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Venezuela: hambre en las calles, hambre en las cárceles Por Carlos Nieto Palma

El problema del hambre en Venezuela cada vez toma unas dimensiones más graves, los que nacimos en los años sesenta y que vimos nuestra niñez, adolescencia y juventud entre los setenta, ochenta y noventa, nunca pensamos que una situación como la que ahora vivimos podría ocurrirnos alguna vez.

Pobres, ricos y los que estábamos entre la multitudinaria clase media, jamás pensamos que una catástrofe como la que vivimos ahora en Venezuela podía pasar. Estoy seguro de que independientemente de la clase social a la que uno perteneciera, todos teníamos el desayuno, almuerzo y cena asegurada, además de la merienda para el colegio, la de la casa en las tardes y a veces nos dábamos el lujo de repetir o dejar la comida porque a uno no le gustaba, en ningún hogar venezolano la comida faltaba, independientemente de su condición social.

Hoy Venezuela es un país con hambre, basta ver a nuestros compatriotas en las calles abriendo bolsas de basura para ver si tienen la suerte de conseguir las sobras de algún alimento o parados en las puertas de un automercado, panadería o cualquier expendio de comida para rogarte que les des algo de lo que compraste o las sobras de lo que dejaste en el plato para alimentarse ellos o llevar a su familia.

Estoy seguro de que muchos de mis lectores pensarán que exagero, pero no es así, hay que vivir esto, estar aquí en Venezuela, para saber que no lo hago y que los venezolanos nos estamos muriendo de hambre, aunque usted no lo crea.

La gente que ha tenido que emigrar a otros países, para alimentar a su familia aquí, ahora comienza a darse cuenta de que lo poco que pueden enviar como remesa no alcanza para que su familia pueda medio comer. Sin una declaración oficial de dolarización, hoy esta moneda circula más que el bolívar, que ya casi es inexistente.

Personalmente, me entristece ver cómo amigos, vecinos, compañeros de trabajo, te cuentan las penurias que pasan para comer, verlos flacos, demacrados por la situación que vivimos, no tienen idea de cómo duele eso, por eso insisto en que hay que vivirlo en carne propia para entender un poco lo que aquí hablo, por eso hasta a los mismos venezolanos que viven en el exterior les cuesta entender la situación.

Ahora metiéndonos un poco en lo técnico, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) que depende de la Organización de Naciones Unidas fue invitado por el régimen de Venezuela a realizar una evaluación de seguridad alimentaria para estimar las necesidades y vulnerabilidades de los hogares en Venezuela. WFP tuvo completa independencia en el diseño e implementación de la evaluación, y tuvo acceso sin ningún impedimento en todo el país para la recolección de datos a nivel de hogar. Es importante destacar que el hecho de ser invitados y autorizados por la dictadura de Nicolás Maduro convierte sus datos en oficiales, los cuales el régimen, como es su costumbre, no pueden desmentir.

Según este informe oficial: “La evaluación estima que 7,9% de la población en Venezuela (2,3 millones) está en inseguridad alimentaria severa. 24,4% adicional (7 millones) está en inseguridad alimentaria moderada. Basándose en el enfoque CARI, WFP estima que una de cada tres personas en Venezuela (32,3%) está en inseguridad alimentaria y necesita asistencia”. Para decirlo en criollo puro: “Los venezolanos se están muriendo de hambre”.

Según datos de este informe: “La evaluación muestra que la inseguridad alimentaria es una preocupación a nivel nacional. Incluso en los estados con los índices más bajos de inseguridad alimentaria, incluidos Lara (18%), Cojedes (19%) y Mérida (23%), se estima que aproximadamente una de cada cinco personas está en inseguridad alimentaria. 11 estados presentan índices superiores a la prevalencia nacional de inseguridad alimentaria severa, los índices más altos se encuentran en Delta Amacuro (21%), Amazonas (15%), Falcón (13%), Zulia (11%) y Bolívar (11%)”.

Según los datos recopilados por el Programa Mundial de Alimentos, “74% de las familias ha utilizado estrategias de sobrevivencia relacionadas con el consumo de alimentos, reduciendo la variedad y calidad de la comida; 60% de los hogares reportó haber reducido el tamaño de la porción de sus comidas. 3 de cada 4 familias encuestadas había aplicado al menos una estrategia de sobrevivencia relacionada a medios de vida, y en promedio, las familias habían utilizado 4 estrategias en los 30 días antes de la encuesta. Para sobrevivir, 33% de los hogares ha aceptado trabajar a cambio de comida y 20% ha vendido bienes familiares para cubrir necesidades básicas. 6 de cada 10 familias han gastado sus ahorros en comida. Mientras las familias van agotando las estrategias de sobrevivencia que han utilizado para mantener un consumo básico de alimentos, es posible que no puedan cubrir sus necesidades nutricionales en el corto plazo. Esto afectará a los más vulnerables, incluidos niños y niñas, mujeres embarazadas y lactantes, y adultos mayores”.

No quiero finalizar este articulo hablando de los hombres y mujeres privadas de libertad en Venezuela, tanto en cárceles comunes, como en calabozos policiales o centros de detención preventiva cuya situación es más grave que el resto de la población. Si usted está en un calabozo policial y no tiene un familiar que le lleve diariamente algo de comer, lo más probable es que muera por desnutrición porque estos sitios no dan comida a sus reclusos, pues no disponen de un presupuesto para ello y al ser teóricamente transitorios no tienen ese problema; sin embargo, al haberlos convertido en cárceles permanentes, como ocurre actualmente, tenemos datos de presos con altos niveles de desnutrición e incluso un buen número fallecidos por esto.

La situación no varía mucho en las cárceles que dependen del Ministerio para el Servicio Penitenciario, donde los presos denuncian una gran disminución de las raciones de la poca comida que les dan y en casos han tenido que matar a animales como gatos, palomas y otros para no morir de hambre. De hecho, se ha vuelto popular dentro de la población privada de libertad que la comida que les dan es la “dieta china” porque consiste en una taza de arroz blanco medio cocido y es la única alimentación que reciben al día.

Es grave la situación que se vive en Venezuela respecto a la alimentación de toda la población, presos y no presos, estamos en una emergencia humanitaria compleja y necesitamos la ayuda internacional, por eso como venezolano pido la solidaridad internacional y que la dictadura la acepte, solos no podemos salir de esta hambruna general que vivimos.

Abogado y Coordinador de la ONG “Una Ventana a la Libertad”.
@cnietopalma

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