Más de 9.1 millones de venezolanos han salido del país en los últimos años, escapando no solo del hambre, la persecución o la miseria, sino de una estructura de poder que, al no garantizar la vida, los empuja hacia la muerte lenta. Esta huida masiva no puede entenderse como una crisis migratoria, si no como una crisis humanitaria, es el resultado de un modelo de poder criminal que ha decidido quién merece vivir y quién puede ser descartado.
El sistema narco-dictatorial de Maduro usa el poder para administrar la muerte. En Venezuela, este poder se manifiesta en la represión sistemática, la escasez inducida, el colapso del sistema de salud y la criminalización de la disidencia. La vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir, y quienes se atreven a cuestionar el orden impuesto son castigados con la cárcel, el exilio o la tumba.
Las zonas populares han sido laboratorio de esta lógica. Jóvenes pobres asesinados por cuerpos parapoliciales bajo el pretexto de combatir la delincuencia; pacientes muriendo por falta de medicinas; niños desnutridos en escuelas sin comida ni agua. La política se ejerce a través de la muerte o del abandono.
Pero la política criminal no se queda dentro de las fronteras. Se extiende en las rutas migratorias. Venezolanos cruzan el Darién, arriesgan su vida en el Caribe, son deportados sin garantías o rechazados en países donde su acento se vuelve sospechoso. Muchos terminan atrapados en condiciones infrahumanas, sin papeles, sin trabajo legal, sin techo, sin nombre. El poder que los empujó a irse es el mismo que, en otros territorios, los ignora o los criminaliza. Son cuerpos marcados por la precariedad, despojados de su ciudadanía, reducidos a sobrevivientes.
Estamos ante una doble política inhumana: la del Estado que expulsa y la de los Estados que no acogen. Un sistema regional e internacional que decide que ciertos cuerpos —migrantes, pobres, opositores— no merecen vivir dignamente.
Hablar de Venezuela , Significa exigir justicia para quienes han sido despojados de su derecho a existir. Significa reconocer que la migración venezolana no es simplemente una estadística, sino una consecuencia brutal de un poder que ha convertido la vida en una trinchera.
Hoy, migrar para un venezolano no es un sueño, es una estrategia de supervivencia. Y esa sola realidad debería bastar para que el mundo deje de mirar hacia otro lado.
Este panorama real de nuestro país es avalado por una ex-dirigencia opositora que hoy con discurso denuncian la crisis venezolana pero con acciones avalan la permanencia de Maduro en el poder y su narco-política
Capriles-Rosales han hecho una llave para comprar una generación de activistas políticos que puedan ganarse el apoyo popular que ellos perdieron, incluso a presos y ex-presos políticos que con falsas promesas de libertad y no más persecución cuando la historia reciente demuestra que el narco régimen no respeta ningún acuerdo y que los presos políticos son fichas de intercambio, que son reciclables a conveniencia de Maduro, porque esa es su política de administración de la muerte, decide quien vive y quien no, quien se encarcela y quien no…
Hoy los alacranes y ratacranes son el arma para Maduro enterrar el robo electoral del 28 de julio y legitimar al CNE , tratar de convertir una narcodictadura en democracia y hacer del show electoral del próximo 25 de Mayo un proceso electoral legítimo
Esperamos los venezolanos en el país no caigan en ese chantaje del voto que no sacara a MADURO Y SOLO LEGITIMARÁ SU POLÍTICA CRIMINAL, avalando un salario mínimo de 1,48 $ , una lista de miles de presos políticos, el hambre y la miseria del país así como la separación de la familia con miles de venezolanos exiliados pasando trabajo y muchos muriendo fuera de su tierra y sin el último adiós familiar…
VENEZUELA YA VOTÓ , desobediencia a cualquier llamado que haga la narcodictadura y sus aliados Capriles-Rosales
Villca Fernandez
X: @Villca_FDEZ
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