Z está en alza e, irónicamente, puede que sean los electores más jóvenes los que reelijan al abuelo.

Biden perdió la Florida y aun así ganó la presidencia. Los floridanos, sin embargo, perdieron derechos civiles y tranquilidad.

Eso no debería pasar desapercibido para los electores nacionales. La posición púrpura del estado significaba que los políticos de distintas convicciones tenían que ganarse nuestro voto.

Un sistema unipartidista dominante, con victorias garantizadas en distritos rediseñados por el partido republicano, ha dejado un rastro de mandatos impopulares, como la prohibición del aborto después de las seis semanas de embarazo.

No es casualidad que, independientemente del creciente número de otros republicanos que compiten por la nominación, los principales candidatos sean de la Florida.

Con DeSantis, el estado se ha convertido en el ejemplo nacional de todo lo que está mal en el Partido Republicano actual.

Para empezar, ya no es un pequeño partido del gobierno. Es el partido que dicta qué decisiones médicas puede tomar una familia sobre la salud reproductiva básica y el bienestar de los niños trans y gays.

La obstetricia y la pediatría pueden ser campos que requieran amplios conocimientos, pero en la Florida, la ciencia ha sido desacreditada y la religión es ahora la base de una legislación médica restrictiva.

¿Aguantará la nación que los republicanos impongan cómo ser y a quién amar? Ejercer una influencia cruel y peligrosa sobre lo que ocurre bajo las sábanas así como en la relación padres a hijos por parte del partido no puede ser más invasiva. Donde Trump y DeSantis avivan su llama de odio y división “antiprogresista” —convirtiendo a la otrora tranquila Florida en una olla hirviendo de gente infeliz que no se lleva bien— Biden prioriza deliberadamente la inclusión y sigue buscando el bipartidismo contra viento y marea.

Mientras que Trump y DeSantis, mentor y discípulo traidor, son políticos vengativos, Biden ha entregado miles de millones de dólares federales a la misma Florida que le rechazó en las urnas.

Visitó la Florida durante los desastres del huracán Ian y el derrumbe del edificio de condominios de Surfside para interactuar genuinamente con las víctimas y los socorristas.

De hecho, ya sea para la asistencia por desastres, proyectos de infraestructura o recuperación económica posterior a la pandemia, Biden entregó recursos que los funcionarios electos republicanos —incluyendo a DeSantis y los miembros del Congreso que votaron en contra de esas iniciativas de Biden— han reclamado como victorias para sí mismos.

Imagínense a DeSantis —en una cruzada para destruir a la compañía Disney por el mero delito de tener una opinión diferente a la suya en un tema LGBTQ— operando así desde la Casa Blanca. Aterrador, peligroso.

AL UNÍSONO Para los floridanos que los apoyan, Trump y DeSantis quizá sean semidioses y Biden el mismísimo diablo, pero ambos son personajes nacionales desastrosos. El presidente que casi robó la democracia estadounidense, fue un neoyorquino que a pesar del brillo de su guarida en el Estado del Sol, Mar-a-lago, no merece otra oportunidad.

Y DeSantis es un burdo floridano del norte, a pesar de las influencias geográficas que alega en su libro para darse alcance nacional y de los viajes al extranjero que está realizando esta semana.

Luego está Biden, que parece bastante quijotesco y moderno diciéndole a la nación que no es demasiado viejo para esto. “Terminemos el trabajo”, dijo el martes.

Yo también pensaba que podría ser demasiado viejo. Ahora digo, que siga la fiesta, jefe.

Biden puede volver a ganar sin la Florida. Lo único que el estado tiene a su favor son unas políticas retrógradas que se remontan a los segregados años 50 y unos políticos que marginan descaradamente la ciencia, la democracia y la diversidad porque creen que tener esa opinión es el billete ganador.

Biden confía en que prevalezca el lado más sensato, silencioso y sabio de Estados Unidos. En cuanto a su edad, tomaré lo que Joe esté tomando para mantenerse en forma y con energía, por favor.

Fuente ENH

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