Días contados.
Soc. Ender Arenas Barrios.
Lo ha dicho Donald Trump “Maduro tiene los días contados”, claro viniendo de él, que ya sabemos lo imprevisible, errático, contradictorio y, digamos también, aunque sé que a muchos no les gusta, bastante mentiroso, así que no sabemos si son: dos días, tres días, una semana o un mes o como dicen los influencers seguidores de Trump que a veces parecen un séquito de adoctrinados: “cuando llegue el portaaviones Gerald Ford (ya saben ese portaaviones tan grande que apenas cabe en el mar Caribe) el martes a las 11 de la mañana: ¡ay! Maduro”
Lo que si es cierto es que solo lo que es prioritario tiene plazos, estos indican lo que hay que hacer. Decir “Maduro tiene los días contado” introduce una clara indeterminación que no es posible calcular. Pues cuando se pone plazos se dispone del tiempo de los otros, pero si no establecen plazos no se da una clara señal de quien tiene el poder de tal disposición.
Parece una cuestión de tiempo y dado la indeterminación de los tiempos señalados por Trump: “los días están contados”, que hasta ahora se ha enfocado en la voladura de lanchas y el asesinato de los llamados narcoterroristas (que, según Trump, en una de sus más grandes mentiras desde que tiene uso de razón, cada voladura salva 25 mil vidas de estadounidenses, así que hay que seguir matando a los ocupantes de las lanchas según JD Vance). Más allá de estos eventos los dos meses y medio que ya dura el operativo militar se les ha ido como días de vacaciones.
Maduro y compañía, bien sabe que ciertamente sus “días parecen estar contados” y ha buscado ampliar sus plazos de tiempos, tratando de ganar la mayor cantidad de tiempo, enviando cartas a Trump, cartas al Vaticano, conversaciones con Grenell, cartas a la presidencia de la ONU, campañas de negociación hecha por el propio régimen y sus aliados dentro del sector de los “normalizadores”, etc.
Ampliar sus tiempos le permitiría al régimen abrir las posibilidades si bien no de sobrevivencia del régimen, pero si, de reducir aún más los costos de salida, mediante negociaciones y acuerdos y ofrecimientos, como aquel de “yo te entrego a los jefes de la franquicia del Tren de Aragua o pide lo que quieras que, yo lo tengo y te lo doy”.
Ganar tiempo, es lo que persigue el régimen para “asegurarse una mayor gama de posibilidades” de poder salirse de la indefectible condena que les espera.
He leído el artículo de Antonio de la Cruz, creo que uno de los más laudatorio sobre Trump que he leído, pero está muy bien escrito y se arriesga a construir escenarios a futuro, en una situación altamente compleja.
De la cruz señala que Trump “fijó tres posiciones: la inevitabilidad del desenlace, la reserva sobre el método y la autoridad de quien definitivamente tiene el control. Su lenguaje no describe una política; la ejecuta. Es el equivalente diplomático de un portaaviones que navega lentamente frente a las costas de un adversario: visible, imponente y silencioso” (no tan silencioso, Antonio).
Ciertamente Trump, está en una situación autorizada de poder, y no es para menos: barcos, portaaviones, destructores, helicópteros, submarinos, marines, misiles, los B1, los B2, los B25 sitúan a Trump dentro de condiciones materiales de fuerza y políticas que le permiten hacer un uso de su palabra con autoridad, inclusive, le da la capacidad de eliminar lo que considere que su receptor no debe escuchar. Así a la pregunta de la reportera de CBS: “—¿Habrá ataques terrestres en Venezuela?”, él responde: “—No digo que sí ni que no. No hablo con un reportero de esas cosas”.
Claro, no es difícil aventurarse a señalar el final del desenlace, ya que las Fuerzas Armadas venezolanas, destruida durante dos décadas y media, poco o nada tiene que buscar en un enfrentamiento con la descomunal Fuerza militar puesta frente a las costas venezolanas por los Estados Unidos de Trump. así que la aseveración de De la Cruz, tiene los atributos de parecer cierta: “Trump no promete una invasión ni un tratado. Pronuncia una sentencia”.
Y esto es lo más interesante de la nota de Antonio De La Cruz que, no sé si conscientemente utiliza la batería conceptual de Austin (Hacer Cosas con palabras) y el de Searle (Actos de habla) sin mencionarlos, pero en su planteamiento Antonio está persuadido que Trump está ejecutando una acción mediante el habla: “En la gramática del poder, quien define el desenlace antes de actuar ya ha conquistado el significado de la batalla”. Y claro dada la asimetría del poder militar entre ambos bandos, tal predicción no parece difícil hacerla, aunque el desenlace no sea una salida militar sino por la fuerza ilocucionaria de Trump, capaz mediante su liderazgo, de convertir sus palabras en hechos.
Reitero que la nota de De la Cruz, está muy bien escrita. Sin embargo, quiero permitirme jugar al “abogado del diablo” a lo que señala de la Cruz y otros seguidores de Trump, pero con juicios menos elaborados. Lo hago por ociosidad, pura ociosidad.
En primer lugar, entre lo planificado, lo ejecutado y los resultados media una distancia que está llena de indeterminaciones que no pocas veces pueden ser calculadas. Pensemos por un momento en Putin, el 24 de febrero de 2022, ese día invadió a Ucrania, conflicto que según él no duraría una semana, dado, entre otras cosas, por la enorme asimetría del poder militar entre ambos países. Tres años después la guerra continúa sin avizorarse su término. Pensemos, también, en Trump, que en su campaña electoral frente al conflicto ruso- ucraniano daba 24 horas para terminar el conflicto entre ambos países mediante una llamada telefónica. Nueve meses después y, presumo que cientos de llamada, todavía la guerra sigue viva produciendo destrucción y muerte, especialmente, en Ucrania.
Clausewitz, en De la Guerra, señala que: “Todo es simple en la guerra, pero aun la cosa más simple es dificultosa. Esas dificultades se acumulan y producen una fricción que nadie que no haya visto la guerra puede imaginar exactamente”. Y está claro que Trump, no ha participado directamente en ninguna.
Claro, el cálculo de las posibilidades que permitan a Trump cumplir su sentencia, desalojar a Maduro del poder y, con él, acabar con el “Cartel de los soles” o viceversa, parece obvia. Pero, quiero seguir jugando al “abogado del diablo”, para señalar que la racionalidad, especialmente en acciones bélicas, en virtud de una cierta “incapacidad de previsión total de los eventos que se desarrollan”, es incompleta, pues, “hay hechos materiales, políticos, legales y hasta morales, que puedan surgir por necesidad y por el movimiento y naturaleza de la situación que hace imposible la previsión” y convierta lo que ha sido racionalmente calculado en algo inocuo sobrepasado por la realidad misma y no porque, en este caso, le dé alguna posibilidad a las fuerzas venezolanas de oponerse a la norteamericana e iniciar así un largo conflicto parecido al que todavía se vive en el ruso-ucraniano, las indeterminaciones, solo podrán venir de Trump por las razones ya descritas sobre su personalidad.
Es decir, con Trump, las indeterminaciones acrecientan la imposibilidad de previsión de su acción derivada de su narrativa, pues entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace hay una distancia muy grande. Nueve meses de gobierno ha sido tiempo suficiente para conocer su naturaleza. Por eso, nada es descartable, incluso que la precipitación de acontecimientos lo puedan llevar a tomar decisiones bajo el apremio de los eventos. Pero ojo también pude suceder que no pase nada, que todo se volatilice. Pero eso no le extraje de la nota de Antonio de la Cruz.
En todo caso, todas las noches, aquí, donde ahora vivo, en la que suele hacerse de noche a las cuatro de la tarde, me acuesto con las expectativas que voy a despertarme por la mañana, y enterarme que Maduro y su gente han tomado un avión con rumbo desconocido y la democracia reina en el país…. A pesar del chavismo y, también, de Trump, y me veo sentado en el café de siempre en Maracaibo con los amigos de siempre que también han regresado.
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