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#OPINION Por Antonio José Monagas: «Democracia y tecnología» Ruta de análisis

El concepto de “democracia”, no sólo da cuenta de la responsabilidad de cimentar libertades y derechos. Tanto como garantías, principios y valores de tolerancia, respeto, solidaridad, justicia y verdad. Por eso, el ejercicio de ciudadanía luce fundamental para el aseguramiento y ordenamiento de un sistema político que descanse sobre “democracia”.

En consecuencia, el funcionamiento de la democracia, en tanto que práctica y teoría política, no podría concebirse sin el auxilio particular de las bondades que le aporta la tecnología. No sólo por lo que demandan las nuevas realidades toda vez que se supeditan a los aportes de la tecnología. Más, al momento de reconocer las aplicaciones tecnológicas que le brinda a la democracia. Especialmente, aquellas que implican afianzar el progreso de la civilización en todas sus manifestaciones. Es por ello que hay quienes manifiestan que democracia y tecnología, son caras de la misma moneda.

Referir el progreso de la civilización a las implicaciones de la democracia, compromete el concepto de “desarrollo”. Particularmente, por todo lo que trata el significado de “desarrollo económico y social”. Por eso, es propio dar cuenta de las acepciones del término “democracia” cuando relaciona su praxis con las razones que sustentan el “desarrollo económico y social”. Entendido éste como espacio de acordada concordancia entre recursos, necesidades y objetivos.

Asociar democracia a los procesos sobre los cuales decanta la tecnología, vista como asidero de la calidad de vida, pero también comprendida ésta entre los propósitos que se traza todo gobierno democrático, ineludiblemente pasa por reconocer a la tecnología como el instrumento cuya utilidad arroja las condiciones necesarias para alcanzar un aceptado ejercicio de gobernabilidad y gobernanza. 

¿Tecnología para la democracia?

En principio, es claro reconocer la visión social de la tecnología en apoyo de la democracia. Sobre todo, cuando deviene en aportación al ejercicio político percibido desde su contribución a la flexibilización de procesos burocráticos.

Desde esta perspectiva, la relación tecnología-democracia, tiene varias lecturas. Aunque cualquiera refleja el carácter servicial de la tecnología hacia la democracia. Más, toda vez que de ello puede calcularse ¿cuánto debe predominar el servicio de la sociedad a intereses que sirven a la democracia. 

Estos intereses se suscitan de infundadas rivalidades a consecuencia de la equivocada concepción que, muchas veces, por incultura o ignorancia de funcionarios, se suministra del inmediatismo del cual se aprovecha la elaboración y toma de decisiones de política gubernamental. Aun cuando, no se visibilice como debería ser.

Otra lectura de la aludida realidad

Es casi imposible dejar de validar la importancia de la tecnología frente a la funcionalidad de la democracia. Más aún, después de reconocer la utilidad que tiene para favorecer procesos construidos con base en conocimientos relacionados, por ejemplo, con la ordenación del territorio, la interconexión y coordinación entre los niveles de gobierno, la simplificación de trámites administrativos, la prestación de un servicio público eficaz y eficiente, la transparencia de la función de gobierno, el ordenamiento y motivación de la participación ciudadana en actividades gubernamentales. Así como otras tantas condiciones que incitan mayor confianza en el proceder de las instituciones públicas. 

Ahí es donde las tecnologías de la información y la comunicación, adquieren el valor e importancia que su incidencia representa. Son, sin duda alguna, herramientas de preeminente apoyo a la gerencia política y de gobierno. 

Todo lo que puede traducirse de acciones o ejecutorias de “gobierno abierto”, “gobierno electrónico” o de “consulta digital”, son respuestas derivadas de la aplicación de las tecnologías de comunicación e información.

“Administración pública-ciudadanía”

La relación “administración pública-ciudadanía”, retrata otra panorámica. La misma, si bien explora otras dimensiones de la relación “tecnología-democracia” sus efectos revisan la realidad bajo otra connotación. Connotación ésta que destaca factores que perfilan con claridad las realidades desde los siguientes enfoques: 

1. Motivación. 2. Cultura política. 3. Nivel de Participación. 4. Capacidad o formación profesional, y 5. Voluntad política.

Las realidades, nuevas perspectivas que permiten un análisis más completo que los convencionales aportados por la particularidad de la administración de gobierno. Así se posible adentrarse más en el estudio del modo, disposición y dedicación que el ciudadano le aporta a la realidad en la que suscribe su trabajo. Habida cuenta que muestra su interés en integrarse como actor político a algún proceso de gobierno, atendiendo el sentido de ciudadanía que ha de asumir. 

Bajo esta perspectiva de estudio, podría tenerse una visión más exacta de cuánto se desempeña a conciencia con la tarea que calza con sus habilidades y capacidades. Sin que por ello se sienta necesariamente obligado a fungir como militante o simpatizante del partido político que le brinda sustento al gobierno. 

Al cierre

El problema que se suscita cuando intenta analizarse la situación que se establece en la relación «tecnología-democracia» enfocado a revisar las dificultades que subyacen en la relación subsidiaria «administración pública-ciudadanía», además casi nunca ha sido analizado desde este ángulo de estudio, es posible despejarlo por la ruta que se expone a lo largo de esta disertación. 

Cuando se considera la vinculación entre “administración y ciudadanía” se omiten consideraciones que, en su movilidad, se tornan capaces de atascar o trabar cualquier función que induzca eficiencia y eficacia a lo largo de los momentos sobre los que descansa la gestión gubernamental. 

Por tanto, se estancan proyectos, estrategias y objetivos lo cual lleva a que poco sea comprendida, y en toda su significación e implicación, la relación entre “Democracia y Tecnología”.

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