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La disidencia controlada de Capriles, Rosales y…otros Por Soc. Ender Arenas Barrios

Maduro, apropósito de la oposición que ha decidido acompañarlo dice: “ha surgido un núcleo duro de una nueva oposición. A esa nueva oposición yo, como ellos saben, le extiendo mis manos para el dialogo por el país para pasar la página de tantos capítulos horribles de golpes de Estado…. bla bla bla”.

Ciertamente hay una oposición que, a diferencia de la narrativa de Maduro y Jorge Rodríguez, es precisamente lo contrario. Esta “nueva oposición” es el núcleo más blando de la misma. Ella, mucho más que el llamado alacranero original, ha contribuido a la legalización y legitimación de Maduro en el poder, esto es así, por la presencia de figuras, por ejemplo, Capriles y Rosales que, durante mucho tiempo, encabezaron las luchas por la recuperación de la democracia y gozaron del liderazgo de la sociedad.

Para esta condición que hoy caracteriza a este sector, a la que el régimen, ha calificado de “nueva oposición” hay un concepto que la define, que es más adecuado, más exacto que el de “núcleo duro”, este es el de “la disidencia controlada” que: “se refiere a la manipulación de grupos o individuos que parecen disidentes del sistema establecido, pero en realidad son controlados por él. Este fenómeno ocurre en diversos contextos, desde políticos hasta sociales, y se utiliza para canalizar el descontento hacia estructuras que pueden ser controladas o neutralizadas. Los grupos que parecen opuestos al sistema refuerzan su propio poder al dividir a la sociedad y desviar la atención de las verdaderas transformaciones”. 

Este es el caso de los dirigentes, arriba mencionado, este son Capriles con su organización “Única” y Rosales con su “Un Nuevo Tiempo”, fundamentalmente, aunque hay otros que son estimulados, pero, también, controlados por el régimen, como el partido “Lápiz” de Antonio Ecarri y, sobre todo, “Fuerza Vecinal” de Gustavo Duque, partido, a quien le ha sido otorgado el “mayor número de alcaldías” alcanzada por el sector opositor que acudió a las elecciones locales.

Lo cierto es que el régimen ha impuesto un límite estructural en el que más allá del acceso a algunas alcaldías y hasta “ciertas gobernaciones”, el cambio en las estructuras centrales y dominantes de poder y de gobierno es imposible. Con ello quiero decir, que el camino de ganar por elecciones, aquellas que son fundamentales para producir el cambio de régimen dentro de este modelo autoritario es imposible, por el control que el régimen ejerce de toda la estructura del poder.

En este sentido me ha gustado y he seguido la entrevista realizada por César Miguel Rondón al periodista Alonso Moleiro, quien señala que la utilidad del voto en Venezuela llega hasta Chacao, hasta Fuerza Vecinal o hasta lo que suele decir el tándem Capriles-Rosales, más allá, por ejemplo, de introducir en el debate político y lectoral los temas de los derechos humanos, del fraude electoral o de la crisis humanitaria y sus causas, no, eso no son temas para debatir y no están autorizados para ejercer el debate de esos temas.

El régimen y ese sector opositor, tal como lo dice Moleiro, han construido una “zona del disimulo” donde estos grupos han encontrado el espacio en el que conviven con el régimen, aparentando oponerse al mismo.  Lo fundamental es que el régimen les ha colocado un límite dentro de la cual les es permitido hacer política, pues, de hacer política fuera de ese límite establecido, entonces sufrirán la calificación, por parte del régimen, de prácticas desestabilizadoras, subversivas y de traición a la patria y sus consecuencias son la desaparición forzada, la detención, la tortura y eventualmente, el asesinato, tal como ha ocurrido con un número  importante de lideres civiles (también militares) cuya mayoría están “depositados” en el Helicoide o en cárceles donde conviven, no solo con delincuentes comunes sino que sufren la indiferencia deliberada del régimen a sus demandas de atención médica.

Así, que el régimen le ha impuesto a esta “nueva oposición”, acuerdos institucionalmente firmados (En las elecciones de mayo y julio de este año se ha hecho en la sede del CNE entre todos los actores involucrados) donde se establece que puede decirse y que no puede decirse ni introducirse en el debate político. En el fondo de este asunto, es que ambos coinciden en sus objetivos: el del régimen se expresa en la frase “divide y vencerás”, y el del sector opositor en cuestión es “confundes y debilitaras”.

 Uno se pregunta, ¿pero estos sectores “opositores” tienen voz?

La respuesta es sí la tienen y la utilizan para debatir, pero no, en lo sustancial, contra el régimen, sino, contra el otro sector de la oposición encabezado por MCM.

La otra pregunta es, ¿Pero sus voces tienen la fuerza para imponer su narrativa a la población que se conduce de manera opositora al régimen?

La respuesta es que su impacto tiene poco arraigo en la gente por no decir, nulo.

La cuestión de la política hoy en Venezuela es que hay momentos en que los buenos, también pueden ser malos.

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