El dia, 3 de enero, siendo las 4.30 PM, aproximadamente, estuve en uno de esos expendios de productos que llaman bodegones; seleccionado lo que decidí comprar, me dirigí a la cajera que estaba a disposición. Cuando terminó de registrar los artículos, me dice: señor son 18 $; inmediatamente le comento, señorita hace unos meses atrás, con 18 $ uno llevaba muchos más productos que hoy; me responde, sí, no entiendo, los precios aumentan si se cotizan en bolívares, pero en dólares también se incrementan; tuve la intención de explicarle que lo que sucede es que la Tasa de Cambio Real del $ respecto al bolívar se ha apreciado y eso sucede porque la inflación interna es mayor que la variación habida en la Tasa de Cambio, pero presumiendo que no me entendería, opté por preguntarle: ¿tu estudias?; aparta los dedos del teclado, me miró y con un tono de voz que traslucía una mezcla de desilusión y mucha tristeza, responde, soy Ingeniero en Petróleo, tengo una Maestría en Educación y una especialización en docencia para niños especiales y, sin dejar de mirarme, acota: ¿por qué cree que estoy aquí?
Confieso que me dejó “fuera de base”, aún conociendo la gravedad del deterioro social que vive la República.
Solo alcancé a decirle: no pierdas la Fe. El país tiene que cambiar. Debe cambiar. Ninguna sociedad merece lo que vivimos. Medio sonrió, y muy despacio dijo: ya no creo en nada.
De regreso a mi casa sólo pensaba en la tragedia social que como Nación confrontamos.
Se pueden hacer mil comentarios al respecto. Solo diré 3, a modo de interrogantes:
1) ¿Cuánto pierde un País que despilfarra tan obscenamente un recurso humano tan valioso?, 2) ¿Cómo pinta el futuro de una Nación que se conduce de es forma?, 3) ¿Qué mensaje le trasmite a los estudiantes más jóvenes la tragedia que miles de profesionales viven en estas horas de mengua que definen la cotidianidad de tantos?
¿Qué hacer? No sé. Pero algo hay que hacer.
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