CaigaQuienCaiga.net

#NoticiaNacionalesOpinión

La geopolítica del petróleo sostiene al chavismo Por Humberto González Briceño

La reciente decisión de Estados Unidos de permitir que empresas energéticas continúen operando en Venezuela, incluso después del vencimiento de la Licencia General 44 en abril de 2024, representa una señal relevante desde la óptica de la geopolítica energética.

No se trata de un gesto aislado, sino de una maniobra con implicaciones estratégicas que refleja un ajuste de intereses en el contexto hemisférico actual.

Esta autorización —dirigida principalmente a empresas como Chevron, Repsol o ENI— indica que se ha alcanzado un nivel de interlocución entre Caracas y Washington que permite acuerdos operativos sostenidos.

Ello supone, en términos prácticos, un reconocimiento funcional de condiciones mínimas de estabilidad en Venezuela, al menos en lo que respecta al entorno requerido para inversiones extranjeras en sectores críticos como el energético.

Desde el punto de vista institucional, la continuidad de estas operaciones sugiere la existencia de garantías en aspectos clave como la seguridad física de instalaciones, la protección jurídica de contratos y la previsibilidad en el manejo de compromisos.

Este entorno ha permitido a actores internacionales mantener presencia en el país sin interrupciones, incluso en un contexto global caracterizado por altos niveles de volatilidad en los mercados de energía.

La situación de Venezuela, además, adquiere una renovada importancia estratégica ante los cambios en el mapa global de proveedores energéticos, particularmente luego de las tensiones entre Occidente y países como Rusia e Irán. Venezuela —por su localización, reservas y capacidad logística— representa una fuente potencial de suministro confiable para el hemisferio occidental.

La continuidad de operaciones no puede ser vista de forma aislada. Se inscribe en una estrategia más amplia de cooperación técnica y diálogo constructivo, orientada a preservar la estabilidad en el continente.

En este marco, la diplomacia energética adquiere un valor adicional como instrumento para fomentar entendimientos, generar incentivos positivos y abrir espacios para una inserción económica progresiva.

La región ha experimentado en los últimos años fenómenos complejos: flujos migratorios intensos, impactos derivados de conflictos externos y la necesidad de asegurar fuentes de energía diversificadas. En este contexto, la cooperación con Venezuela en materia energética aparece como un elemento pragmático en la ecuación de estabilidad regional.

La política exterior hacia Venezuela ha evolucionado hacia esquemas de negociación gradual, con énfasis en la contención y el equilibrio.

A diferencia de ciclos anteriores de presión abierta, el énfasis actual se orienta a crear condiciones funcionales que permitan sostener dinámicas constructivas, en lugar de generar escenarios de ruptura o dislocación.

Esto supone, en la práctica, una lectura en la que la estabilidad —más que el cambio abrupto— es percibida como una variable de mayor peso para la gobernanza hemisférica.

En este marco, la interlocución con el gobierno venezolano cumple un papel operativo dentro de una arquitectura diplomática basada en intereses compartidos.

Los hechos recientes indican que Venezuela mantiene una estructura estatal que, independientemente de los juicios ideológicos o políticos, ha demostrado capacidad para sostener canales de negociación, gestionar acuerdos y participar en iniciativas multilaterales con márgenes aceptables de previsibilidad.

Desde esta perspectiva, el país ha alcanzado un punto de estabilidad estratégica que le permite reinsertarse —aunque de forma gradual— en circuitos de cooperación internacional, especialmente en sectores técnicos como el energético.

Esta evolución no implica validaciones políticas automáticas, pero sí una disposición a gestionar intereses de forma estructurada.

El nuevo marco operativo que permite la permanencia de empresas extranjeras en Venezuela es una expresión de realineamientos geopolíticos en marcha. Más allá del debate ideológico, lo que está en juego es la integración de Venezuela en un sistema de relaciones internacionales donde el pragmatismo, la seguridad energética y la cooperación ordenada se han impuesto como prioridades.

En este contexto, el país aparece no como un actor marginal, sino como un nodo funcional en el sistema energético del hemisferio occidental.

Lo que se observa es una fase de estabilidad táctica con proyecciones de mediano plazo, resultado de factores estructurales que, hoy por hoy, favorecen un modelo de entendimiento basado en intereses compartidos.

@humbertotweets

Comment here