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El ADN innovador de los venezolanos Por Dayana Cristina Duzoglou Ledo

Los casi 30 millones de venezolanos que vivimos en nuestra Tierra de Gracia, sea físicamente o por llevarla en el corazón, aguardamos el día cero para empezar a reconstruir nuestra patria con trabajo honesto. Un esfuerzo en el que todos los sectores de la sociedad democrática puedan colaborar con la economía, aprovechando las tecnologías más innovadoras que, prácticamente gratis, están a nuestra disposición. Podremos comenzar con una nación integrada no por ciudadanos que hurgan en la basura, sino por una población mayoritariamente joven de menos de 15 años (aproximadamente 7 millones cuatrocientos mil) y también por adultos mayores que necesitan cuidados, becas para formarse como ciudadanos tecnológicos, pensiones dignas y oportunidades laborales para mantenerse productivos y contribuir con un país que conocen tan bien. Es aquí donde la empresa privada podrá impulsar proyectos con propósito y sensibilidad social para que Venezuela vuelva a ser grande, algo que ocurrirá más temprano que tarde.

El desafío no es solo cuantitativo, sino también cualitativo

Entre los retos más importantes para ver renacer a Venezuela está asegurar que cada sector de la población pueda acceder a toda fuente de prosperidad. Las necesidades de nuestros niños, obviamente, no serán las mismas que las de nuestros ancianos. Por lo tanto, se debe rediseñar una Venezuela donde se distingan estas necesidades y se puedan explotar nuestras fortalezas, como el petróleo y los minerales raros, en pro de mejores escuelas, hospitales, cárceles, empleos y centros culturales, algo de lo que actualmente casi nadie habla.

Esto podrá lograrse mucho más rápido con tecnologías actuales como blockchain, inteligencia artificial, nanotratamientos avanzados, realidad virtual y aumentada, entre otras que hoy aplican países del primer mundo en sus sistemas de salud, educación, etc.

Venezuela tendrá entonces la oportunidad de saltar etapas de atraso estructural y posicionarse como un laboratorio de innovación social en América Latina, siempre que logre alinear visión política, inversión privada y participación ciudadana.

Sembrando el futuro

Desde que comenzamos a transitar los 40 años de democracia, los puntofijistas enfatizaron la idea de los niños como el capital más valioso, incluso por encima del petróleo. Por eso se implementó el vaso de leche escolar, las vacunaciones masivas, el sistema de orquestas del maestro Abreu y la creación de escuelas en cada región del país. Actualmente, en un país sin escuelas dignas ni oportunidades que enaltezcan lo bello de ser niño, hay que invertir en educación para el futuro los 4 mil millones de dólares que prometió el presidente Donald J. Trump. Esto, con la adquisición de tecnologías japonesas, israelíes y también lo más novedoso creado en Silicon Valley, para implementar la alfabetización digital, crear bibliotecas virtuales y plataformas de aprendizaje adaptativo que revolucionen y optimicen la experiencia de millones de adolescentes y niños venezolanos.

En cuanto a las universidades, públicas y privadas, deben ser el motor para la innovación, con incubadoras y creación de startups. Es crucial un programa que garantice a los venezolanos de la diáspora que sus inversiones no se perderán, lo cual requiere un nuevo marco legal y exoneraciones fiscales. Estas medidas podrán reactivar la transformación nacional y, disculpen que insista, de ahí parte el renacimiento. Quienes regresen a nuestra patria serán aliados estratégicos, fuentes de conocimiento y redes internacionales (esta vez no de lavado ni corrupción), además de capital semilla para proyectos de impacto.

Los profesionales venezolanos, dentro y fuera del país, poseen un talento reconocido globalmente. Integrarlos en un plan país implica crear mecanismos de retorno, tanto físico como virtual, que les permitan aportar su experiencia sin necesidad de residir permanentemente. Plataformas de teletrabajo, consultorías digitales y programas de mentoría pueden conectar a la diáspora con las nuevas generaciones, generando un círculo virtuoso de transferencia de conocimiento y oportunidades.

Mujeres y adultos mayores: inclusión y resiliencia

Las mujeres venezolanas protagonizan hoy este momento histórico y son pilares de la nueva estructura en la que nacerá Venezuela. Recorrer el país y ver a estas guerreras invisibles como líderes en la economía informal, o simplemente observar la labor de periodistas como Patricia Poleo, Carla Angola, Nitu Pérez Osuna o de líderes como Magaly Meda de Olavarría o Tamara Suju en el exterior, basta para entender que llevan la bandera de las 7 estrellas en esta batalla que ya culmina. Una nueva Venezuela en la que las mujeres ocupen roles políticos clave será determinante para renacer con igualdad de condiciones respecto a los hombres y, por supuesto, con el aporte de toda venezolana en todos los niveles de la sociedad.

En cuanto a los adultos mayores, tan humillados por el chavismo, es importante brindarles servicios sanitarios de primera, seguros médicos dignos y pensiones que les permitan vivir sin mendigar o comer de la basura. También es primordial comprender que la tercera edad no es una población parasitaria; al contrario, aporta sabiduría, experiencia y puede educar moralmente a las nuevas generaciones de venezolanos para que no se cometan los mismos errores.

Incluir a mujeres y personas de la tercera edad en el plan Tierra de Gracia, un plan país en construcción, no es solo un gesto de dignidad y justicia social, sino también una decisión inteligente para impulsar el desarrollo sostenible. Tanto mujeres como adultos mayores pueden ser clave en una Venezuela próspera y serán, en definitiva, los guardianes de la memoria colectiva. Integrarlos plenamente en la visión de futuro es garantizar que Venezuela avance con todos sus ciudadanos, sin dejar a nadie atrás.

 

Conclusión: un país que se reconstruye con su gente

Venezuela tiene ante sí la oportunidad de reinventarse desde sus propias fortalezas. La diversidad de su población, la resiliencia de sus ciudadanos y el talento de su diáspora conforman un capital humano invaluable. Pero para que este potencial se materialice, se necesita un plan país que combine visión estratégica, innovación tecnológica y compromiso social. No se trata de copiar modelos externos, sino de diseñar un camino propio que responda a las realidades locales y proyecte al país hacia el futuro.

Como expresó María Corina Machado: “Venezuela no es un país condenado, es un país llamado a la grandeza”. Y en palabras de Edmundo González Urrutia: “Nuestro reto es reconstruir la confianza, porque sin confianza no hay nación posible”. Estas frases resumen el espíritu de la propuesta Tierra de Gracia: un país que se levanta con su gente, que apuesta por la innovación y que entiende que el verdadero recurso estratégico no está en el subsuelo, sino en el talento, la honestidad y la voluntad de sus ciudadanos.

Dayana Cristina Duzoglou Ledo

E-mail: dcduzogloul@proton.me

X: dduzogloul

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