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Opinión

Poco a poco se nos va la vida…Por José Aranguibel

Un año está cumpliéndose. El tiempo ha pasado muy lento. En un abrir y cerrar de ojos a nuestro alrededor no están ya algunos familiares, parientes, amigos o conocidos de toda la vida. Esa nostalgia que nos produce la desaparición de esa persona ha sucedido alrededor del mundo y ese asesino, criminal y malvado aniquilador de la especie humana es ahora el Covid-19. Ese que en Venezuela también nos cambió la vida como si no fuera poco la desgracia diaria de sobrevivir y no morir de hambre, malaria, tuberculosis o que te den un tiro para atracarte.

Hoy ese “Terminator” de verdad y no de la ficción de Hollywood ya mucho camino ha recorrido dejando a su paso la desaparición de valiosos hombres y mujeres de todas las edades y actividades, pero la peor parte la han pagado profesionales de la salud en diversas áreas que sumando sus años de estudios y trabajo son cientos de años de experiencia arrebatados de la noche a la mañana.

Por eso cuesta mucho dolor escribir en momentos llenos de dificultades a las que se agregan las derivadas de esta mortal pandemia que otorga a los venezolanos nuestro propio vía crucis. El stress diario de observar que los problemas cotidianos del país poco o nada importan aceleran la caída en picada. Ha habido ausencia de una forma de gobierno serio y responsable del deber ser con sus ciudadanos.

Al paso de casi 22 años lo que da es tristeza ajena ver a seres queridos o amigos enfermarse, no solo por causa del virus que vino sin ser invitado, sino por el abandono de los servicios públicos que ha repercutido en el deterioro de la calidad de vida de millones. Eso solo quedó en el olvido de una oferta electoral veinteañera.

Lo cierto, lo que está a la vista de todos, lo verdadero que no puede esconderse es la odisea cotidiana que comienza a cualquier hora del día cuando en mala hora hay un enfermo en la familia o algún amigo que debe llevarse al médico privado y no a la red pública de salud por las ya conocidas, -menos por los gobernantes-, carencias de insumos y medicinas.

Quienes se atreven a ir por limitaciones presupuestaria a un hospital,  buscando la salud, deben llevar papel y lápiz  para anotar la larga lista de requerimientos que pueden ir desde yercos, gasa, sueros, alcohol, algodón, kit médico, medicinas u otras provisiones y, en extremo, cuando es necesario un traslado a otro hospital o a realizar un examen por daño o carencia de equipos, armarse de paciencia y disponer de algunos churupos en el bolsillo para afrontar los gastos de medicinas o comprar el combustible para la ambulancia si es que existe.

Si la opción no es esa, sino la privada debe encomendarse a las ánimas porque las consultas pagadas que debe asumir el deteriorado bolsillo la más económica bien puede costar 20$. Después de eso si toca por prescripción médica otras diligencias, vienen los exámenes de laboratorio de rutina o de emergencia, donde hay que sacar del bolsillo otros 30 o más verdes cuando la gravedad lo apremia, pero luego lo siguen los exámenes especiales de ecografía, electrocardiograma, tomografía, rayos X y otros no menos baratos.

Muchos, no así la mayoría, tienen la suerte de contar con un hermano, primo, padre, madre o amigo en otro país que alivia la carga con el envío de dinero para ayudar en el apuro. Luego hay que salir a buscar los medicamentos. Entrar de farmacia en farmacia o tocar la ventanilla de una y otra  que tenga buenos precios y ligar que estén todos las medicamentos para no estar dando vueltas y vueltas gastando la poca gasolina que tanta sangre, sudor y lágrimas cuesta conseguir en las kilométricas colas de la indignación, debido a la falta de respeto de un gobierno que está de espaldas a sus ciudadanos en una nación petrolera que en su mejor momento llegó a tener cerca de diez refinerías que surtían gasolina, diésel y otros derivados para el consumo interno, para exportar y hasta para regalar a la Cuba del mar de la felicidad, pero eso hoy es historia y lo que tenemos es un maltratado país donde una llamada Revolución Bonita no se ocupó de darle mantenimiento y modernizar a su principal industria llevada al foso de la quiebra y del abandono.

Asombroso no es decir que la capacidad de destrucción y de matar a la gallina de los huevos de oro ha sido parte del slogan “Hecho en Socialismo”. Claro, los líderes privilegiados de primera línea no sufren y poco deben enfermarse en esta Venezuela del Siglo XXI.

En ese trajín del día a día el caso se complica porque viene la otra odisea de buscar a los médicos amigos que te orienten en materia de precios más económicos. También, una vez de haber respirado lento, profundo y tomarse un Losartán de 50 mgr el encargado de diligenciar los trámites debe lograr sin pérdida de tiempo ubicar en cual clínica podemos conseguir precios ajustados al presupuesto que tiene que ser nada menos que en moneda extranjera $, euros o pesos. Mas tarde debemos realizar un depósito de un 50 % por derecho a la sala de Unidad de Cuidados Intensivos, UCI. No crea que allí termina el periplo buscando la salud del familiar o amigo.

No señor. Apenas hemos recorrido algunos metros y saltado algunos obstáculos. Así sigue corriendo el tiempo en un titánico camino para tratar en medio de tantas carencias darle una mejor calidad de vida a un ser querido. No obstante, muchas veces lo cierto y verdadero es la tristeza reflejada en el rostro de la persona al tener que ver a su ser querido más cerca de la otra vida que de esta por no disponer del dinero para solucionar la emergencia.

A diario son profesionales o no los enfermos o pacientes en peligro de morir que han dado toda su vida a la construcción de un gran país cómo el nuestro, habiendo entregado todos sus conocimientos en educar o enseñar un oficio o transmitir su experiencia a las generaciones de relevo en cualquier escuela, liceo, universidad, ministerio o empresa pública o privada. En Venezuela quizá unos activos todavía o en calidad de jubilado o pensionado, son víctimas por igual de la peor seguridad social que existe en el planeta tierra. En este país ser jubilado o pensionado es algo así como una afrenta por lo maltratado a que es sometido este sector social. En otros países la seguridad social le ofrece mejor trato, respeto y consideración a la dignidad de sus pensionados y jubilados, donde no son tenidos como desechos de carne y hueso o seres socialmente despreciables y echados al olvido a pesar que sus cotizaciones y no dádivas al IVSS durante toda una vida ha sido la promesa burlada de una mejor atención en la vejez.

Y qué decir cuando en nuestra cara nos explota la realidad de cómo conseguir los churupos, el dinero, que pueda posibilitar cancelar los servicios médicos privados. Casas, carros, prendas, artefactos electrodomésticos y pequeñas propiedades han tenido que vender y rematar familias enteras para asumir compromisos de pago en clínicas privadas.

En el peor de los casos por no tener nada que vender, -ya lo han hecho para comer y sobrevivir-, muchos acuden a las redes sociales a solicitar ese apoyo económico que está negado hoy en los hospitales públicos, debido a un gobierno mudo, sordo y ciego que prefiere refugiarse en mentiras y embustes al responsabilizar a terceros de su culpa e incompetencia, cuando ha habido millones y millones de $ petroleros que la corrupción ha vuelto sal y agua. Por eso es triste el que cualquiera llegue a enfermarse en la actual patria de Bolívar.

Pobre del que no tiene los recursos para sanarse en un centro de medicina privada, porque el otro camino, el único o morir seguramente, es tener que irnos a un centro hospitalario público donde la odisea es peor, denigrante y de carencias extremas. Hospitales de la red pública contaminados sin médicos, enfermeras o especialistas que han tirado la toalla por carencias de todo tipo, incluido buenos sueldos y salarios, además de ausencia de medicamentos y equipos para atender a un pueblo que echa su destino a la oración divina y se encomienda a papá Dios pidiéndole nos proteja del Covid-19 u otra enfermedad mortal que ha regresado a pesar de haber sido erradicadas cuando en la otra Venezuela, -que no es que no tenía dificultades-, existía un sistema hospitalario de los mejores de Latinoamérica. Hoy esas bondades de buena salud y atención quedaron últimas detrás de la ambulancia en la carrera de la ineficiencia y el engaño.
Otro momento que complica la tranquilidad familiar es cuando muere el enfermo. Pasó a la historia la funeraria en la que abuelos o padres pagaron durante muchos años una póliza poco a poco. Sin embargo, esa previsión y sacrificio de abonos y pagos hoy no valen nada ya que la inflación devoró esa esperanza de tener al final de la vida la garantía de un servicio funerario seguro y decente. Ese monstruo creado que se comió fácilmente al “Bolívar Fuerte” y destrozó cualquier capacidad de ahorro es el resultado de la atrasada, primitiva y fracasada visión de una trasnochada economía socialista. Esa arcaica economía pulverizó en pocos años el aparato productivo y nos regresó en muchos casos al trueque de un paquete de arroz o harina como pago del servicio prestado por el taxista o del muchacho que bota la basura de la cuadra donde vivimos. En fin, sin tratarse de otro virus, el inventario cierto de un mejor vivir ofrecido por los próceres de la V República es de destrucción y aniquilamiento de las esperanzas de millones de venezolanos a quienes cada día y poco a poco se nos va la vida y no vemos resultados favorables y posibles.

Por último y no por ello menos importante tenemos el agua. Ese elemento natural de vida es otro testimonio contrario para preservar la salud de los venezolanos. País como el nuestro, rodeado de agua por todos lados, tiene el récord de estar entre los peores servicios que debe prestar un gobierno que dice ser garantía del derecho a la vida.

Casualmente hace dos días recordamos el Día Mundial del Agua, pero muchos somos los venezolanos que estamos en las estadísticas de los 2 mil 200 millones de seres humanos sin acceso seguro a ese preciado líquido. Eso parece mentira pero es la verdad en barriadas, urbanizaciones y sectores populares. En ciudades grandes y pequeñas. Eso no lo dice el imperio o los enemigos de la “derecha trompista”. Lo dicen organismos de las Naciones Unidas, ONU.

Además, eso lo confirma usted amigo lector que le ha tocado en su casa o al tener que pisar un hospital público donde es común abrir una llave y no recibir agua sino un soplo de aire comprimido en las tuberías. Lavarse las manos para combatir al virus mortal contradice esa verdad. Y qué decir de los enfermos renales, hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos con esa difícil condición.

En las redes tenemos incontables ejemplos que estas personas con esa discapacidad física deben expresar su malestar cuando tienen que ir una, dos o tres veces a la semana a realizarse diálisis en centros de salud pública y la realidad es que el agua, como vital elemento del proceso médico, no existe, no llega ni ha llegado en mucho tiempo.

No es para menos que estos enfermos, la mayoría en estado crónico, deben salir a la calle a protestar con sus familiares para llamar la atención de las autoridades en todos sus niveles de gobierno por padecer una condición de salud que nadie quisiera sufrir. Caracas, Maracaibo, Barquisimeto y otras ciudades han sido escenario de estas denuncias que vulneran un derecho constitucional a la vida.

Esta semana pasada, por ejemplo en Maracaibo, en un centro privado en el centro comercial El Sol, en Sabaneta, enfermos renales tuvieron que armar una “vaca” -especie de recolecta de dinero- para pagar el contenido de un camión cisterna para realizarse la diálisis. Allí y en muchos sectores de la capital del Zulia el agua por tubería no llega regularmente. A ese extremo debe llegar el enfermo que requiere diálisis.

Lo contrario es perecer, morir o desaparecer del plano terrenal por la incompetencia y nula gerencia de los organismos públicos responsables. Eso también provoca que poco a poco se nos va la vida.

@JoseAranguibelC|Periodista|CNP 5003

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